El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de hoy, domingo, 16 de noviembre de 2025.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Primicias son del sol de su Palabra
las luces fulgurantes de este día;
despierte el corazón, que es Dios quien llama,
y su presencia es la que ilumina.
Jesús es el que viene y el que pasa
en Pascua permanente entre los hombres,
resuena en cada hermano su palabra,
revive en cada vida sus amores.
Abrid el corazón, es él quien llama
con voces apremiantes de ternura;
venid: habla, Señor, que tu palabra
es vida y salvación de quien la escucha.
El día del Señor, eterna Pascua,
que nuestro corazón inquieto espera,
en ágape de amor ya nos alcanza,
solemne memorial en toda fiesta.
Honor y gloria al Padre que nos ama,
y al Hijo que preside esta asamblea,
cenáculo de amor le sea el alma,
su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.
Antífona 1: El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Salmo 1
LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE
Felices los que poniendo su esperanza en la cruz, se sumergieron en las aguas del bautismo.
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
Antífona 2: Yo mismo he establecido a mi rey en Sión, mi monte santo.
Salmo 2
¿POR QUÉ SE AMOTINAN LAS NACIONES?
Verdaderamente se aliaron contra su santo siervo Jesús, tu Ungido (Hech 4, 27).
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
"rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo".
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
"yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo".
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho:
"Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza".
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
Antífona 3: Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
Salmo 3
CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA
Durmió el Señor el sueño de la muerte y resucitó del sepulcro porque el Padre fue su ayuda (S. Ireneo).
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
"Ya no lo protege Dios".
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.
Del libro del profeta Ezequiel 16, 3. 5b-7a. 8-15. 37a. 40-43
JERUSALÉN, ESPOSA INFIEL DE DIOS
Esto dice el Señor:
«¡Jerusalén, eres cananea de casta y de cuna! Tu padre era amorreo y tu madre era
hitita. Te arrojaron a campo abierto, asqueados de ti, el día en que naciste.
Yo pasé junto a ti y te vi agitándote en tu propia sangre, y te dije mientras yacías en tu
sangre: "Sigue viviendo y crece como la hierba de los campos." Creciste y te desarrollaste,
y llegaste a la flor de la juventud.
Yo pasé de nuevo a tu lado y te vi. Estabas ya en la edad del amor. Extendí sobre ti mi
manto para cubrir tu desnudez; me comprometí contigo en juramento, me uní en alianza
contigo -oráculo del Señor-, y fuiste mía. Te bañé en el agua, te lavé la sangre y te ungí
con aceite. Te vestí con vestidos recamados, te calcé con piel fina, te ceñí de lino y te
cubrí de seda. Te engalané con joyas: te puse pulseras en los brazos y un collar al cuello.
Coloqué pendientes en tus oídos y una diadema espléndida en tu cabeza. Brillabas así de
oro y plata, cubierta de lino, seda y bordados; comías flor de harina, miel y aceite; te
hiciste cada día más hermosa y adquiriste el esplendor de una reina. Cundió entre los
pueblos la fama de tu belleza, por la magnificencia de que yo te había revestido -oráculo
del Señor-.
Entonces te sentiste segura de tu belleza, y amparada en tu fama fornicaste y te
prostituiste con el primero que pasaba.
Por eso, aquí me tienes: voy a reunir a todos tus amantes a los que complaciste.
Traerán un tropel contra ti que te apedreará y te descuartizará a cuchilladas. Prenderán
fuego a tus casas, y ejecutarán en ti la sentencia en presencia de muchas mujeres; así
dejarás de prostituirte y no volverás a pagar el salario de prostituta. Desahogaré mi ira
contra ti y apartaré luego de ti mi cólera; me serenaré y no volveré a irritarme. Por no
haberte acordado de tu juventud, por haberme provocado con todas estas cosas, también
yo te pagaré según tu conducta -oráculo del Señor-. ¿No has añadido la infamia a todas
tus abominaciones?
Así dice el Señor: Actuaré contigo conforme a tus acciones, pues menospreciaste el
juramento y quebrantaste la alianza. Pero yo me acordaré de la alianza que hice contigo
en los días de tu adolescencia, y haré contigo una alianza eterna. Tú te acordarás de tu
conducta y te sonrojarás, al acoger a tus hermanas, las mayores y las más pequeñas;
pues yo te las daré como hijas, mas no en virtud de tu alianza. Yo mismo haré alianza
contigo y sabrás que yo soy el Señor, para que te acuerdes y te sonrojes y no vuelvas a
abrir la boca de vergüenza, cuando yo te perdone todo lo que hiciste -oráculo del Señor-.»
R. Como a mujer abandonada te he vuelto a llamar; en un arranque de ira te escondí mi
rostro; * pero te amo con amor eterno, lo dice el Señor, tu redentor.
V. Me acordaré de la alianza que hice contigo en los días de tu adolescencia, y haré
contigo una alianza eterna.
R. Pero te amo con amor eterno, lo dice el Señor, tu redentor.
De los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 95,14. 15: CCL 39,1351-1353)
NO PONGAMOS RESISTENCIA A SU PRIMERA VENIDA, Y NO TEMEREMOS LA SEGUNDA
Aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la
tierra. Vino una primera vez, pero vendrá de nuevo. En su primera venida, pronunció estas
palabras que leemos en el Evangelio: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre viene
sobre las nubes. ¿Qué significa: Desde ahora? ¿Acaso no ha de venir más tarde el Señor,
cuando prorrumpirán en llanto todos los pueblos de la tierra? Primero vino en la persona
de sus predicadores, y llenó todo el orbe de la tierra. No pongamos resistencia a su
primera venida, y no temeremos la segunda.
¿Qué debe hacer el cristiano, por tanto? Servirse de este mundo, no servirlo a él. ¿Qué
quiere decir esto? Que los que tienen han de vivir como si no tuvieran, según las palabras
del Apóstol: Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución
que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran;
los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran;
los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de
este mundo se termina. Quiero que os ahorréis preocupaciones. El que se ve libre de
preocupaciones espera seguro la venida de su Señor. En efecto, ¿qué clase de amor a
Cristo es el de aquel que teme su venida? ¿No nos da vergüenza, hermanos? Lo amamos
y, sin embargo, tememos su venida.
¿De verdad lo amamos? ¿No será más bien que amamos nuestros pecados? Odiemos elpecado, y amemos al que ha de venir a castigar el pecado. Él vendrá, lo queramos o no;
el hecho de que no venga ahora no significa que no haya de venir más tarde. Vendrá, y no
sabemos cuándo; pero, si nos halla preparados, en nada nos perjudica esta ignorancia.
Aclamen los árboles del bosque. Vino la primera vez, y vendrá de nuevo a juzgar a la
tierra; hallará aclamándolo con gozo, porque ya llega, a los que creyeron en su primera
venida.
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. ¿Qué significan esta justicia y
esta fidelidad? En el momento de juzgar reunirá junto a sí a sus elegidos y apartará de sí
a los demás, ya que pondrá a unos a la derecha y a otros a la izquierda. ¿Qué más justo y
equitativo que no esperen misericordia del juez aquellos que no quisieron practicar la
misericordia antes de la venida del juez? En cambio, los que se esforzaron en practicar la
misericordia serán juzgados con misericordia. Dirá, en efecto, a los de su derecha: Venid,
vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la
creación del mundo. Y les tendrá en cuenta sus obras de misericordia: Porque tuve
hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber, y lo que sigue.
Y a los de su izquierda ¿qué es lo que les tendrá en cuenta? Que no quisieron practicar
la misericordia. ¿Y a dónde irán? Id al fuego eterno. Esta mala noticia provocará en ellos
grandes gemidos. Pero, ¿qué dice otro salmo? El recuerdo del justo será perpetuo. No
temerá las malas noticias. ¿Cuál es la mala noticia? Id al fuego eterno preparado para eldiablo y sus ángeles. Los que se alegrarán por la buena noticia no temerán la mala. Ésta
es la justicia y la fidelidad de que habla el salmo.
¿Acaso, porque tú eres injusto, el juez no será justo? O, ¿porque tú eres mendaz, no
será veraz el que es la verdad en persona? Pero, si quieres alcanzar misericordia, sé tú
misericordioso antes de que venga: perdona los agravios recibidos, da de lo que te sobra.
Lo que das ¿de quién es sino de él? Si dieras de lo tuyo, sería generosidad, pero porquedas de lo suyo es devolución. ¿Tienes algo que no hayas recibido? Éstas son las víctimas
agradables a Dios: la misericordia, la humildad, la alabanza, la paz, la caridad. Si se las
presentamos, entonces podremos esperar seguros la venida del juez que regirá el orbe
con justicia y los pueblos con fidelidad.
R. El Hijo del hombre vendrá revestido de la gloria de su Padre y escoltado por sus
ángeles; * y entonces pagará a cada uno según su conducta.
V. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
R. Y entonces pagará a cada uno según su conducta.
Se dice el Te Deum
Oremos:
Señor, Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte
a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo
, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.