Oficio de Lectura - VIERNES X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de ayer, viernes, 13 de junio de 2025. Otras celebraciones del día: SAN ANTONIO DE PADUA, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: El Señor es bueno, bendecid su nombre.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

¡Qué hermosos son los pies
del que anuncia la paz a sus hermanos!
¡Y qué hermosas las manos
maduras en el surco y en la mies!
Grita lleno de gozo,
pregonero, que traes noticias buenas:
se rompen las cadenas,
y el sol de Cristo brilla esplendoroso.
Grita sin miedo, grita,
y denuncia a mi pueblo sus pecados;
vivimos engañados,
pues la belleza humana se marchita.
Toda yerba es fugaz,
la flor del campo pierde sus colores;
levanta sin temores,
pregonero, tu voz dulce y tenaz.
Si dejas los pedazos
de tu alma enamorada en el sendero,
¡qué dulces, mensajero,
qué hermosos, qué divinos son tus pasos! Amén.

Salmodia

Antífona 1: Señor, no me castigues con cólera.

Salmo 37

SEÑOR, NO ME CORRIJAS CON IRA

Todos sus conocidos se mantenían a distancia (Lc 23, 49).

I

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera;
tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí;
no hay parte ilesa en mi carne
a causa de tu furor,
no tienen descanso mis huesos
a causa de mis pecados;
mis culpas sobrepasan mi cabeza,
son un peso superior a mis fuerzas.

Antífona 2: Señor, todas mis ansias están en tu presencia. (T. P. Aleluya).

II

Mis llagas están podridas y supuran
por causa de mi insensatez;
voy encorvado y encogido,
todo el día camino sombrío.
Tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne;
estoy agotado, deshecho del todo;
rujo con más fuerza que un león.
Señor mío,
todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos;
siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.
Mis amigos y compañeros
se alejan de mí,
mis parientes se quedan a distancia;
me tienden lazos
los que atentan contra mí,
los que desean mi daño
me amenazan de muerte,
todo el día murmuran traiciones.

Antífona 3: Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío. (T. P. Aleluya).

III

Pero yo, como un sordo, no oigo;
como un mudo no abro la boca;
soy como uno que no oye
y no puede replicar.
En ti, Señor, espero,
y tú me escucharás, Señor, Dios mío;
esto pido:
que no se alegren por mi causa,
que, cuando resbale mi pie,
no canten triunfo.
Porque yo estoy a punto de caer,
y mi pena no se aparta de mí:
yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado.
Mis enemigos mortales son poderosos,
son muchos
los que me aborrecen sin razón,
los que me pagan males por bienes,
los que me atacan
cuando procuro el bien.
No me abandones, Señor;
Dios mío, no te quedes lejos;
ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro de Josué 7, 4-26

DELITO Y CASTIGO DE ACAN

Subieron a Ay unos tres mil hombres del pueblo, pero tuvieron que huir ante los
hombres de Ay. Los hombres de Ay les mataron como unos treinta y seis hombres y los
persiguieron más allá de la puerta hasta Sebarim, batiéndolos en la bajada. Entonces
desfalleció el corazón del pueblo y se derritió como agua. Josué desgarró sus vestidos, se
postró rostro en tierra delante del arca de Yahveh hasta la tarde, junto con los ancianos
de Israel, y todos esparcieron polvo sobre sus cabezas. Dijo Josué:
«¡Ah, Señor Yahveh! ¿Por qué has hecho pasar el Jordán a este pueblo, para
entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos? ¡Ojalá nos hubiésemos empeñado
en establecernos al otro lado del Jordán! ¡Perdón, Señor! ¿Qué puedo decir ahora que
Israel ha vuelto la espalda a sus enemigos? Se enterarán los cananeos y todos los
habitantes del país: se aliarán contra nosotros y borrarán nuestro nombre de la tierra.
¿Que harás tú entonces por tu gran nombre?»
Yahveh respondió a Josué:
«¡Arriba! ¡Vamos! ¿Por qué te estás así rostro en tierra? Israel ha pecado, también ha
violado la alianza que yo le había impuesto. Y hasta se han quedado con algo del
anatema, y lo han robado, y lo han escondido y lo han puesto entre sus utensilios. Los
israelitas no podrán sostenerse ante sus enemigos; volverán la espalda ante sus
enemigos, porque se han convertido en anatema.
Yo no estaré ya con vosotros, si no hacéis desaparecer el anatema de en medio de
vosotros. Levántate, purifica al pueblo y diles: Purificaos para mañana, porque así dice
Yahveh, el Dios de Israel: El anatema está dentro de ti, Israel; no podrás mantenerte
delante de tus enemigos hasta que extirpéis el anatema de entre vosotros. Os
presentaréis, pues, mañana por la mañana, por tribus: la tribu que Yahveh designe por la
suerte se presentará por clanes, el clan que Yahveh designe se presentará por familias, y
la familia que Yahveh designe se presentará hombre por hombre. El designado por la
suerte en lo del anatema será entregado al fuego con todo lo que le pertenece, por haber
violado la alianza de Yahveh y cometido una infamia en Israel.»
Josué se levantó de mañana; mandó que se acercara Israel por tribus, y fue designada
por la suerte la tribu de Judá. Mandó que se acercaran los clanes de Judá, y fue designado
por la suerte el clan de Zéraj. Mandó que se acercara el clan de Zéraj por familias, y fue
designado por la suerte Zabdí. Mandó que se acercara la familia de Zabdí, hombre por
hombre, y fue designado por la suerte Acán, hijo de Karmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de
la tribu de Judá. Dijo entonces Josué a Acán:
«Hijo mío, da gloria a Yahveh, Dios de Israel y tribútale alabanza; declárame lo que has
hecho, no me lo ocultes».

Acán respondió a Josué:
«En verdad, yo soy el que ha pecado contra Yahveh, Dios de Israel; esto y esto es lo
que he hecho: Vi entre el botín un hermoso manto de Senaar, doscientos siclos de plata y
un lingote de oro de cincuenta siclos de peso, me gustaron y me los guardé. Están
escondidos en la tierra en medio de mi tienda, y la plata debajo.»
Josué envió emisarios, que fueron corriendo a la tienda, y en efecto el manto estaba
escondido en la tienda y la plata debajo. Lo sacaron de la tienda y se lo llevaron a Josué y
a todos los israelitas delante de Yahveh. Entonces Josué tomó a Acán, hijo de Zéraj, con la
plata, el manto y el lingote de oro, a sus hijos, sus hijas, su toro, su asno y su oveja, su
tienda y todo lo suyo y los hizo subir al valle de Akor. Todo Israel le acompañaba. Josué
dijo:
«¿Por qué nos has traído la desgracia? Que Yahveh te haga desgraciado en este día.»
Y todo Israel lo apedreó (y los quemaron en la hoguera y los apedrearon). Levantaron
sobre él un gran montón de piedras, que existe todavía hoy. Así Yahveh se calmó del furor
de su cólera. Por eso se llama aquel lugar Valle de Akor hasta el día de hoy.

Responsorio Cf. 1 Co 5, 2. 3. 5. 7

R. Haced que desaparezca quien hizo esa mala acción. * Ese tal sufrirá ruina material, a
fin de que su espíritu sea salvo en el día de Jesús, el Señor.
V. Tirad fuera la levadura vieja para que seáis una masa nueva, ya que ahora sois panes
ázimos.
R. Ese tal sufrirá ruina material, a fin de que su espíritu sea salvo en el día de Jesús, el
Señor.

Segunda Lectura

De los comentarios de san Ambrosio, obispo, sobre los salmos
(Salmo 1, 4. 7-8: CSEL 64, 4-7)

DULZURA DEL LIBRO DE LOS SALMOS

Aunque es verdad que toda la sagrada Escritura está impregnada de la gracia divina, el
libro de los salmos posee, con todo, una especial dulzura; el mismo Moisés, que narra en
un estilo llano las hazañas de los antepasados, después de haber hecho que el pueblo
atravesara el mar Rojo de un modo admirable y glorioso, al contemplar cómo el Faraón y
su ejército habían quedado sumergidos en él, superando sus propias cualidades (como
había superado con aquel hecho sus propias fuerzas), cantó al Señor un cántico triunfal.
También María, su hermana, tomando en su mano el pandero, invitaba a las otras
mujeres, diciendo: Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado
en el mar.
La historia instruye, la ley enseña, la profecía anuncia, la reprensión corrige, la
enseñanza moral aconseja; pero el libro de los salmos es como un compendio de todo ello
y una medicina espiritual para todos. El que lo lee halla en él un remedio específico para
curar las heridas de sus propias pasiones. El que sepa leer en él encontrará allí, como en
un gimnasio público de las almas y como en un estadio de las virtudes, toda la variedad
posible de competiciones, de manera que podrá elegir la que crea más adecuada para sí,
con miras a alcanzar el premio final.
Aquel que desee recordar e imitar las hazañas de los antepasados hallará compendiada
en un solo salmo toda la historia de los padres antiguos, y así, leyéndolo, podrá irla
recorriendo de forma resumida. Aquel que investiga el contenido de la ley, que se reduce
toda ella al mandamiento del amor (porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el
resto de la ley), hallará en los salmos con cuánto amor uno solo se expuso a graves
peligros para librar a todo el pueblo de su oprobio; con lo cual se dará cuenta de que la
gloria de la caridad es superior al triunfo de la fuerza.
Y ¿qué decir de su contenido profético? Aquello que otros habían anunciado de manera
enigmática se promete clara y abiertamente a un personaje determinado, a saber, que de
su descendencia nacerá el Señor Jesús, como dice el Señor a aquél: A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono. De este modo, en los salmos hallamos profetizado no sólo el
nacimiento de Jesús, sino también su pasión salvadora, su reposo en el sepulcro, su
resurrección, su ascensión y su glorificación a la derecha del Padre. El salmista anuncia lo
que nadie se hubiera atrevido a decir, aquello mismo que luego, en el Evangelio, proclamó
el Señor en persona.

Responsorio Sal 56, 8-9

R. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. * Voy a cantar y a tocar para ti.
V. Despierta, gloria mía; despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.

R. Voy a cantar y a tocar para ti.

Oración

Oremos:

Oh Dios, fuente de todo bien, escucha sin cesar nuestras súplicas, y concédenos,
inspirados por ti, pensar lo que es recto y cumplirlo con tu ayuda. Por nuestro Señor Jesucristo
, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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