Oficio de Lectura - MARTES XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de ayer, martes, 16 de septiembre de 2025.

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Venid, adoremos al Señor, Dios grande.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra!
Penetra como fuego
y divide la entraña.
¡Nada como tu voz,
es terrible tu espada!
¡Nada como tu aliento,
es dulce tu palabra!
Tenemos que vivir
encendida la lámpara,
que para virgen necia
no es posible la entrada.
No basta con gritar
sólo palabras vanas,
ni tocar a la puerta
cuando ya está cerrada.
Espada de dos filos
que me cercena el alma,
que hiere a sangre y fuego
esta carne mimada,
que mata los ardores
para encender la gracia.
Vivir de tus incendios,
luchar por tus batallas,
dejar por los caminos
rumor de tus sandalias.
¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra! Amén.

Salmodia

Antífona 1: Mi grito, Señor, llegue hasta ti; no me escondas tu rostro.

Salmo 101

DESEOS Y SÚPLICAS DE UN DESTERRADO

Dios nos consuela en todas nuestras luchas (2 Cor 1, 4).

I

Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mi;
cuando te invoco, escúchame en seguida.
Que mis días se desvanecen como humo,
mis huesos queman como brasas;
mi corazón está agostado como hierba,
me olvido de comer mi pan;
con la violencia de mis quejidos,
se me pega la piel a los huesos.
Estoy como lechuza en la estepa,
como búho entre ruinas;
estoy desvelado, gimiendo,
como pájaro sin pareja en el tejado.
Mis enemigos me insultan sin descanso;
furiosos contra mí, me maldicen.
En vez de pan, como ceniza,
mezclo mi bebida con llanto,
por tu cólera y tu indignación,
porque me alzaste en vilo y me tiraste;
mis días son una sombra que se alarga,
me voy secando como la hierba.

Antífona 2: Escucha, Señor, las súplicas de los indefensos.

II

Tú, en cambio, permaneces para siempre,
y tu nombre de generación en generación.
Levántate y ten misericordia de Sión,
que ya es hora y tiempo de misericordia.
Tus siervos aman sus piedras,
se compadecen de sus ruinas,
los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión,
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones,
quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.
Para anunciar en Sión el nombre del Señor,
y su alabanza en Jerusalén,
cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes para dar culto al Señor.

Antífona 3: Tú, Señor, cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos. (T. P. Aleluya).

III

Él agotó mis fuerzas en el camino,
acortó mis días;
y yo dije: "Dios mío, no me arrebates
en la mitad de mis días".
Tus años duran por todas las generaciones:
al principio cimentaste la tierra,
y el cielo es obra de tus manos.
Ellos perecerán, tú permaneces,
se gastarán como la ropa,
serán como un vestido que se muda.
Tú, en cambio, eres siempre el mismo,
tus años no se acabarán.
Los hijos de tus siervos vivirán seguros,
su linaje durará en tu presencia.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro del profeta Oseas 10, 1-11, 1a

LOS ÍDOLOS Y EL REY SERÁN DESTRUIDOS

Vid frondosa era Israel produciendo fruto a su aire: cuanto más aumentaba su fruto,
más aumentaba los altares; cuanto mejor era su tierra, mejores hacía las estelas.
Su corazón es doble, mas ahora van a expiar; él romperá sus altares, demolerá sus
estelas.
Entonces dirán: «No tenemos rey, porque no hemos temido a Yahveh, y el rey, ¿qué
haría por nosotros?

Pronuncian palabras, juramentos vanos, conclusión de alianzas, y el juicio florece como
hierba venenosa en los surcos del campo.
Por el becerro de Bet Aven tiemblan los habitantes de Samaria; sí, por él hace duelo su
pueblo, por él sus sacerdotes: ¡que exulten por su gloria, porque ha emigrado lejos de él!
Él también será llevado a Asiria, como ofrenda para el gran rey.
Efraím recogerá vergüenza, e Israel quedará corrida de su plan.
¡Se ha acabado Samaria! Su rey es como espuma sobre la haz del agua.
Serán destruidos los altos de Aven, el pecado de Israel. Espinas y zarzas treparán por
sus altares. Dirán entonces a los montes: «¡Cubridnos!» y a las colinas: «¡Caed sobre
nosotros!»
Desde los días de Guibeá, has pecado, Israel, ¡allí se han plantado!
¿No los alcanzará en Guibeá la guerra, a los hijos de la injusticia?
Voy a venir a visitarlos, y se aliarán pueblos contra ellos, cuando sean visitados por su
doble culpa.
Efraím era una novilla domesticada, que gustaba de la trilla; yo pasé el yugo sobre su
hermoso cuello; uncí el carro a Efraím, Judá araba, Jacob rastrillaba.
Sembraos simiente de justicia, recoged cosecha de amor, desbarbechado lo que es
barbecho; ya es tiempo de buscar a Yahveh, hasta que venga a lloveros justicia.
Habéis arado maldad, injusticia habéis segado, habéis comido fruto de mentira. Por
haber confiado en tus carros, en la multitud de tus valientes, tumulto de guerra se alzará
en tu pueblo, y todas tus fortalezas serán devastadas, como Salmán devastó a Bet Arbel el
día de la batalla, cuando la madre fue estrellada sobre sus hijos.
Eso ha hecho con vosotros Betel por vuestra redoblada maldad. ¡A la aurora
desaparecerá el rey de Israel!
Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo.

Responsorio Lc 23, 28. 30-31

R. Comenzarán a decir a los montes: “caed sobre nosotros”; y a los collados: “
Ocultadnos.” * Porque, si tratan así al árbol verde, al seco ¿cómo lo tratarán?
V. Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
R. Porque, si tratan así al árbol verde, al seco ¿cómo lo tratarán?

Segunda Lectura

Del sermón de san Agustín, obispo, sobre los pastores
(Sermón 46, 4-5: CCL. 41, 531-533)

EL EJEMPLO DE PABLO

En una ocasión en que Pablo se encontraba en una gran indigencia, preso por la
confesión de la verdad, los hermanos le enviaron con qué remediar su indigentenecesidad. Él les dio las gracias y les dijo: Al socorrer mis necesidades, habéis obrado
bien. Yo he aprendido a arreglarme en toda circunstancia. Sé vivir en pobreza y
abundancia. Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo caso, hicisteis bien en
compartir mi tribulación.
Porque trataba de darles a entender lo que se proponía, a propósito del bien que ellos
habían hecho, y no quería ser entre ellos uno de esos que se apacientan a sí mismos en
vez de a las ovejas, por eso, más que alegrarse que hubiesen acudido a remediar su
necesidad, quiso congratularse de su fecundidad en buenas obras. ¿Qué era entonces lo
que pretendía? No es que yo busque regalos, busco que los intereses se acumulen en
vuestra cuenta. "Y no para quedar yo repleto —venía a decirles—, sino para que vosotros
no os quedéis desprovistos."

Así, pues, quienes no puedan, como Pablo, sostenerse con el trabajo de sus manos, no
duden en aceptar la leche de las ovejas, para sustentarse en sus necesidades, pero que
no se olviden de las ovejas débiles. No han de buscar esto como ventaja suya, como si
anunciasen el Evangelio para remedio de su pobreza, sino con el fin de poder entregarse a
la preparación de la palabra de verdad con la que han de iluminar a los hombres. Pues son
como luminarias, según está dicho: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas; No
se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el
candelero y que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres,
para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
Si en tu casa se encendiera una lámpara, ¿no le pondrías aceite para que no se
apagara? Y, si, después de ponerle aceite, la lámpara no alumbrara, no se la colocaría en
el candelero, sino que inmediatamente se la tiraría. La necesidad autoriza, pues, a aceptar,
y la caridad, a dar los medios necesarios para la subsistencia. Y ello no porque el
Evangelio sea algo banal, como si lo recibido como medio de vida por quienes lo anuncian
fuera su precio. Si así lo estuvieran vendiendo, lo estarían malvendiendo. En efecto, si el
sustento de sus necesidades han de recibirlo del pueblo, el premio de su entrega es de
Dios de quien tienen que aguardarlo. Pues el pueblo no puede otorgar la recompensa aquienes le sirven en la caridad del Evangelio. Éstos no aguardan su premio sino del mismo
Señor de quien el pueblo espera su salvación.
Entonces, ¿por qué se increpa y acusa a aquellos pastores? Porque, mientras bebían la
leche y se vestían con lana de las ovejas, no se ocupaban de ellas. Buscaban pues, su
interés, no el de Jesucristo.

Responsorio 2 Co 12, 14-15; Flp 2, 17

R. No busco vuestros bienes, sino a vosotros mismos; pues no deben los hijos atesorar
para los padres, sino los padres para los hijos; yo gustosamente gastaré por vosotros todo
lo que tengo, * me consumiré yo mismo todo entero por el bien de vuestras almas.
V. Y si mi sangre fuese derramada como libación sobre el sacrificio y ofrenda de vuestra
fe, me alegraría por ello.
R. Me consumiré yo mismo todo entero por el bien de vuestras almas.

Oración

Oremos:

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos, y para que sintamos el efecto de
tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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