Oficio de Lectura - DOMINGO V DE PASCUA 2024

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, domingo, 28 de abril de 2024. Otras celebraciones del día: SAN PEDRO CHANEL, PRESBÍTERO Y MÁRTIR , SAN LUIS MARÍS GRIÑON DE MONTFORT, PRESBÍTERO .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1
  • Himno 2

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!
Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!
Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!
Cristo es nuestra esperanza
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!
Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya! Amén.

La bella flor que en el suelo
plantada se vio marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
De tierra estuvo cubierto,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerto.
Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
más no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.
Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.
Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Salmodia

Antífona 1: Aleluya. La piedra ha sido removida de la entrada del sepulcro. Aleluya.

Salmo 1

LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE

Felices los que poniendo su esperanza en la cruz, se sumergieron en las aguas del bautismo.

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.

Antífona 2: Aleluya. ¿A quién buscas, mujer?, ¿al que vive entre los muertos? Aleluya.

Salmo 2

¿POR QUÉ SE AMOTINAN LAS NACIONES?

Verdaderamente se aliaron contra su santo siervo Jesús, tu Ungido (Hech 4, 27).

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
"rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo".
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
"yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo".
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho:
"Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza".
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!

Antífona 3: Aleluya. No llores, María; ha resucitado el Señor. Aleluya.

Salmo 3

CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA

Durmió el Señor el sueño de la muerte y resucitó del sepulcro porque el Padre fue su ayuda (S. Ireneo).

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
"Ya no lo protege Dios".
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.

Versículo

V. Mi corazón se alegra. Aleluya.
R. Y te canto agradecido. Aleluya.

Lecturas

Primera Lectura

De los Hechos de los apóstoles 16, 16-40

DIFICULTADES DE PABLO EN FILIPOS

En aquellos días, yendo una vez nosotros al lugar de la oración, nos salió al encuentro
una esclava, poseída de un demonio adivino, que con sus predicciones proporcionaba a
sus amos pingües ganancias. Siguiendo detrás de Pablo y de nosotros, comenzó a gritar:
«Estos hombres son servidores del Dios altísimo y os anuncian el camino de la salvación.»
Así lo hizo muchos días. Molestado, por fin, Pablo, se volvió y conminó así al espíritu:
«En nombre de Jesucristo, te mando que salgas de esta mujer.»
Y en el mismo instante salió. Viendo sus amos que se habían esfumado todas las
esperanzas que tenían de lucro, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza
pública, ante la autoridad. Los hicieron comparecer ante los pretores y dijeron: «Estos
hombres están revolviendo nuestra ciudad. Son judíos, y enseñan costumbres que
nosotros, romanos, no podemos aceptar ni poner en práctica.»
El pueblo se amotinó contra ellos, y los pretores mandaron que, desnudos, fuesen
azotados con varas. Después de haberles dado muchos golpes, los echaron a la cárcel y
encargaron al carcelero que los vigilara con toda precaución. Ante este mandato, el
carcelero los metió en lo más profundo del calabozo y sujetó sus pies en el cepo. Hacia
media noche, Pablo y Silas, puestos en oración, cantaban himnos a Dios, mientras los
demás presos los escuchaban. De pronto, se produjo un terremoto tan fuerte que
vacilaron los cimientos de la cárcel; se abrieron todas las puertas y se soltaron las cadenas
de todos. Despertó el carcelero y, al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada

con intención de quitarse la vida, pues creía que los presos se habían escapado. Pero
Pablo le gritó: «No te hagas ningún daño, que estamos todos aquí.»
El carcelero pidió luz, se lanzó adentro y, temblando, se arrojó a los pies de Pablo y
Silas. Luego, los sacó afuera y les preguntó: «Señores, ¿qué tengo que hacer para
salvarme?»
Le dijeron: «Cree en Jesús, el Señor, y seréis salvos tú y tu familia.»
Y le expusieron la doctrina del Señor a él y a todos los de su casa. Y, en aquella misma
hora de la noche, los llevó consigo y les lavó las heridas; en seguida, recibió el bautismo él
con todos los suyos, y, haciéndolos subir a su casa, les puso la mesa, contentísimo, lo
mismo que toda su familia, de haber creído en Dios. Llegado el día, los pretores enviaron
a los lictores a decir al carcelero: «Pon en libertad a esos hombres.»
El carcelero hizo llegar a Pablo esta noticia: «Los pretores han enviado a decir que os
deje en libertad. Ahora, pues, salid y marchad en paz.»
Pero Pablo le contestó: «Con que a nosotros, ciudadanos romanos, sin proceso de
ningún género, nos han azotado públicamente y nos han arrojado a la cárcel, ¿y ahora,
con todo sigilo, nos echan a la calle? De ningún modo. Que vengan ellos mismos, y que
nos saquen.»
Los lictores comunicaron estas palabras a los pretores, quienes cobraron miedo al
enterarse de que eran romanos. Vinieron, pues, a presentarles sus excusas; los sacaron
fuera y les rogaron que se marchasen de la ciudad. Pablo y Silas, una vez que salieron de
la cárcel, entraron en casa de Lidia y, después de haber visto y animado a los hermanos,
se fueron.

Responsorio Hch 16, 30. 31; Jn 6, 29

R. ¿Qué tengo que hacer para salvarme? * Cree en Jesús, el Señor, y seréis salvos tú y tu
familia. Aleluya.
V. Ésta es la obra de Dios: que creáis plenamente en aquel que él ha enviado.
R. Cree en Jesús, el Señor, y seréis salvos tú y tu familia. Aleluya.

Segunda Lectura

De los sermones de san Máximo de Turín, obispo
(Sermón 53,1-2. 4: CCL 23, 214-216)

CRISTO, DÍA SIN OCASO

La resurrección de Cristo destruye el poder del abismo, los recién bautizados renuevan
la tierra, el Espíritu Santo abre las puertas del cielo. Porque el abismo, al ver sus puertas
destruidas, devuelve los muertos, la tierra, renovada, germina resucitados, y el cielo,
abierto, acoge a los que ascienden.
El ladrón es admitido en el paraíso, los cuerpos de los santos entran en la ciudad santa
y los muertos vuelven a tener su morada entre los vivos. Así, como si la resurrección de
Cristo fuera germinando en el mundo, todos los elementos de la creación se ven
arrebatados a lo alto.
El abismo devuelve sus cautivos, la tierra envía al cielo a los que estaban sepultados
en su seno, y el cielo presenta al Señor a los que han subido desde la tierra: así, con un
solo y único acto, la pasión del Salvador nos extrae del abismo, nos eleva por encima de lo
terreno y nos coloca en lo más alto de los cielos.
La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores, gloria
para los santos. Por esto el salmista invita a toda la creación a celebrar la resurrección de
Cristo, al decir que hay que alegrarse y llenarse de gozo en este día en que actuó el Señor.

La luz de Cristo es día sin noche, día sin ocaso. Escucha al Apóstol que nos dice que
este día es el mismo Cristo: La noche está avanzando, el día se echa encima. La noche
está avanzando, dice, porque no volverá más. Entiéndelo bien: una vez que ha amanecido
la luz de Cristo, huyen las tinieblas del diablo y desaparece la negrura del pecado porque
el resplandor de Cristo destruye la tenebrosidad de las culpas pasadas.
Porque Cristo es aquel Día a quien el Día, su Padre, comunica el íntimo ser de ladivinidad. Él es aquel Día, que dice por boca de Salomón: Yo hice nacer en el cielo una luz
inextinguible.
Así como no hay noche que siga al día celeste, del mismo modo las tinieblas del
pecado no pueden seguir la santidad de Cristo. El día celeste resplandece, brilla, fulgura
sin cesar y no hay oscuridad que pueda con él. La luz de Cristo luce, ilumina, destella
continuamente y las tinieblas del pecado no pueden recibirla: por ello dice el evangelista
Juan: La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Por ello, hermanos, hemos de alegrarnos en este día santo. Que nadie se sustraiga del
gozo común a causa de la conciencia de sus pecados, que nadie deje de participar en la
oración del pueblo de Dios, a causa del peso de sus faltas. Que nadie, por pecador que se
sienta, deje de esperar el perdón en un día tan santo. Porque, si el ladrón obtuvo el
paraíso, ¿cómo no va a obtener el perdón el cristiano?

Responsorio

R. La magnificencia del Señor está por encima de los cielos: * su majestad resplandece
sobre las nubes y su nombre permanece para siempre. Aleluya.
V. Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo.
R. Su majestad resplandece sobre las nubes y su nombre permanece para siempre.
Aleluya

Se dice el Te Deum

Himno Te Deum

  • Himno 1
  • Himno 2
  • Himno 3

Te Deum

Versión española

A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te aclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.

[La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.]
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

Te Deum

Versión latinoamericana

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

[La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.]
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalo por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

Te Deum Laudamus

Versión en latín

Te Deum laudámus: * te Dóminum confitémur.
Te aetérnum Patrem, * omnis terra venerátur.
Tibi omnes ángeli, * tibi caeli et univérsae potestátes:
tibi chérubim et séraphim * incessábili voce proclámant:
Sanctus, * Sanctus, * Sanctus * Dóminus Deus Sábaoth.
Pleni sunt caeli et terra * maiestátis glóriae tuae.
Te gloriósus * apostolórum chorus,
te prophetárum * laudábilis númerus,
te mártyrum candidátus * laudat exércitus.
Te per orbem terrárum * sancta confitétur Ecclésia,
Patrem * imménsae maiestátis;
venerándum tuum verum * et únicum Fílium;
Sanctum quoque * Paráclitum Spíritum.
Tu rex glóriae, * Christe.
Tu Patris * sempitérnus es Fílius.
Tu, ad liberándum susceptúrus hóminem, *
non horruísti Vírginis úterum.
Tu, devícto mortis acúleo, *
aperuísti credéntibus regna caelórum.
Tu ad déxteram Dei sedes, * in glória Patris.
Iudex créderis * esse ventúrus.
Te ergo quaésumus, tuis fámulis súbveni, *
quos pretióso sánguine redemísti.
Aetérna fac cum Sanctis tuis * in glória numerári.

[Lo que sigue puede omitirse]
Salvum fac pópulum tuum Dómine, *
et bénedic haereditáti tuae.
Et rege eos, * et extólle illos usque in aetérnum.
Per síngulos dies, * benedícimus te;
et laudámus nomen tuum in saéculum, *
et in saéculum saéculi.
Dignáre, Dómine, die isto, * sine peccáto nos custodíre.
Miserére nostri, Dómine, * miserére nostri.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, *
quemádmodum sperávimus in te.
In te, Dómine, sperávi: * non confúndar in aetérnum.

Oración

Oremos:

Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos
siempre con amor de padre y que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la
libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Apps - Android - iPhone - iPad