El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de hoy, lunes, 22 de diciembre de 2025.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: El Señor está cerca, venid, adorémosle.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
La pena que la tierra soportaba
a causa del pecado, se ha trocado
en canto que brota jubiloso,
en labios de María pronunciado.
El sí de las promesas ha llegado,
la alianza se cumple, poderosa,
el Verbo eterno de los cielos
con nuestra débil carne se desposa.
Misterio que sólo la fe alcanza,
María es nuevo templo de la gloria,
rocío matinal, nube que pasa,
luz nueva en presencia misteriosa.
A Dios sea la gloria eternamente,
y al Hijo suyo amado, Jesucristo,
el que quiso nacer para nosotros
y darnos su Espíritu divino. Amén.
Antífona 1: ¡Qué bueno es el Dios de Israel para los justos! (T. P. Aleluya).
Salmo 72
POR QUÉ SUFRE EL JUSTO
¡Dichoso el que no se siente defraudado por mí! (Mt 11, 6).
I
¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!
Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.
Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y orondos;
no pasan las fatigas humanas,
ni sufren como los demás.
Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de las carnes les rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.
Insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo.
Y su lengua recorre la tierra.
Por eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: "¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?"
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.
Antífona 2: Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.
II
Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he lavado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?
Si yo dijera: "Voy a hablar con ellos",
renegaría de la estirpe de tus hijos.
Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.
Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.
Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.
Antífona 3: Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden. (T. P. Aleluya).
III
Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.
Pero yo siempre estaré contigo,
tú agarras mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.
¿No te tengo a ti en el cielo?
Y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi lote perpetuo.
Sí: los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.
Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y contar todas tus acciones
en las puertas de Sión.
V. Escuchad, naciones, la palabra del Señor.
R. Y proclamadla en todos los confines de la tierra.
Del libro del profeta Isaías 43, 1-13
LIBERACIÓN DE ISRAEL
Así dice el Señor tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel:
«No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas
por las aguas, yo estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no
te quemarás, ni la llama prenderá en ti.
Porque yo soy el Señor tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. He puesto por expiación
tuya a Egipto, a Kus y Seba en tu lugar dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado,
y yo te amo. Pondré la humanidad en tu lugar, y los pueblos en pago de tu vida. No
temas, que yo estoy contigo.
Desde Oriente haré volver tu raza, y desde Poniente te reuniré. Diré al Norte:
"Dámelos"; y al Sur: "No los retengas". Traeré a mis hijos de lejos, y a mis hijas de los
confines de la tierra; a todos los que se llamen por mi nombre, a los que para mi gloria
creé, plasmé e hice.»
Haced salir al pueblo ciego, aunque tiene ojos, y sordo, aunque tiene orejas.
Congréguense todas las gentes y reúnanse los pueblos. ¿Quién de entre ellos anuncia eso,
y desde antiguo nos lo hace oír? Aduzcan sus testigos, y que se justifiquen; que se oiga
para que se pueda decir: «Es verdad.»
Vosotros sois mis testigos —oráculo del Señor— y mi siervo a quien elegí, para que me
conozcáis y me creáis a mí mismo, y entendáis que yo soy: Antes de mí no fue formado
otro dios, ni después de mí lo habrá. Yo, yo soy el Señor, y fuera de mí no hay salvador. Yo
lo he anunciado, he salvado y lo he hecho saber, y no hay entre vosotros ningún extraño.
Vosotros sois mis testigos —oráculo del Señor— y yo soy Dios; yo lo soy desde siempre, y
no hay quien libre de mi mano. Yo lo tracé, y ¿quién lo revocará?
R. Vosotros sois mis testigos —oráculo del Señor—, y mis siervos a quienes escogí, * para
que supierais y me creyerais, para que comprendierais que soy yo.
V. El que ha venido del cielo está por encima de todos y habla como testigo de cosas que
ha visto y oído.
R. Para que supierais y me creyerais, para que comprendierais que soy yo.
De la Exposición de san Beda el Venerable, presbítero, sobre el evangelio de san Lucas
(Libro 1, 46-55: CCL 120, 37-39)
MAGNIFICAT
María dijo: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador.
«El Señor —dice— me ha engrandecido con un don tan inmenso y tan inaudito, que no
hay posibilidad de explicarlo con palabras, ni apenas el afecto más profundo del corazón
es capaz de comprenderlo; por ello ofrezco todas las fuerzas del alma en acción de
gracias, y me dedico con todo mi ser, mis sentidos y mi inteligencia a contemplar con
agradecimiento la grandeza de aquel que no tiene fin, ya que mi espíritu se complace en
la eterna divinidad de Jesús, mi salvador, con cuya temporal concepción ha quedado
fecundada mi carne.»
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
Se refiere al comienzo del himno, donde había dicho: Proclama mi alma la grandeza del
Señor. Porque sólo aquella alma a la que el Señor se digna hacer grandes favores puede
proclamar la grandeza del Señor con dignas alabanzas y dirigir a quienes comparten los
mismos votos y propósitos una exhortación como ésta: Proclamad conmigo la grandeza
del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Pues quien, una vez que haya conocido al Señor, tenga en menos el proclamar su
grandeza y santificar su nombre en la medida de sus fuerzas será el menos importante en
el reino de los cielos. Ya que el nombre del Señor se llama santo, porque con su singular
poder trasciende a toda criatura y dista ampliamente de todas las cosas que ha hecho.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia. Bellamente llama a Israel
siervo del Señor, ya que efectivamente el Señor lo ha acogido para salvarlo por ser
obediente y humilde, de acuerdo con lo que dice Oseas: Israel es mi siervo, y yo lo amo.
Porque quien rechaza la humillación tampoco puede acoger la salvación, ni exclamar
con el profeta: Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida, y el que se haga pequeño
como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.
Como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia
por siempre. No se refiere a la descendencia carnal de Abrahán, sino a la espiritual, o sea,
no habla de los nacidos solamente de su carne, sino de los que siguieron las huellas de su
fe, lo mismo dentro que fuera de Israel. Pues Abrahán había creído antes de la
circuncisión, y su fe le fue tenida en cuenta para la justificación.
De modo que el advenimiento del Salvador se le prometió a Abrahán y a su
descendencia por siempre, o sea, a los hijos de la promesa, de los que se dice: Si sois de
Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.
Con razón, pues, fueron ambas madres quienes anunciaron con sus profecías los
nacimientos del Señor y de Juan, para que, así como el pecado empezó por medio de las
mujeres, también los bienes comiencen por ellas, y la vida que pereció por el engaño de
una sola mujer sea devuelta al mundo por la proclamación de dos mujeres que compiten
por anunciar la salvación.
R. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, * porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí: su nombre es santo.
V. Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
R. Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
Oremos:
Señor Dios, que con la venida de tu Hijo has querido redimir al hombre sentenciado a
muerte, compadecido del hombre caído y, quisiste redimirlo, concede a los que van a
adorarlo, hecho niño en Belén, participar de los bienes de su redención. Por nuestro Señor
Jesucristo.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.