Oficio de Lectura - JUEVES DE LA XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, jueves, 27 de noviembre de 2025.

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Entrad en la presencia del Señor con vítores.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la Palabra?
A la voz de tu aliento
se estremeció la nada;
la hermosura brilló
y amaneció la gracia.
Señor, ¿a quién iremos,
si tu voz nos habla?
Nos hablas en las voces
de tu voz semejanza:
en los goces pequeños
y en las angustias largas.
Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la Palabra?
En los silencios íntimos
donde se siente el alma,
tu clara voz creadora
despierta la nostalgia.
¿A quién iremos, Verbo,
entre tantas palabras?
Al golpe de la vida,
perdemos la esperanza;
hemos roto el camino
y el roce de tu planta.
¿A dónde iremos, dinos,
Señor, si no nos hablas?
¡Verbo del Padre, Verbo
de todas las mañanas,
de las tardes serenas,
de las noches cansadas!
¿A dónde iremos, Verbo,
si tú eres la Palabra? Amén.

Salmodia

Antífona 1: Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre. (T. P. Aleluya).

Salmo 43

ORACIÓN DEL PUEBLO EN LAS CALAMIDADES

En todo vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado (Rom 8, 37).

I

Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.
Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.
Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria,
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas.
Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.
Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.
Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.

Antífona 2: Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

II

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.
Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dispersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.
Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.
Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

Antífona 3: Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia. (T. P. Aleluya).

III

Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.
Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.
Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?
Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro del profeta Ezequiel 38, 14-39, 10

SABRÁN QUE YO SOY EL SEÑOR

En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
«Hijo de hombre, profetiza contra Gog: Esto dice el Señor: Aquel día, cuando mi pueblo
Israel habite confiado, te despertarás y vendrás desde tu territorio, desde el norte remoto,
con tropas, aliadas incontables, todos montados a caballo mi milicia, un ejército inmenso y
atacarás a mi pueblo Israel lo mismo que un nublado hasta cubrir el país para que al ver
mi santidad actuando sobre ti Gog, me reconozcan las naciones.
Esto dice el Señor: Tú eres aquel de quien hablé antiguamente por mis siervos los
profetas de Israel; ya entonces profetizaron que yo te traería contra ellos. Aquel día,
cuando Gog invada la tierra de Israel -oráculo del Señor-brotará mi cólera y mi
indignación. En el fuego de mi furia y en mi pasión lo juro: aquel día habrá un gran
terremoto en la tierra de Israel, temblarán en mi presencia los peces del mar y las aves
del cielo, las fieras del campo y los reptiles del suelo, y todos los hombres de la superficie
de la tierra. Se derrumbarán las montañas, los barrancos se despeñarán y las murallas se
desplomarán.
Daré cita contra él a la espada -oráculo del Señor-, y la espada de cada uno se volverá
contra su hermano. Pleitearé contra él con peste y con sangre; haré que lluevan trombas

de agua y granizo, fuego y azufre sobre él y sus huestes y sus tropas aliadas incontables.
Mostraré mi grandeza y mi santidad y me daré a conocer a muchas naciones, y sabrán
que yo soy el Señor.
Y tú, hijo de hombre, profetiza así contra Gog: Esto dice el Señor: Aquí estoy contra ti,
Gog, adalid y caudillo de Mesec y Tubal, voy a revolverte y a sacarte, te levantaré en el
norte remoto y te llevaré a los montes de Israel. De un golpe te tiraré del arco de la mano
izquierda, y las flechas se te caerán de la mano derecha. En los montes de Israel caeréis,
tú con todas tus huestes y las tropas que vienen contigo. Te daré como pasto a todas las
aves de rapiña y a las fieras salvajes. Caerás en campo abierto, pues yo lo he dicho oráculo
del Señor-.
Enviaré fuego contra Magog y los que habitan confiados en las islas, para que sepan
que yo soy el Señor. Daré a conocer mi nombre santo en medio de mi pueblo Israel; ya no
profanaré mi nombre santo, y sabrán las naciones que yo soy el Señor, el Santo de Israel.
Mira que llega, que sucede -oráculo del Señor-: es el día que predije.
Saldrán los vecinos de las villas de Israel y prenderán y quemarán las armas: arco y
flechas, adarga y escudo, venablo y jabalina; harán fuego con ellas durante siete años. No
tendrán que acarrear leña del monte ni tendrán que cortarla en los bosques, pues harán
fuego con las armas. Saquearán a sus saqueadores y despojarán a sus despojadores oráculo
del Señor-.»

Responsorio Ez 38, 19; Mt 24, 27

R. En el fuego de mi furia y en mi pasión lo juro: * aquel día habrá un gran terremoto en
la tierra de Israel.
V. Como el relámpago sale del oriente y se deja ver hasta el occidente, así será la venida
del Hijo del hombre.
R. Aquel día habrá un gran terremoto en la tierra de Israel.

Segunda Lectura

De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Mateo
(Homilía 33, 1. 2: PG 57, 389-390)

SI SOMOS OVEJAS VENCEMOS. SI NOS CONVERTIMOS EN LOBOS SOMOS VENCIDOS

Mientras somos ovejas vencemos y superamos a los lobos, aunque nos rodeen en gran
número; pero si nos convertimos en lobos entonces somos vencidos, porque nos vemosprivados de la protección del pastor. Éste, en efecto, no pastorea lobos, sino ovejas, y por
esto te abandona y se aparta entonces de ti, porque no le dejas mostrar su poder.
Es como si dijera: «No os alteréis por el hecho de que os envío en medio de lobos y al
mismo tiempo os mando que seáis como ovejas y como palomas. Hubiera podido hacer
que fuera al revés y enviaros de modo que no tuvierais que sufrir mal alguno ni
enfrentaros como ovejas ante lobos, podía haberos hecho más temibles que leones; pero
eso no era lo conveniente, porque así vosotros hubierais perdido prestigio y yo la ocasión
de manifestar mi poder. Es lo mismo que decía a Pablo: Te basta mi gracia, que en la
debilidad se muestra perfecto mi poder. Así es como yo he determinado que fuera.» Al
decir: Os envío como ovejas, dice implícitamente: «No desmayéis: yo sé muy bien que de
este modo sois invencibles.»
Pero además, para que pusieran también ellos algo de su parte y no pensaran que todo
había de ser pura gracia y que habían de ser coronados sin mérito propio, añade: Sed,
pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas. «Mas, ¿de qué servirá nuestra
prudencia -es como sí dijesen-en medio de tantos peligros? ¿Cómo podremos ser
prudentes en medio de tantos embates? Por mucha que sea la prudencia de la oveja, ¿de
qué le aprovechará cuando se halle en medio de los lobos, y en tan gran número? Por
mucha que sea la sencillez de la paloma, ¿de qué le servirá, acosada por tantos
gavilanes?» Ciertamente, la prudencia y la sencillez no sirven para nada a estos animales
irracionales, pero a vosotros os sirven de mucho.
Pero veamos cuál es la prudencia que exige el Señor. «Como serpientes -dice-. Así
como a la serpiente no le importa perderlo todo, aunque sea seccionado su cuerpo, con tal
que conserve la cabeza, así también tú –dice-debes estar dispuesto a perderlo todo, tu
dinero, tu cuerpo y aun la misma vida, con tal que conserves la fe. La fe es la cabeza y la
raíz; si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo recuperarás luego con creces.» Así

pues, no te manda que seas sólo sencillo ni sólo prudente, sino ambas cosas a la vez,
porque en ello consiste la verdadera virtud. La prudencia de la serpiente te hará
invulnerable a los golpes mortales; la sencillez de la paloma frenará tus impulsos de
venganza contra los que te dañan o te ponen asechanzas, pues, sin esto, en nada
aprovecha la prudencia.
Nadie piense que estos mandatos son imposibles de cumplir. El Señor conoce más que
nadie la naturaleza de las cosas: él sabe que la violencia no se vence con la violencia, sino
con la mansedumbre.

Responsorio Mt 10, 16; Jn 12, 36

R. Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos -dice el Señor-; * sed prudentes
como serpientes y sencillos como palomas.
V. Mientras tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz.
R. Sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas.

Oración

Oremos:

Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a
tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo
, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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