El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, martes, 28 de octubre de 2025.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, Dios grande.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra!
Penetra como fuego
y divide la entraña.
¡Nada como tu voz,
es terrible tu espada!
¡Nada como tu aliento,
es dulce tu palabra!
Tenemos que vivir
encendida la lámpara,
que para virgen necia
no es posible la entrada.
No basta con gritar
sólo palabras vanas,
ni tocar a la puerta
cuando ya está cerrada.
Espada de dos filos
que me cercena el alma,
que hiere a sangre y fuego
esta carne mimada,
que mata los ardores
para encender la gracia.
Vivir de tus incendios,
luchar por tus batallas,
dejar por los caminos
rumor de tus sandalias.
¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra! Amén.
Antífona 1: Encomienda tu camino al Señor, y él actuará. (T. P. Aleluya).
Salmo 36
LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra (Mt 5, 4).
I
No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.
Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:
cohibe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.
Antífona 2: Apártate del mal y haz el bien, porque el Señor ama la justicia. (T. P. Aleluya).
II
El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.
Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.
Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.
El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;
pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.
El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.
El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.
Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.
Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.
Antífona 3: Confía en el Señor y sigue su camino. (T. P. Aleluya).
III
La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.
El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.
Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.
Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.
Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.
El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él.
Del libro del profeta Jeremías 36,1-10.21-32
EL REY QUEMA EL LIBRO DE LAS PROFECÍAS DE JEREMÍAS
El año cuarto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, vino a Jeremías esta palabra del
Señor:
«Coge un volumen de escribir y escribe en él todas las palabras que te he dicho sobre
Judá y Jerusalén y sobre todas las naciones, desde el día en que comencé a hablarte,
siendo rey Josías, hasta hoy. A ver si escuchan los de la casa de Judá las amenazas que
pienso ejecutar contra ellos, y se convierte cada cual de su mal camino, y puedo perdonar
sus crímenes y pecados.»
Entonces Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, para que escribiese en el volumen, al
dictado de Jeremías, todas las palabras que el Señor le había dicho. Después Jeremías le
ordenó a Baruc:
«Yo estoy impedido y no puedo entrar en el templo. Entra tú en el templo un día de
ayuno y lee en el volumen que has escrito al dictado las palabras del Señor, de modo que
las oiga el pueblo y todos los judíos que vienen de sus poblaciones al templo del Señor. A
ver si llegan sus súplicas a la presencia del Señor, y se convierte cada cual de su mala
conducta; porque es grande la ira y la cólera que anuncia el Señor a este pueblo.»
Baruc, hijo de Nerías, cumplió todo lo que le mandó el profeta Jeremías, leyendo en el
volumen las palabras del Señor, en el templo.
El año quinto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, el mes noveno, se proclamó un
ayuno en presencia del Señor para toda la población de Jerusalén y para los que venían de
sus ciudades judías a Jerusalén. En presencia de todo el pueblo leyó Baruc en el volumen
las palabras de Jeremías, en el templo, desde la habitación de Gamarías, hijo de Safán, el
escriba, en el atrio superior, a la entrada de la puerta Nueva del templo.
Entonces el rey envió a Yehudí a traer el volumen, y Yehudí lo trajo de la habitación deElisama, el secretario. Éste lo leyó ante el rey y ante los dignatarios que estaban de pie
alrededor del rey. El rey estaba sentado en las habitaciones de invierno (era el noveno
mes), y tenía un brasero encendido. Cada vez que Yehudí terminaba de leer tres o cuatro
columnas, el rey las cortaba con un cortaplumas y las arrojaba al fuego del brasero. Hasta
que todo el volumen se consumió en el fuego del brasero. Pero ni el rey ni sus ministros
se asustaron al oír las palabras del libro ni rasgaron sus vestiduras. Y aunque Elnatán,
Delayas y Gamarías instaban al rey que no quemase el volumen, él no les hizo caso.
Entonces el rey mandó a Yerajmeel, príncipe real, a Serayas, hijo de Azriel, y a
Salamías, hijo de Abdeel, a arrestar a Baruc, el escriba, y a Jeremías, el profeta. Pero el
Señor los escondió.
Después que el rey quemó el volumen con las palabras escritas por Baruc, al dictado
de Jeremías, vino a Jeremías esta palabra del Señor:
«Toma otro volumen y escribe en él todas las palabras que había en el primero,
quemado por Joaquín, rey de Judá. Y a Joaquín, rey de Judá, le dirás: "Así dice el Señor:
Tú has quemado este volumen diciendo: '¿Por qué has escrito en él que el rey de
Babilonia vendrá ciertamente a destruir este país y a aniquilar en él hombre y ganado?'
Por eso, así dice el Señor a Joaquín, rey de Judá: No tendrá descendiente en el trono de
David; su cadáver será arrojado al calor del día y al frío de la noche. Castigaré sus
crímenes en él, en su descendencia y en sus siervos; y haré venir sobre ellos y sobre los
habitantes de Jerusalén y sobre los judíos todas las amenazas con que los he conminado,
sin que ellos me escuchen.
Jeremías tomó otro volumen y se lo entregó a Baruc hijo de Nerías, el escriba, para
que escribiese en él, a su dictado, todas las palabras del libro quemado por Joaquín, rey
de Judá. Y se añadieron otras muchas palabra semejantes.
R. El Señor os enviaba a sus siervos, los profetas, y no quisisteis escuchar. * Que se
convierta cada uno de su mala conducta.
V. El que procede de Dios escucha las palabras de Dios; por eso no las escucháis vosotros,
porque no sois de Dios.
R. Que se convierta cada uno de su mala conducta.
De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios
(Caps. 24,1-5; 27,1-29,1: Funk 1, 93-97)
DIOS ES FIEL EN SUS PROMESAS
Consideremos, amadísimos hermanos, cómo Dios no cesa de alentarnos con la
esperanza de una futura resurrección, de la que nos ha dado ya las primicias al resucitar
de entre los muertos al Señor Jesucristo. Estemos atentos, amados hermanos, al mismo
proceso natural de la resurrección que contemplamos todos los días: el día y la noche
ponen ya ante nuestros ojos como una imagen de la resurrección: la noche se duerme, el
día se levanta; el día termina, la noche lo sigue. Pensemos también en nuestras cosechas:
¿Qué es la semilla y cómo la obtenemos? Sale el sembrador y arroja en tierra unos granos
de simiente, y lo que cae en tierra, seco y desnudo, se descompone; pero luego, de su
misma descomposición, el Dueño de todo, en su divina providencia, lo resucita, y de un
solo grano saca muchos, y cada uno de ellos lleva su fruto.
Tengamos, pues, esta misma esperanza y unamos con ella nuestras almas a aquel que
es fiel en sus promesas y justo en sus juicios. Quien nos prohibió mentir ciertamente no
mentirá, pues nada es imposible para Dios, fuera de la mentira. Reavivemos, pues,
nuestra fe en él y creamos que todo está, de verdad, en sus manos.
Con una palabra suya creó el universo, y con una palabra lo podría también aniquilar.
¿Quién puede decirle: "Qué has hecho" o "quién puede resistir la fuerza de su brazo"? Él
lo hace todo cuando quiere y como quiere, y nada dejará de cumplirse de cuanto él ha
decretado. Todo está presente ante él, y nada se opone a su querer, pues el cielo
proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le
pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra; sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón.
Siendo, pues, así que todo está presente ante él y que él todo lo contempla, tengamos
temor de ofenderlo y apartémonos de todo deseo impuro de malas acciones, a fin de que
su misericordia nos defienda en el día del juicio. Porque ¿quién de nosotros podría huir de
su poderosa mano? ¿Qué mundo podría acoger a un desertor de Dios? Dice, en efecto, en
cierto lugar, la Escritura: ¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si
escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. ¿En qué lugar,
pues, podría alguien refugiarse para escapar de aquel que lo envuelve todo?
Acerquémonos, por tanto, al Señor con un alma santificada, levantando hacia él
nuestras manos puras e incontaminadas; amenos con todas nuestras fuerzas al que es
nuestro Padre, amante y misericordioso, y que ha hecho de nosotros su pueblo de
elección.
R. Señor, Rey omnipotente, todo está sometido a tu poder y no hay quien pueda resistir a
tu voluntad. * Redímenos por tu misericordia.
V. Tú hiciste el cielo y la tierra y cuantas maravillas existen bajo el cielo.
R. Redímenos por tu misericordia.
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, y, para conseguir
tus promesas, concédenos amar tus preceptos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.