El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de ayer, lunes, 10 de febrero de 2025. Otras celebraciones del día: SANTA ESCOLÁSTICA, VIRGEN .
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Dios de la tierra y del cielo,
que, por dejarlas más claras,
las grandes aguas separas,
pones un límite al cielo.
Tú que das cauce al riachuelo
y alzas la nube a la altura,
tú que, en cristal de frescura,
sueltas las aguas del río
sobre las tierras de estío,
sanando su quemadura,
danos tu gracia, piadoso,
para que el viejo pecado
no lleve al hombre engañado
a sucumbir a su acoso.
Hazlo en la fe luminoso,
alegre en la austeridad,
y hágalo tu claridad
salir de sus vanidades;
dale, Verdad de verdades,
el amor a tu verdad. Amén.
Antífona 1: Sálvame, Señor, por tu misericordia. (T. P. Aleluya).
Salmo 6
ORACIÓN DEL AFLIGIDO QUE ACUDE A DIOS
Ahora mi alma está agitada... Padre, líbrame de esta hora (Jn 12, 27).
Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera.
Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio,
y tú, Señor, ¿hasta cuándo?
Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿quién te alabará?
Estoy agotado de gemir:
de noche lloro sobre el lecho,
riego mi cama con lágrimas.
Mis ojos se consumen irritados,
envejecen por tantas contradicciones.
Apartaos de mí, los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos;
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi oración.
Que la vergüenza abrume a mis enemigos,
que avergonzados huyan al momento.
Antífona 2: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro. (T. P. Aleluya).
Salmo 9 A
ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA
De nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos.
I
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo,
y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo.
Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
Defendiste mi causa y mi derecho,
sentado en tu trono como juez justo.
Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
El enemigo acabó en ruina perpetua,
arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.
Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud.
Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan.
Antífona 3: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión. (T. P. Aleluya).
II
Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda
y no olvida los gritos de los humildes.
Piedad, Señor; mira cómo me afligen mis enemigos;
levántame del umbral de la muerte,
para que pueda proclamar tus alabanzas
y gozar de tu salvación en las puertas de Sión.
Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron.
El Señor apareció para hacer justicia,
y se enredó el malvado en sus propias acciones.
Vuelvan al abismo los malvados,
los pueblos que olvidan a Dios.
Él no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá.
Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:
sean juzgados los gentiles en tu presencia.
Señor, infúndeles terror,
y aprendan los pueblos que no son más que hombres.
De la primera carta a los Corintios 1, 18-31
LA NECEDAD DE LA CRUZ
Hermanos: El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición;
pero para los que están en vías de salvación —para nosotros— es fuerza de Dios. Dice la
Escritura: «Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los
sagaces.» ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el letrado? ¿Dónde está el sofista de
nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo?
Y, como en la sabiduría de Dios el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría,
quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. Porque los
judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo
crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados a
Cristo —judíos o griegos—: fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es
más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Fijaos en vuestra asamblea: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles; todo lo contrario: lo necio del mundo lo ha escogido Dios
para confundir a los sabios. Y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el
poder. Aún más: ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta,
para anular a lo que cuenta; de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.
Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros
sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así —como dice la Escritura— «el que se
gloría, que se gloríe en el Señor».
R. Nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste
crucificado; * al cual Dios ha hecho para nosotros sabiduría.
V. Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a
Cristo crucificado.
R. Al cual Dios ha hecho para nosotros sabiduría.
Del Breviloquio de san Buenaventura, obispo
(Prólogo: Opera omnia 5, 201-202)
DEL CONOCIMIENTO DE JESUCRISTO DIMANA LA COMPRENSIÓN DE TODA LA SAGRADA ESCRITURA
El origen de la sagrada Escritura no hay que buscarlo en la investigación humana, sino
en la revelación divina, que procede del Padre de los astros, de quien toma nombre toda
familia en el cielo y en la tierra, de quien, por su Hijo Jesucristo, se derrama sobre
nosotros el Espíritu Santo, y, por el Espíritu Santo, que reparte y distribuye a cada uno sus
dones como quiere, se nos da la fe, y por la fe habita Cristo en nuestros corazones. En
esto consiste el conocimiento de Jesucristo, conocimiento que es la fuente de la que
dimana la firmeza y la comprensión de toda la sagrada Escritura. Por esto, es imposible
penetrar en el conocimiento de las Escrituras, si no se tiene previamente infundida en sí la
fe en Cristo, la cual es como la luz, la puerta y el fundamento de toda la Escritura. En
efecto, mientras vivimos en el destierro lejos del Señor, la fe es el fundamento estable, la
luz directora y la puerta de entrada de toda iluminación sobrenatural; ella ha de ser la
medida de la sabiduría que se nos da de lo alto, para que nadie quiera saber más de lo
que conviene, sino que nos estimemos moderadamente, según la medida de la fe que
Dios otorgó a cada uno.
La finalidad o fruto de la sagrada Escritura no es cosa de poca importancia, pues tiene
como objeto la plenitud de la felicidad eterna. Porque la Escritura contiene palabras de
vida eterna, puesto que se ha escrito no sólo para que creamos, sino también para que
alcancemos la vida eterna, aquella vida en la cual veremos, amaremos y serán saciados
todos nuestros deseos; y, una vez éstos saciados, entonces conoceremos verdaderamente
lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano, y así llegaremos a la plenitud total de
Cristo. En esta plenitud, de que nos habla el Apóstol, la sagrada Escritura se esfuerza porintroducirnos. Ésta es la finalidad, ésta es la intención que ha de guiarnos al estudiar,
enseñar y escuchar la sagrada Escritura.
Y, para llegar directamente a este resultado, a través del recto camino de las Escrituras,
hay que empezar por el principio, es decir, debemos acercarnos, sin otro bagaje que la fe,
al Padre de los astros, doblando las rodillas de nuestro corazón, para que él, por su Hijo,
en el Espíritu Santo, nos dé el verdadero conocimiento de Jesucristo y, con el
conocimiento, el amor, para que así, conociéndolo y amándolo, fundamentados en la fe y
arraigados en la caridad, podamos conocer lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo de la
sagrada Escritura y, por este conocimiento, llegar al conocimiento pleno y al amor extático
de la santísima Trinidad; a ello tienden los anhelos de los santos, en ello consiste la
plenitud y la perfección de todo lo bueno y verdadero.
R. Jesús, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, * les fue
explicando todos los pasajes de la Escritura que a él se referían.
V. «¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de entendimiento para creer todo lo que dijeron
los profetas!»
R. Les fue explicando todos los pasajes de la Escritura que a él se referían.
Oremos:
Vela, Señor con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que
sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.