Oficio de Lectura - SÁBADO XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2024

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de hoy, sábado, 27 de julio de 2024.

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Escuchemos la voz del Señor, para que entremos en su descanso.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

A caminar sin ti, Señor, no atino;
tu palabra de fuego es mi sendero
me encontraste cansado y prisionero
del desierto, del cardo y del espino.
Descansa aquí conmigo del camino,
que en Emaús hay trigo en el granero,
hay un poco de vino y un alero
que cobije tu sueño, Peregrino.
Yo contigo, Señor, herido y ciego;
tú conmigo, Señor, enfebrecido,
el aire quieto, el corazón en fuego.
Y en diálogo sediento y torturado
se encontrarán en un solo latido,
cara a cara, tu amor y mi pecado. Amén.

Salmodia

Antífona 1: El Señor los rescató de la opresión. (T. P. Aleluya).

Salmo 77, 40-72

BONDAD DE DIOS E INFIDELIDAD DEL PUEBLO A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Estas cosas sucedieron en figura para nosotros (1 Cor 10,6).

IV

¡Qué rebeldes fueron en el desierto,
enojando a Dios en la estepa!
Volvían a tentar a Dios,
a irritar al santo de Israel,
sin acordarse de aquella mano
que un día los rescató de la opresión:
cuando hizo prodigios en Egipto,
portentos en el campo de Soán;
cuando convirtió en sangre los canales
y los arroyos, para que no bebieran;
cuando les mandó tábanos que les picasen,
y ranas que los hostigasen;
cuando entregó a la langosta sus cosechas,
y al saltamontes el fruto de sus sudores;
cuando aplastó con granizo sus viñedos,
y con escarcha sus higueras;
cuando entregó sus ganados al pedrisco,
y al rayo sus rebaños;
cuando lanzó contra ellos el incendio de su ira,
su cólera, su furor, su indignación
y, despachando a los siniestros mensajeros,
dio curso libre a su ira:
no los salvó de la muerte,
entregó sus vidas a la peste;
cuando hirió a los primogénitos de Egipto,
a las primicias de la virilidad en las tiendas de Cam.

Antífona 2: Los hizo llegar el Señor hasta el monte que su diestra había adquirido. (T. P. Aleluya).

V

Sacó como un rebaño a su pueblo,
los guió como un hato por el desierto,
los condujo seguros, sin alarmas,
mientras el mar cubría a sus enemigos;
los hizo entrar por las santas fronteras,
hasta el monte que su diestra había adquirido;
ante ellos rechazó a las naciones,
les asignó por suerte su heredad:
instaló en sus tiendas a las tribus de Israel.
Pero ellos tentaron al Dios Altísimo y se rebelaron,
negándose a guardar sus preceptos;
desertaron y traicionaron como sus padres,
fallaron como un arco engañoso;
con sus altozanos lo irritaban,
con sus ídolos provocaban sus celos.
Dios los oyó y se indignó,
y rechazó totalmente a Israel;
abandonó su morada de Silo,
la tienda en que habitaba con los hombres;
abandonó sus valientes al cautiverio,
su orgullo a las manos enemigas;
entregó su pueblo a la espada,
encolerizado contra su heredad;
el fuego devoraba a los jóvenes,
y las novias ya no tenían cantos;
los sacerdotes caían a espada,
y sus viudas no los lloraban.

Antífona 3: Escogió a la tribu de Judá y eligió a David, su siervo, para pastorear a Israel, su heredad. (T. P. Aleluya).

VI

Pero el Señor se despertó como de un sueño,
como un soldado vencido por el vino:
hirió al enemigo en la espalda,
infligiéndole una derrota perdurable.
Repudió las tiendas de José,
no escogió la tribu de Efraín;
escogió la tribu de Judá
y el monte Sión, su preferido.
Construyó su santuario como el cielo,
como a la tierra lo cimentó para siempre.
Escogió a David, su siervo,
lo sacó de los apriscos del rebaño;
de andar tras las ovejas, lo llevó
a pastorear a su pueblo, Jacob,
a Israel, su heredad.
Los pastoreó con corazón íntegro,
los guiaba con mano inteligente.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro de Job 23, 1-24, 12

JOB AFIRMA QUE LOS MALVADOS NO RECIBEN CASTIGO

Respondió Job a sus amigos y les dijo:
«Hoy también me quejo y me rebelo, porque su mano agrava mis gemidos. ¡Ojalá
supiera cómo encontrarlo cómo llegar a su tribunal!
Presentaría ante él mi causa con la boca llena de argumentos, sabría con qué palabras
me replica, y comprendería lo que me dice. ¿Pleitearía él conmigo, derrochando fuerza?
No; más bien tendría que escucharme. Entonces yo discutiría lealmente con él y ganaría
definitivamente mi causa.
Pero me dirijo al levante, y no está allí; al poniente, y no lo distingo; lo busco al norte, y
no lo veo; me vuelvo al mediodía, y no lo encuentro. Pero ya que él conoce mi camino,
que me pruebe corno el oro en el crisol.
Mis pies pisaban sus huellas, seguían su camino sin desviarse, no me aparté de sus
mandatos y guardé en el pecho sus palabras.

Pero él no cambia, ¿quién podrá disuadirlo? Él realiza lo que quiere. Él ejecutará mi
sentencia y otras muchas que tiene pensadas. Por eso me turbo en su presencia y me
estremezco al pensarlo; porque Dios me ha acobardado, el Todopoderoso me trastorna.
¡Ojalá me desvaneciera en las tinieblas y velara mi rostro la oscuridad!
¿Por qué el Todopoderoso no señala plazos, para que sus amigos puedan ver sus días?
Los malvados mueven los linderos, roban rebaños y pastores, se llevan el asno del
huérfano y toman en prenda el buey de la viuda, echan del camino a los pobres, y los
miserables tienen que esconderse.
Como asnos salvajes salen de su tarea, madrugan para hacer presa, el páramo ofrece
alimento a sus crías; se procuran forraje en descampado o rebuscan en el huerto del rico;
pasan la noche desnudos, sin ropa con que taparse del frío, los cala el aguacero de los
montes y, a falta de refugio, se pegan a las rocas.
Los malvados arrancaron del pecho al huérfano y toman en prenda al niño del pobre.
Andan desnudos por falta de ropa; cargando gavillas, pasan hambre; exprimiendo aceite
en el molino y pisando en el lagar, pasan sed. En la ciudad gimen los moribundos y piden
socorro los heridos. ¿Y Dios no va a hacer caso a su súplica?»

Responsorio Sal 72, 2-3. 16-17

R. Yo por poco doy un mal paso, casi resbalaron mis pisadas: * porque envidiaba a los
perversos, viendo prosperar a los malvados.
V. Meditaba yo para entenderlo, pero me resultaba muy difícil; hasta que entré en el
misterio de Dios, y comprendí el destino de ellos.
R. Porque envidiaba a los perversos, viendo prosperar a los malvados.

Segunda Lectura

De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre la segunda carta a los Corintios
(Homilía 13, 1-2: PG 61, 491-492)

SENTIMOS EL CORAZÓN ENSANCHADO

Sentimos el corazón ensanchado. Del mismo modo que el calor dilata los cuerpos, así
también la caridad tiene un poder dilatador, pues se trata de una virtud cálida y ardiente.
Esta caridad es la que abría la boca de Pablo y ensanchaba su corazón. "No os amo sólo
de palabra -es como si dijera-, sino que mi corazón está de acuerdo con mi boca; por eso,
os hablo confiadamente, con el corazón en la mano." Nada encontraríamos más dilatado
que el corazón de Pablo, el cual, como un enamorado, estrechaba a todos los creyentes
con el fuerte abrazo de su amor, sin que por ello se dividiera o debilitara su amor, sino que
se mantenía íntegro en cada uno de ellos. Y ello no debe admirarnos, ya que este
sentimiento de amor no sólo abarcaba a los creyentes, sino que en su corazón tenían
también cabida los infieles de todo el mundo.
Por esto, no dice simplemente: "Os amo", sino que emplea esta expresión más enfática:
"Nos hemos desahogado con vosotros, sentimos el corazón ensanchado; os llevamos a
todos dentro de nosotros, y no de cualquier manera, sino con gran amplitud". Porque
aquel que es amado se mueve con gran libertad dentro del corazón del que lo ama; por
esto, dice también: Dentro de nosotros no estáis encogidos, sois vosotros los que estáis
encogidos por dentro. Date cuenta, pues, de cómo atempera su reprensión con una gran
indulgencia, lo cual es muy propio del que ama. No les dice: "No me amáis", sino: "No me
amáis como yo", porque no quiere censurarles con mayor aspereza.
Y, si vamos recorriendo todas sus cartas, descubrimos a cada paso una prueba de este
amor casi increíble que tiene para con los fieles. Escribiendo a los romanos, dice: Tengo
muchas ganas de veros; y también: Muchas veces he tenido en proyecto haceros una

visita; como también: Pido a Dios que alguna vez por fin consiga ir a visitaros. A los
gálatas les dice: "Hijos míos, otra vez me causáis dolores de parto; y a los efesios: Por
esta razón, doblo las rodillas por vosotros; a los tesalonicenses: ¿Quién sino vosotros será
nuestra esperanza, nuestra alegría y nuestra honrosa corona? Añadiendo, además, que los
lleva consigo en su corazón y en sus cadenas.
Asimismo escribe a los colosenses: Quiero que tengáis noticia del empeñado combate que
sostengo por vosotros y por todos los que no me conocen personalmente; busco que
tengáis ánimos; y a los tesalonicenses: Como una madre cuida de sus hijos, os teníamos
tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras
propias personas. Dentro de nosotros no estáis encogidos, dice. Y no les dice solamente
que los ama, sino también que es amado por ellos, con la intención de levantar sus
ánimos. Y da la prueba de ello, diciendo: Tito nos habló de vuestra añoranza, de vuestro
llanto, de vuestra adhesión a mí.

Responsorio Cf. Col 1, 21-22; Rm 3, 25

R. A vosotros, que antes estabais enajenados y enemigos en vuestra mente por las obras
malas, ahora Dios os ha reconciliado en el cuerpo de carne de Cristo mediante la muerte,
* presentándoos ante él como santos sin mancha y sin falta.
V. Dios ha propuesto a Cristo como instrumento de propiciación, por su propia sangre y
mediante la fe.
R. Presentándoos ante él como santos sin mancha y sin falta.

Oración

Oremos:

Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre ellos los dones de tu gracia,
para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren fielmente en el cumplimiento
de tu ley. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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