Laudes - SANTA ISABEL DE PORTUGAL 2024

Nació el año 1271, hija del rey Pedro III de Aragón. Cuando era aún casi una niña, fue dada en matrimonio al rey de Portugal, del que tuvo dos hijos. Fortalecida con la oración y la práctica de la caridad, soportó infinidad de tribulaciones y dificultades. Al morir su esposo, distribuyó sus bienes entre los pobres y recibió el hábito de terciaria franciscana. Murió el año 1336, mientras se esforzaba por restablecer la paz entre su hijo y su yerno.

El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas para SANTA ISABEL DE PORTUGAL el día de mañana, jueves, 4 de julio de 2024. Otras celebraciones del día: JUEVES XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Venid, adoremos al Señor, aclamemos al Dios admirable en sus santas.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Laudes

Notas

  • Si Laudes es la primera celebración del día se empieza con el versículo del Invitatorio:
    V. Señor, abre mis labios.
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
    Luego puede decirse el salmo del Invitatorio, con su antífona, como se indica al comienzo, o, si se prefiere, omitido el salmo, se dice en seguida el himno. Si antes de Laudes se ha celebrado ya el Oficio de lectura, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

Es domingo; una luz nueva
resucita la mañana
con su mirada inocente,
llena de gozo y de gracia.
Es domingo; la alegría
del mensaje de la Pascua
es la noticia que llega
siempre y que nunca se gasta.
Es domingo; la pureza
no sólo la tierra baña,
que ha penetrado
en la vida por las ventanas del alma.
Es domingo; la presencia
de Cristo llena la casa:
la Iglesia, misterio y fiesta,
por él y en él convocada.
Es domingo; «éste es el día
que hizo el Señor», es la Pascua,
día de la creación
nueva y siempre renovada.
Es domingo; de su hoguera
brilla toda la semana
y vence oscuras tinieblas
en jornadas de esperanza.
Es domingo; un canto nuevo
toda la tierra le canta
al Padre, al Hijo, al Espíritu,
único Dios que nos salva. Amén.

Salmodia

Antífona 1: Mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene.

Salmo 62, 2-9

El alma sedienta de Dios

Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Antífona 2: El Señor te ha dado su fuerza; por ello serás bendita para siempre.

Dn 3,57-88.56

Toda la creación alabe al Señor

Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Antífona 3: Tu misericordia, Señor, es mi gozo y mi alegría.

Salmo 149

Alegría de los santos

Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Lectura Breve

Rom 12, 1-2

Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Responsorio Breve

V. Dios la socorre al despuntar la aurora.
R. Dios la socorre al despuntar la aurora.
V. Teniendo a Dios en medio no vacila.
R. Al despuntar la aurora.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Dios la socorre al despuntar la aurora.

Canto Evangélico

Antifona: El reino de los cielos se parece a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.

Benedictus Lc 1, 68-79

El Mesías y su precursor

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Preces

Unidos, hermanos, a las mujeres santas, aclamemos a Jesús, nuestro Salvador, y
supliquémosle diciendo:
Ven, Señor Jesús.
Señor Jesús, que perdonaste a la mujer pecadora sus muchos pecados porque tenía
mucho amor,
— perdónanos también a nosotros porque hemos pecado mucho.
Señor Jesús, que fuiste asistido en tu misión evangélica por mujeres piadosas,
— haz que también nosotros seamos fieles en nuestra misión apostólica.
Señor Jesús, a quien María escuchaba y Marta servía,
— concédenos servirte siempre con fe y amor.
Señor Jesús, que llamaste hermano, hermana y madre a todos los que cumplen tu
voluntad,
— haz que todos nosotros la cumplamos siempre de palabra y de obra.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Fieles a la recomendación del Salvador, digamos al Padre común: Padre nuestro.

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

Oración

Oremos:

Tú, Señor, que todos los años nos alegras con la fiesta de Santa Isabel de Portugal, concede a los que estamos celebrando su memoria imitar también los ejemplos de su vida santa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Si preside el obispo, es conveniente que éste bendiga al pueblo con la bendición solemne:

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R. Amén.

Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo, o bien con la bendición común:

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R. Amén.

Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:

V. Podéis ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.

En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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