Oficio de Lectura - MARTES II SEMANA DE PASCUA 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de ayer, martes, 29 de abril de 2025.

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1
  • Himno 2

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!
Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!
Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!
Cristo es nuestra esperanza
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!
Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya! Amén.

La bella flor que en el suelo
plantada se vio marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
De tierra estuvo cubierto,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerto.
Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
más no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.
Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.
Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Salmodia

Antífona 1: Encomienda tu camino al Señor, y él actuará. (T. P. Aleluya).

Salmo 36

LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra (Mt 5, 4).

I

No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.
Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:
cohibe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.

Antífona 2: Apártate del mal y haz el bien, porque el Señor ama la justicia. (T. P. Aleluya).

II

El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.
Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.
Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.
El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;
pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.
El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.
El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.
Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.
Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.

Antífona 3: Confía en el Señor y sigue su camino. (T. P. Aleluya).

III

La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.
El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.
Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.
Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.
Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.
El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él.

Versículo

V. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
R. La muerte no tiene ya poder sobre él. Aleluya.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro del Apocalipsis 2, 1-11

EXHORTACIÓN A LAS IGLESIAS DE ÉFESO Y ESMIRNA

Yo, Juan, oí que el Señor me decía:
«Escribe al ángel de la Iglesia de Éfeso:
"Esto dice el que tiene en su diestra las siete estrellas y el que anda en medio de los
siete candelabros de oro: Conozco tus obras, tus trabajos, tu constancia en esperarme; sé
que no puedes tolerar a los malos; que pusiste a prueba y hallaste mentirosos a los que se
dicen apóstoles y no lo son; que eres constante en esperar y que, por mi nombre, has
padecido sin desfallecer. Pero tengo algo contra ti: Que has perdido tu amor primero.
Recuerda, pues, de qué altura has caído; y arrepiéntete y vuelve a tu conducta anterior. Si
no, yo iré a ti, y removeré tu candelabro de su sitio, si no te arrepientes. Tienes a tu favor
que aborreces las obras de los nicolaítas que aborrezco yo también.
El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: Al vencedor le daré a
comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios."
Y al ángel de la Iglesia de Esmirna escribe:
"Esto dice el primero y el último, el que estaba muerto y revivió: Conozco tu tribulación
y tu pobreza; aunque eres rico, conozco las injurias que contra ti profieren quienes a sí
mismos se llaman judíos y no lo son, sino que son una sinagoga de Satanás. No temas por
lo que vas a sufrir: el Diablo va a meter a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis
tentados, y sufriréis una tribulación de diez días. Mantente fiel hasta la muerte y te daré la
corona de la vida.
El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: El vencedor no sufrirá
daño de la muerte segunda." »

Responsorio Ap 2, 10b. 1 lb; Sir 4, 33

R. Mantente fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida. * El vencedor no sufrirá
daño de la muerte segunda. Aleluya.
V. Hasta la muerte lucha por la justicia, y el Señor peleará a tu favor.
R. El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda. Aleluya.

Segunda Lectura

De los libros de san Fulgencio de Ruspe, obispo, a Mónimo
(Libro 2,11-12: CCL 91, 46-48)

SACRAMENTO DE UNIDAD Y DE CARIDAD

La edificación espiritual del cuerpo de Cristo, que se realiza en la caridad (según la
expresión del bienaventurado Pedro, las piedras vivas entran en la construcción del templo
del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado; para ofrecer sacrificios espirituales que Dios
acepta por Jesucristo), esta edificación espiritual, repito, nunca se pide más
oportunamente que cuando el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia; ofrece el mismo cuerpo
y la misma sangre de Cristo en el sacramento del pan y del cáliz: El cáliz que bebemos es
comunión con la sangre de Cristo, y el pan que partimos es comunión con el cuerpo de
Cristo; el pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo,
porque comemos todos del mismo pan.
Y lo que en consecuencia pedimos es que con la misma gracia con la que la Iglesia se
construyó en cuerpo de Cristo, todos los miembros, unidos en la caridad, perseveren en la
unidad del mismo cuerpo, sin que su unión se rompa.
Esto es lo que pedimos que se realice en nosotros por gracia del Espíritu, que es el
mismo Espíritu del Padre y del Hijo; porque la Santa Trinidad, en la unidad de naturaleza,
igualdad y caridad, es el único, solo y verdadero Dios, que santifica en la unidad a los que
adopta.
Por lo cual dice la Escritura: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Pues el Espíritu Santo, que es el mismo Espíritu del Padre y del Hijo, en aquellos a
quienes concede la gracia de la adopción divina, realiza lo mismo que llevó a cabo en
aquellos de quienes se dice, en el libro de los Hechos de los apóstoles, que habían
recibido este mismo Espíritu. De ellos se dice, en efecto: En el grupo de los creyentes
todos pensaban y sentían lo mismo; pues el Espíritu único del Padre y del Hijo, que, con el
Padre y el Hijo es el único Dios, había creado un solo corazón y una sola alma en la
muchedumbre de los creyentes.
Por lo que el Apóstol dice que esta unidad del Espíritu con el vínculo de la paz ha de
ser guardada con toda solicitud, y aconseja así a los Efesios: Yo, el prisionero por el Señor,
os ruego que andéis, como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre
humildes y amables; sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en
mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.
Dios acepta y recibe con agrado a la Iglesia como sacrificio cuando la Iglesia conserva
la caridad que derramó en ella el Espíritu Santo: así, si la Iglesia conserva la caridad del
Espíritu, puede presentarse ante el Señor como una hostia viva, santa y agradable a Dios.

Responsorio Jn 17, 20. 21. 22. 18

R. Yo te ruego por todos los que han de creer en mí, para que todos sean uno, así como
tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Yo les he dado la gloria que tú me diste; * para que sean
uno, como nosotros somos uno. Aleluya.
V. Como tú me enviaste al mundo, así también yo los he enviado al mundo.
R. Para que sean uno, como nosotros somos uno. Aleluya.

Oración

Oremos:

Te pedimos, Señor, que nos hagas capaces de anunciar la victoria de Cristo resucitado, y
pues en ella nos has dado la prenda de los dones futuros, haz que un día los poseamos en
plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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