El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, viernes, 12 de diciembre de 2025. Otras celebraciones del día: Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América latina y de las Islas Filipinas .
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: El Señor está cerca, venid, adorémosle.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.
Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.
Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.
Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida es su vida, su Amor es su amor
serían un día su gracia y su don.
Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.
Antífona 1: Señor, no me castigues con cólera.
Salmo 37
SEÑOR, NO ME CORRIJAS CON IRA
Todos sus conocidos se mantenían a distancia (Lc 23, 49).
I
Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera;
tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí;
no hay parte ilesa en mi carne
a causa de tu furor,
no tienen descanso mis huesos
a causa de mis pecados;
mis culpas sobrepasan mi cabeza,
son un peso superior a mis fuerzas.
Antífona 2: Señor, todas mis ansias están en tu presencia. (T. P. Aleluya).
II
Mis llagas están podridas y supuran
por causa de mi insensatez;
voy encorvado y encogido,
todo el día camino sombrío.
Tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne;
estoy agotado, deshecho del todo;
rujo con más fuerza que un león.
Señor mío,
todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos;
siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.
Mis amigos y compañeros
se alejan de mí,
mis parientes se quedan a distancia;
me tienden lazos
los que atentan contra mí,
los que desean mi daño
me amenazan de muerte,
todo el día murmuran traiciones.
Antífona 3: Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío. (T. P. Aleluya).
III
Pero yo, como un sordo, no oigo;
como un mudo no abro la boca;
soy como uno que no oye
y no puede replicar.
En ti, Señor, espero,
y tú me escucharás, Señor, Dios mío;
esto pido:
que no se alegren por mi causa,
que, cuando resbale mi pie,
no canten triunfo.
Porque yo estoy a punto de caer,
y mi pena no se aparta de mí:
yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado.
Mis enemigos mortales son poderosos,
son muchos
los que me aborrecen sin razón,
los que me pagan males por bienes,
los que me atacan
cuando procuro el bien.
No me abandones, Señor;
Dios mío, no te quedes lejos;
ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.
V. Derrama, Señor, tu misericordia sobre nosotros.
R. Danos tu salvación, según tu promesa.
Del libro de Rut 2, 14-23
REGRESO DE RUT JUNTO A NOEMÍ
Al tiempo del refrigerio, le dijo Booz:
— Acércate aquí y come de nuestro pan, remoja tu porción en el aguachirle.
Ella se sentó al lado de los segadores y él le alargó trigo tostado; ella lo comió hasta
saciarse y dejó de sobra.
Después se levantó para recoger espigas, y Booz ordenó a sus empleados diciendo:
Dajadla que recoja espigas también entre las gavillas y no la molestéis. También iréis
soltando para ella algunas espigas de los manojos y las abandonaréis para que las recoja;
y no la molestéis.
Recogió espigas en el campo hasta la tarde; amontonó después las espigas que había
recogido, y resultó como una carga de cebada. Se lo cargó y se fue a la ciudad; y mostró
a su suegra las espigas que había recogido. A continuación sacó lo que le había sobrado
después de saciarse y se lo dio. Le dijo su suegra:
— ¿Dónde has recogido espigas hoy y dónde has trabajado? ¡Bendito el que se ha
preocupado por ti!
Luego relató a su suegra con quien había trabajado, diciendo:
— El hombre con quien he trabajado hoy se llama Booz.
Noemí dijo a su nuera:
— ¡Bendito sea el Señor, que no ha dejado sin su misericordia ni a vivos ni a difuntos!
Ese hombre —siguió diciendo Noemí— es un familiar próximo a nosotras, es uno de
nuestros padrinos.
Entonces dijo Rut la moabita:
— También me dijo: Únete a mis empleadas hasta finalizar toda la siega de mi
propiedad.
Entonces dijo Noemí a su nuera Rut:
— Es bueno, hija mía, que salgas con sus empleadas, para que nadie te moleste en
otro campo.
Así que se unió a las empleadas de Booz para recoger espigas durante toda la siega
de las cebadas y la siega de los trigos. Luego regresó a su casa.
R. El Señor ha redimido a su pueblo, * según lo había predicho desde antiguo por boca de
sus santos profetas.
V. El Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo.
R. Según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Del tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías
(Libro 5,19,1; 20, 2; 21,1: SC 153, 248-250. 260-264)
EVA Y MARÍA
El Señor vino y se manifestó en una verdadera condición humana que lo sostenía,
siendo a su vez ésta su humanidad sostenida por él, y, mediante la obediencia en el árbol
de la cruz, llevó a cabo la expiación de la desobediencia cometida en otro árbol, al mismo
tiempo que liquidaba las consecuencias de aquella seducción con la que había sido
vilmente engañada la virgen Eva, ya destinada a un hombre, gracias a la verdad que el
ángel evangelizó a la Virgen María, prometida también a un hombre.
Pues de la misma manera que Eva, seducida por las palabras del diablo, se apartó de
Dios, desobedeciendo su mandato, así María fue evangelizada por las palabras del ángel,
para llevar a Dios en su seno, gracias a la obediencia a su palabra. Y si aquélla se dejó
seducir para desobedecer a Dios, ésta se dejó persuadir a obedecerle, con lo que la Virgen
María se convirtió en abogada de la virgen Eva.
Así, al recapitular todas las cosas, Cristo fue constituido cabeza, pues declaró la
guerra a nuestro enemigo, derrotó al que en un principio, por medio de Adán, nos había
hecho prisioneros, y quebrantó su cabeza, como encontramos dicho por Dios a la
serpiente en el Génesis: Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la
suya; ella te herirá en la cabeza, cuando tú la hieras en el talón.
Con estas palabras, se proclama de antemano que aquel que había de nacer de una
doncella y ser semejante a Adán habría de quebrantar la cabeza de la serpiente. Y esta
descendencia es aquella misma de la que habla el Apóstol en su carta a los Gálatas: La ley
se añadió hasta que llegara el descendiente beneficiario de la promesa.
Y lo expresa aún con más claridad en otro lugar de la misma carta, cuando dice: Pero
cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer. Pues el enemigo
no hubiese sido derrotado con justicia si su vencedor no hubiese sido un hombre nacido
de mujer. Ya que por una mujer el enemigo había dominado desde el principio al hombre,
poniéndose en contra de él.
Por esta razón el mismo Señor se confiesa Hijo del hombre, y recapitula en sí mismo
a aquel hombre primordial del que se hizo aquella forma de mujer: para que así como
nuestra raza descendió a la muerte a causa de un hombre vencido, ascendamos del
mismo modo a la vida gracias a un hombre vencedor.
R. Fue enviado el ángel Gabriel a una virgen desposada con un hombre llamado José, para
anunciarle el mensaje; y se turbó la virgen ante su resplandor. «No temas, María, porque
has hallado gracia a los ojos de Dios: * Concebirás y darás a luz un hijo, el cual será
llamado Hijo del Altísimo.»
V. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob para
siempre.
R. Concebirás y darás a luz un hijo, el cual será llamado Hijo del Altísimo.
Oremos:
Señor, que tu pueblo permanezca en vela aguardando la venida de tu Hijo, para que,
siguiendo las enseñanzas de nuestro Salvador, salgamos a su encuentro, cuando él llegue,
con las lámparas encendidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.