Oficio de Lectura - JUEVES I SEMANA DE ADVIENTO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, jueves, 4 de diciembre de 2025. Otras celebraciones del día: San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: El Señor está cerca, venid, adorémosle.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida es su vida, su Amor es su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.

Salmodia

Antífona 1: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen. (T. P. Aleluya).

Salmo 17, 31-51

EL SEÑOR REVELA SU PODER SALVADOR

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rom 8, 31)

IV

Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
él es escudo para los que a él se acogen.
¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto.
Él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.

Antífona 2: Tu diestra, Señor, me sostuvo. (T. P. Aleluya).

V

Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos,
y no flaquearon mis tobillos;
yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo,
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.
Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.
Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebata el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.
Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.
Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.

Antífona 3: Viva el Señor, bendito sea mi Dios y Salvador. (T. P. Aleluya).

VI

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
el Dios que me dio el desquite
y me sometió los pueblos;
que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.
Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.

Versículo

V. Escuchad, naciones, la palabra del Señor.
R. Y proclamadla en todos los confines de la tierra.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro del profeta Isaías 10, 5-21

EL DÍA DEL SEÑOR

¡Ay, Asur, bastón de mi ira, vara que mi furor maneja! Contra gente impía voy a guiarlo,
contra el pueblo de mi cólera voy a mandarlo, a saquear saqueo y pillar pillaje, y hacer
que lo pateen como el lodo de las calles. Pero él no se lo figura así, ni su corazón así lo
estima, sino que su intención es arrasar y exterminar gentes no pocas. Pues dice:
«¿No son mis jefes todos ellos reyes? ¿No es Kalnó como Karkemis? ¿No es Jamat como
Arpad? ¿No es Samaría como Damasco? Como alcanzó mi mano a los reinos de los ídolos
—cuyas estatuas eran más que las de Jerusalén y Samaría— como hice con Samaría y sus
ídolos, ¿no haré asimismo con Jerusalén y sus simulacros?»
Pues bien, cuando hubiere dado remate el Señor a todas sus empresas en el monte
Sión y en Jerusalén, pasará revista al fruto del engreimiento del rey de Asiria y al orgullo
altivo de sus ojos. Porque dijo:
«Con el poder de mi mano lo hice, y con mi sabiduría, porque soy inteligente, he
borrado las fronteras de los pueblos, sus almacenes he saqueado, y he abatido como un
fuerte a sus habitantes. Como un nido ha alcanzado mi mano la riqueza de los pueblos, y
como se recogen huevos abandonados, he recogido yo toda la tierra, y no hubo quien
aleteara ni abriera el pico ni piara.»
¿Acaso se jacta el hacha frente al que corta con ella?, ¿o se tiene por más grande la
sierra que el que la blande? ¡Como si la vara moviera al que la levanta! ¡Como si a quien
no es madera el bastón alzara!
Por eso enviará el Señor de los ejércitos entre sus bien comidos, enflaquecimiento, y,
debajo de su opulencia, encenderá un incendio como de fuego. La luz de Israel vendrá a
ser fuego, y su Santo, llama; arderá y devorará su espino y su zarza en un solo día, y el
esplendor de su bosque y de su vergel en alma y en cuerpo será consumido: será como el
languidecer de un enfermo. Lo que quede de los árboles de su bosque será tan poco, que
un niño los podrá contar.
Aquel día no volverán ya el resto de Israel y los bien librados de la casa de Jacob a
apoyarse en el que los hiere, sino que se apoyarán con firmeza en el Señor. Un resto
volverá, el resto de Jacob, al Dios poderoso.

Responsorio Jl 2, 1. 2; 2 Pe 3, 10

R. Tiemblen los habitantes del país: que viene, ya está cerca el día del Señor. * Día de
oscuridad y tinieblas, día de nube y nubarrón.
V. Vendrá el día del Señor como un ladrón: entonces desaparecerán los cielos con
estruendo, los elementos abrasados se disolverán y la tierra con todas sus obras dejará de
existir.
R. Día de oscuridad y tinieblas, día de nube y nubarrón.

Segunda Lectura

Del Comentario de san Efrén, diácono, sobre el Diatésaron
(Cap. 18,15-17: SC 121, 325-328)

VIGILAD, PUES VENDRÁ DE NUEVO

Para atajar toda pregunta de sus discípulos sobre el momento de su venida, Cristo dijo:
Esa hora nadie la sabe, ni los ángeles ni el Hijo. No os toca a vosotros conocer los tiempos
y las fechas. Quiso ocultarnos esto para que permanezcamos en vela y para que cada uno
de nosotros pueda pensar que ese acontecimiento se producirá durante su vida. Si el
tiempo de su venida hubiera sido revelado, vano sería su advenimiento, y las naciones y
siglos en que se producirá ya no lo desearían. Ha dicho muy claramente que vendrá, pero
sin precisar en qué momento. Así todas las generaciones y todas las épocas lo esperan
ardientemente.
Aunque el Señor haya dado a conocer las señales de su venida, no se advierte con
claridad el término de las mismas, pues, sometidas a un cambio constante, estas señales
han aparecido y han pasado ya; más aún, continúan todavía. La última venida del Señor,
en efecto, será semejante a la primera. Pues, del mismo modo que los justos y los
profetas lo deseaban, porque creían que aparecería en su tiempo, así también cada uno
de los fieles de hoy desea recibirlo en su propio tiempo, por cuanto que Cristo no ha
revelado el día de su aparición. Y no lo ha revelado para que nadie piense que él,
dominador de la duración y del tiempo, está sometido a alguna necesidad o a alguna hora.
Lo que el mismo Señor ha establecido, ¿cómo podría ocultársele, siendo así que él mismo
ha detallado las señales de su venida? Ha puesto de relieve esas señales para que, desde
entonces, todos los pueblos y todas las épocas pensaran que el advenimiento de Cristo se
realizaría en su propio tiempo.
Velad, pues cuando el cuerpo duerme, es la naturaleza quien nos domina; y nuestra
actividad entonces no está dirigida por la voluntad, sino por los impulsos de la naturaleza.
Y cuando reina sobre el alma un pesado sopor —por ejemplo, la pusilanimidad o la
melancolía—, es el enemigo quien domina al alma y la conduce contra su propio gusto. Se
adueña del cuerpo la fuerza de la naturaleza, y del alma el enemigo.

Por eso ha hablado nuestro Señor de la vigilancia del alma y del cuerpo, para que el
cuerpo no caiga en un pesado sopor ni el alma en el entorpecimiento y el temor, como
dice la Escritura: Sacudíos la modorra, como es razón; y también: Me he levantado y estoy
contigo; y todavía: No os acobardéis. Por todo ello, nosotros, encargados de este
ministerio, no nos acobardamos.

Responsorio Is 55, 3-4; Hch 28, 28

R. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David, * lo he puesto
como testigo mío ante los pueblos, caudillo y soberano de naciones.
V. Esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles, y ciertamente que lo escucharán.
R. Lo he puesto como testigo mío ante los pueblos, caudillo y soberano de naciones.

Oración

Oremos:

Despierta tu poder, Señor, y ven a socorrernos con tu fuerza; que tu amor y tu perdón
apresuren la salvación que nuestros pecados retardaron. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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