Oficio de Lectura - SÁBADO I SEMANA DE ADVIENTO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, sábado, 6 de diciembre de 2025. Otras celebraciones del día: SAN NICOLÁS, OBISPO .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: El Señor está cerca, venid, adorémosle.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida es su vida, su Amor es su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.

Salmodia

Antífona 1: Cantad al Señor y meditad sus maravillas. (T. P. Aleluya).

Salmo 104

LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN REALIZA LAS PROMESAS HECHAS POR DIOS A ABRAHÁN

Los apóstoles revelan a las naciones las maravillas realizadas por Dios en su venida (S. Atanasio).

I

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas,
gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac,
confirmado como ley para Jacob,
como alianza eterna para Israel:
"A ti te daré el país cananeo,
como lote de vuestra heredad".
Cuando eran unos pocos mortales,
contados, y forasteros en el país,
cuando erraban de pueblo en pueblo,
de un reino a otra nación,
a nadie permitió que los molestase,
y por ellos castigó a reyes:
"No toquéis a mis ungidos,
no hagáis mal a mis profetas".

Antífona 2: No abandonó al justo vendido, sino que lo libró de sus calumniadores. (T. P. Aleluya).

II

Llamó al hambre sobre aquella tierra:
cortando el sustento de pan;
por delante había enviado a un hombre,
a José, vendido como esclavo;
le trabaron los pies con grillos,
le metieron el cuello en la argolla,
hasta que se cumplió su predicción,
y la palabra del Señor lo acreditó.
El rey lo mandó desatar,
el Señor de pueblos le abrió la prisión,
lo nombró administrador de su casa,
señor de todas sus posesiones,
para que a su gusto instruyera a los príncipes
y enseñase sabiduría a los ancianos.

Antífona 3: Se acordó el Señor de su palabra y sacó a su pueblo con alegría. (T. P. Aleluya).

III

Entonces Israel entró en Egipto,
Jacob se hospedó en la tierra de Cam.
Dios hizo a su pueblo muy fecundo,
más poderoso que sus enemigos.
A éstos les cambió el corazón
para que odiasen a su pueblo,
y usaran malas artes con sus siervos.
Pero envió a Moisés, su siervo,
y a Aarón, su escogido,
que hicieron contra ellos sus signos,
prodigios en la tierra de Cam.
Envió la oscuridad, y oscureció,
pero ellos resistieron a sus palabras;
convirtió sus aguas en sangre,
y dio muerte a sus peces;
su tierra pululaba de ranas,
hasta en la alcoba del rey.
Ordenó que vinieran tábanos
y mosquitos por todo el territorio;
les dio en vez de lluvia granizo,
llamas de fuego por su tierra;
e hirió higueras y viñas,
tronchó los árboles del país.
Ordenó que viniera la langosta,
saltamontes innumerables,
que roían la hierba de su tierra,
y devoraron los frutos de sus campos.
Hirió de muerte a los primogénitos del país,
primicias de su virilidad.
Sacó a su pueblo cargado de oro y plata,
y entre sus tribus nadie tropezaba;
los egipcios se alegraban de su marcha,
porque los había sobrecogido el terror.
Tendió una nube que los cubriese,
y un fuego que los alumbrase de noche.
Lo pidieron, y envió codornices,
los sació con pan del cielo;
hendió la peña, y brotaron las aguas,
que corrieron en ríos por el desierto.
Porque se acordaba de la palabra sagrada,
que había dado a su siervo Abrahán,
sacó a su pueblo con alegría,
a sus escogidos con gritos de triunfo.
Les asignó las tierras de los gentiles,
y poseyeron las haciendas de las naciones:
para que guarden sus decretos,
y cumplan su ley.

Versículo

V. El Señor anuncia su palabra a Jacob.
R. Sus decretos y mandatos a Israel.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro del profeta Isaías 13, 1-22

EL DÍA DEL SEÑOR

Oráculo contra Babilonia, que contempló Isaías, hijo de Amós:
Sobre el monte pelado izad la bandera, levantad la voz a ellos, agitad la mano y que
entren por las puertas de los nobles. Yo he mandado a mis consagrados y también he
llamado a mis valientes, para ejecutar mi ira a mis gallardos.
Escuchad: ¡Ruido estruendoso en los montes, como de mucha gente! ¡Ruido
estrepitoso de reinos, naciones reunidas! el Señor de los ejércitos pasa revista a su tropa
de combate. Vienen de tierra lejana, del cabo de los cielos, el Señor y los instrumentos de
su enojo para arrasar toda la tierra.

Ululad, que cercano está el Día del Señor, como la destrucción de Sadday viene. Por
eso todos los brazos decaen y todo corazón humano se derrite. Se empavorecen,
angustias y apuros les sobrecogen, cual parturienta se duelen. Cada cual se asusta de su
prójimo. Son los suyos rostros llameantes. He aquí que el Día del Señor viene implacable,
el arrebato, el ardor de su ira, a convertir la tierra en yermo y exterminar de ella a los
pecadores. Cuando las estrellas del cielo y la constelación de Orión no alumbren ya, esté
oscurecido el sol en su salida y no brille la luz de la luna.
Pasaré revista al orbe por su malicia y a los malvados por su culpa. Haré cesar la
arrogancia de los insolentes, y la soberbia de los desmandados humillaré. Haré que el
hombre sea más escaso que el oro fino, y la humanidad más que metal de Ofir. Por eso
haré temblar los cielos, y se removerá la tierra de su sitio, en el arrebato del Señor de los
ejércitos, en el día de su ira hirviente. Será como gacela acosada, como ovejas cuando no
hay quien las reúna: cada uno enfilará hacia su pueblo, cada uno huirá hacia su tierra.
Todo el que fuere descubierto será traspasado, y todo el que fuere apresado caerá por la
espada. Sus párvulos serán estrellados ante sus ojos, serán saqueadas sus casas, y sus
mujeres violadas.
He aquí que yo despierto contra ellos a los medos, que no estiman la plata, ni desean
el oro. Machacarán a todos sus muchachos, estrellarán a todas sus muchachas, del fruto
del vientre no se apiadarán ni de las criaturas tendrán lástima sus ojos.
Babilonia, la flor de los reinos, prez y orgullo de Caldea, será semejante a Sodoma y
Gomorra, destruidas por Dios. No será habitada jamás ni poblada en generaciones y
generaciones, ni pondrá tienda allí el árabe, ni pastores apacentarán allí. Allí tendrán
aprisco bestias del desierto y se llenarán sus casas de mochuelos. Allí morarán las
avestruces y los sátiros brincarán allí. Se responderán las hienas en sus alcázares y los
chacales en sus palacios de recreo. Su hora está para llegar y sus días no tendrán
prórroga.

Responsorio Ap 18, 2. 4. 5

R. Grande es el día del Señor, terrible es, ¿quién lo resistirá? * Pero ahora convertíos al
Señor, vuestro Dios, porque es compasivo y misericordioso.
V. Ha llegado el día grande de la ira del que está sentado en el trono y del Cordero: y
¿quién podrá resistir?
R. Pero ahora convertíos al Señor, vuestro Dios, porque es compasivo y misericordioso.

Segunda Lectura

Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, sobre los bienes de la paciencia
(Núms. 13 y 15: CSEL 3, 406-408)

LA ESPERANZA NOS SOSTIENE

Es saludable aviso del Señor, nuestro maestro, que el que persevere hasta el final se
salvará. Y también este otro: Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos
míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Hemos de tener paciencia, y perseverar, hermanos queridos, para que, después de
haber sido admitidos a la esperanza de la verdad y de la libertad, podamos alcanzar la
verdad y la libertad mismas. Porque el que seamos cristianos es por la fe y la esperanza;
pero es necesaria la paciencia, para que esta fe y esta esperanza lleguen a dar su fruto.
Pues no vamos en pos de una gloria presente; buscamos la futura, conforme a la
advertencia del apóstol Pablo cuando dice: En esperanza fuimos salvados. Y una
esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que se
ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia. Así pues, la
esperanza y la paciencia nos son necesarias para completar en nosotros lo que hemos
empezado a ser, y para conseguir, por concesión de Dios, lo que creemos y esperamos.
En otra ocasión, el mismo Apóstol recomienda a los justos que obran el bien y
guardan sus tesoros en el cielo para obtener el ciento por uno, que tengan paciencia,
diciendo: Mientras tenemos ocasión, trabajemos por el bien de todos, especialmente por
el de la familia de la fe. No nos cansemos de hacer el bien, que, si no desmayamos, a su
tiempo cosecharemos.
Estas palabras exhortan a que nadie, por impaciencia, decaiga en el bien obrar o,
solicitado y vencido por la tentación, renuncie en medio de su brillante carrera echando así
a perder el fruto de lo ganado, por dejar sin terminar lo que empezó.
En fin, cuando el Apóstol habla de la caridad, une inseparablemente con ella la
constancia y la paciencia: La caridad es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni
se engríe; no es mal educada ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; disculpa sin
límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. Indica, pues, que la caridad
puede permanecer, porque es capaz de sufrirlo todo.
Y en otro pasaje escribe: Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener
la unidad del Espíritu, con el vinculo de la paz. Con esto enseña que no puede conservarse
ni la unidad ni la paz si no se ayudan mutuamente los hermanos y no mantienen el vínculo
de la unidad, con auxilio de la paciencia.

Responsorio Ha 2, 3; Hb 10, 37

R. Se acerca su término y no fallará; * si tarda, espéralo, porque ha de llegar sin falta.
V. Todavía un poco de tiempo, un poco nada más: y el que ha de venir vendrá.
R. Si tarda, espéralo, porque ha de llegar sin falta.

Oración

Oremos:

Señor Dios, que para librar al hombre de la antigua esclavitud del pecado enviaste a tu
Hijo al mundo, concede a los que esperamos con devoción su venida alcanzar la gracia de
la libertad verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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