Oficio de Lectura - SÁBADO IV SEMANA DE PASCUA 2024

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de hoy, sábado, 27 de abril de 2024.

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1
  • Himno 2

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!
Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!
Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!
Cristo es nuestra esperanza
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!
Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya! Amén.

La bella flor que en el suelo
plantada se vio marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
De tierra estuvo cubierto,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerto.
Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
más no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.
Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.
Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Salmodia

Antífona 1: El Señor los rescató de la opresión. (T. P. Aleluya).

Salmo 77, 40-72

BONDAD DE DIOS E INFIDELIDAD DEL PUEBLO A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Estas cosas sucedieron en figura para nosotros (1 Cor 10,6).

IV

¡Qué rebeldes fueron en el desierto,
enojando a Dios en la estepa!
Volvían a tentar a Dios,
a irritar al santo de Israel,
sin acordarse de aquella mano
que un día los rescató de la opresión:
cuando hizo prodigios en Egipto,
portentos en el campo de Soán;
cuando convirtió en sangre los canales
y los arroyos, para que no bebieran;
cuando les mandó tábanos que les picasen,
y ranas que los hostigasen;
cuando entregó a la langosta sus cosechas,
y al saltamontes el fruto de sus sudores;
cuando aplastó con granizo sus viñedos,
y con escarcha sus higueras;
cuando entregó sus ganados al pedrisco,
y al rayo sus rebaños;
cuando lanzó contra ellos el incendio de su ira,
su cólera, su furor, su indignación
y, despachando a los siniestros mensajeros,
dio curso libre a su ira:
no los salvó de la muerte,
entregó sus vidas a la peste;
cuando hirió a los primogénitos de Egipto,
a las primicias de la virilidad en las tiendas de Cam.

Antífona 2: Los hizo llegar el Señor hasta el monte que su diestra había adquirido. (T. P. Aleluya).

V

Sacó como un rebaño a su pueblo,
los guió como un hato por el desierto,
los condujo seguros, sin alarmas,
mientras el mar cubría a sus enemigos;
los hizo entrar por las santas fronteras,
hasta el monte que su diestra había adquirido;
ante ellos rechazó a las naciones,
les asignó por suerte su heredad:
instaló en sus tiendas a las tribus de Israel.
Pero ellos tentaron al Dios Altísimo y se rebelaron,
negándose a guardar sus preceptos;
desertaron y traicionaron como sus padres,
fallaron como un arco engañoso;
con sus altozanos lo irritaban,
con sus ídolos provocaban sus celos.
Dios los oyó y se indignó,
y rechazó totalmente a Israel;
abandonó su morada de Silo,
la tienda en que habitaba con los hombres;
abandonó sus valientes al cautiverio,
su orgullo a las manos enemigas;
entregó su pueblo a la espada,
encolerizado contra su heredad;
el fuego devoraba a los jóvenes,
y las novias ya no tenían cantos;
los sacerdotes caían a espada,
y sus viudas no los lloraban.

Antífona 3: Escogió a la tribu de Judá y eligió a David, su siervo, para pastorear a Israel, su heredad. (T. P. Aleluya).

VI

Pero el Señor se despertó como de un sueño,
como un soldado vencido por el vino:
hirió al enemigo en la espalda,
infligiéndole una derrota perdurable.
Repudió las tiendas de José,
no escogió la tribu de Efraín;
escogió la tribu de Judá
y el monte Sión, su preferido.
Construyó su santuario como el cielo,
como a la tierra lo cimentó para siempre.
Escogió a David, su siervo,
lo sacó de los apriscos del rebaño;
de andar tras las ovejas, lo llevó
a pastorear a su pueblo, Jacob,
a Israel, su heredad.
Los pastoreó con corazón íntegro,
los guiaba con mano inteligente.

Versículo

V. Dios nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Aleluya.
R. Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Aleluya.

Lecturas

Primera Lectura

De los Hechos de los apóstoles 15, 36-16, 15

COMIENZO DEL SEGUNDO VIAJE DE PABLO

Después de pasado algún tiempo, dijo Pablo a Bernabé:
«Vamos a recorrer todas las ciudades donde hemos predicado la palabra del Señor,
para visitar a los hermanos y ver cómo están.»
Bernabé quería llevar consigo también a Juan, llamado Marcos. Pero Pablo era de
parecer que no debían llevar a uno que los había abandonado desde Panfilia, y no los
había acompañado en la obra de la evangelización. Se acaloraron los ánimos hasta el
punto de separarse el uno del otro. Bernabé, tomando consigo a Marcos, se embarcó para
Chipre; Pablo, en cambio, tomando por compañero a Silas, y encomendado por los
hermanos a la gracia del Señor, salió a recorrer Siria y Cilicia, fortaleciendo a las Iglesias
en la fe.
Así llegó a Derbe y, luego, a Listra. Había aquí un discípulo, llamado Timoteo, hijo de
una mujer judía creyente y de padre griego, y muy bien considerado por los fieles de
Listra y de Iconio. Decidió Pablo tomarlo por compañero; y, para eso, lo hizo circuncidar a
causa de los judíos que vivían en aquella región; porque todos sabían que su padre era
griego. Según iban recorriendo los pueblos, les comunicaban los decretos de los apóstoles
y presbíteros de Jerusalén, para que los guardasen. Así las Iglesias se fortalecían en la fe y
crecían de día en día en número de fieles.
Atravesaron Frigia y el país de Galacia, pues el Espíritu Santo les había prohibido
predicar el Evangelio en la provincia romana de Asia, y, llegados a Misia, intentaron pasar
a Bitinia; pero tampoco se lo permitió el Espíritu de Jesús. Atravesando, pues, Misia,
bajaron a Tróade. Por la noche, tuvo Pablo una visión, se le apareció un macedonio que le
suplicaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos.»

Después de la visión, buscamos en seguida oportunidad para pasar a Macedonia,
porque estábamos seguros de que Dios nos llamaba para predicarles el Evangelio.
Zarpando, pues, de Tróade, navegamos directos a Samotracia y, al día siguiente, llegamos
a Neápolis. De allí a Filipos, colonia romana y una de las primeras ciudades de este distrito
de Macedonia, donde pasamos algunos días. El sábado salimos fuera de la puerta, junto a
la orilla del río, al lugar donde pensábamos que había un lugar destinado a la oración. Nos
sentamos y hablamos con las mujeres que se habían reunido allí. Una mujer, llamada
Lidia, negociante en púrpura, de la ciudad de Tiatira, y que adoraba al verdadero Dios,
nos escuchaba con toda atención. El Señor dispuso su corazón para que acogiese
favorablemente la doctrina que enseñaba Pablo, y se hizo bautizar con todos los suyos.
Luego nos hizo este ruego:
«Si efectivamente me tenéis por fiel discípula del Señor, entrad en mi casa y alojaos
allí.»
Y nos obligó a ello.

Responsorio 1 Tm 2, 4-5; Hch 16, 9

R. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la
verdad. * Porque hay un solo Dios, y único es el mediador entre Dios y los hombres.
Aleluya.
V. Por la noche, tuvo Pablo una visión: se le apareció un macedonio que le suplicaba:
«Pasa a Macedonia y ayúdanos.»
R. Porque hay un solo Dios, y único es el mediador entre Dios y los hombres. Aleluya.

Segunda Lectura

Del comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre la carta a los Romanos
(Cap.15, 7: PG 74, 854-855)

ALCANZÓ A TODOS LA MISERICORDIA DIVINA Y FUE SALVADO TODO EL MUNDO

Nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo y somos miembros los unos de los
otros, y es Cristo quien nos une mediante los vínculos de la caridad, tal como está escrito:
Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que losseparaba: el odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas. Conviene, pues,
que tengamos un mismo sentir: que, si un miembro sufre, los demás miembros sufran con
él y que, si un miembro es honrado, se alegren todos los miembros.
Acogeos mutuamente —dice el Apóstol—, como Cristo os acogió para gloria de Dios.
Nos acogeremos unos a otros si nos esforzamos en tener un mismo sentir; llevando los
unos las cargas de los otros, conservando la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.
Así es como nos acogió Dios a nosotros en Cristo. Pues no engaña el que dice: Tanto amó
Dios al mundo, que le entregó su Hijo por nosotros. Fue entregado, en efecto, como
rescate para la vida de todos nosotros, y así fuimos arrancados de la muerte, redimidos de
la muerte y del pecado. Y el mismo Apóstol explica el objetivo de esta realización de los
designios de Dios, cuando dice que Cristo consagró su ministerio al servicio de los judíos,
por exigirlo la fidelidad de Dios. Pues, como Dios había prometido a los patriarcas que los
bendeciría en su descendencia futura y que los multiplicaría como las estrellas del cielo,
por esto apareció en la carne y se hizo hombre el que era Dios y la Palabra en persona, el
que conserva toda cosa creada y da a todos la incolumidad; por su condición de Dios. Vino
a este mundo en la carne, mas no para ser servido, sino, al contrario, para servir, como
dice él mismo, y entregar su vida por la redención de todos. Él afirma haber venido de
modo visible para cumplir las promesas hechas a Israel. Decía en efecto: Sólo me han

enviado a las ovejas descarriadas de Israel. Por esto, con verdad afirma Pablo que Cristo
consagró su ministerio al servicio de los judíos, para dar cumplimiento a las promesas
hechas a los padres y para que los paganos alcanzasen misericordia, y así ellos también le
diesen gloria cómo a creador y hacedor, salvador y redentor de todos. De este modo
alcanzó a todos la misericordia divina, sin excluir a los paganos, de manera que el designio
de la sabiduría de Dios en Cristo obtuvo su finalidad; por la misericordia de Dios, en
efecto, fue salvado todo el mundo, en lugar de los que se habían perdido.

Responsorio Hch 13, 46-47

R. A vosotros, antes que a nadie, debíamos anunciar la palabra de Dios, mas, como la
rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, * nosotros nos volvemos ahora a las
naciones. Aleluya.
V. Así nos lo ordena el Señor: «Te he puesto como luz de los pueblos.»
R. Nosotros nos volvemos ahora a las naciones. Aleluya.

Oración

Oremos:

Dios todopoderoso y eterno, concédenos vivir siempre en plenitud el misterio pascual,
para que, renacidos en el bautismo, demos fruto abundante de vida cristiana y
alcancemos, finalmente, las alegrías eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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