Oficio de Lectura - LUNES XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de hoy, lunes, 15 de septiembre de 2025.

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Aclamemos al Señor con cantos.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

En el principio, tu Palabra.
Antes que el sol ardiera,
antes del mar y las montañas,
antes de las constelaciones,
nos amó tu Palabra.
Desde tu seno, Padre,
era sonrisa su mirada,
era ternura su sonrisa,
era calor de brasa.
En el principio, tu Palabra.
Todo se hizo de nuevo,
todo salió sin mancha,
desde el arrullo del río
hasta el rocío y la escarcha;
nuevo el canto de los pájaros,
porque habló tu Palabra.
Y nos sigues hablando todo el día,
aunque matemos la mañana
y desperdiciemos la tarde,
y asesinemos la alborada.
Como una espada de fuego,
en el principio, tu Palabra.
Llénanos de tu presencia, Padre;
Espíritu, satúranos de tu fragancia;
danos palabras para responderte,
Hijo, eterna Palabra. Amén.

Salmodia

Antífona 1: ¡Qué bueno es el Dios de Israel para los justos! (T. P. Aleluya).

Salmo 72

POR QUÉ SUFRE EL JUSTO

¡Dichoso el que no se siente defraudado por mí! (Mt 11, 6).

I

¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!
Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.
Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y orondos;
no pasan las fatigas humanas,
ni sufren como los demás.
Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de las carnes les rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.
Insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo.
Y su lengua recorre la tierra.
Por eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: "¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?"
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.

Antífona 2: Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.

II

Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he lavado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?
Si yo dijera: "Voy a hablar con ellos",
renegaría de la estirpe de tus hijos.
Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.
Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.
Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.

Antífona 3: Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden. (T. P. Aleluya).

III

Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.
Pero yo siempre estaré contigo,
tú agarras mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.
¿No te tengo a ti en el cielo?
Y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi lote perpetuo.
Sí: los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.
Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y contar todas tus acciones
en las puertas de Sión.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro del profeta Oseas 9, 1-14

PREDICCIÓN DEL EXILIO Y DE LA ESTERILIDAD

No te alegres, Israel, no te regocijes como otros pueblos, porque te has prostituido
abandonando a tu Dios. Vendiste tu amor por salario en todas las eras de trigo; la era y el
lagar no los alimentarán, el vino les fallará. No habitarán en la tierra del Señor: Efraín
volverá a Egipto, en Asiria comerán manjares profanos. No harán libaciones de vino al
Señor, no le ofrecerán sacrificios. Comerán el pan del duelo, manjar impuro. Su pan les
quitará el hambre, pero no entrará en la casa del Señor. ¿Qué haréis el día de la
solemnidad, el día de la fiesta del Señor? Pues si escapan de la catástrofe, Egipto los
congregará, Menfis los sepultará; su plata codiciada será ortigas, los cardos crecerán en
sus tiendas.
Llegan los días de la cuenta, llegan los días de la retribución; que lo sepa Israel. Necio
es el profeta, ridículo el hombre de espíritu; por la muchedumbre de tus iniquidades, por
la abundancia de tus rebeliones. El profeta de mi pueblo vigila sobre Efraín; es red
extendida en su camino, rebelión en el templo de su Dios. Se han corrompido
profundamente, como en los días de Gabá: pero el Señor recordará sus iniquidades,
castigará su pecado.
Como uvas en el desierto encontré a Israel, como breva en la higuera descubrí a
vuestros padres. Pero ellos fueron a Baal-Fegor, se consagraron a la ignominia y se
hicieron abominables como el que amaban. La gloria de Efraín emigra como un pájaro,
desde el nacimiento, desde el vientre, desde la concepción; aunque se multipliquen sus
hijos, los dejaré sin herederos. ¡Ay de ellos, cuando de ellos me aparte! Yo he visto a
Efraím plantado en el prado, Efraín, para entregar al verdugo a sus hijos. Dales, Señor; y
¿qué les darás? Dales vientres estériles y pechos áridos.

Responsorio Os 9, 1; 14, 2; 13, 9

R. No te alegres, Israel, no te regocijes como otros pueblos, porque te has prostituido
abandonando a tu Dios. * Conviértete al Señor tu Dios, pues por tu pecado has
sucumbido.
V. Te matan, Israel, porque sólo en mí está tu auxilio.
R. Conviértete al Señor tu Dios, pues por tu pecado has sucumbido.

Segunda Lectura

Del sermón de san Agustín, obispo, sobre los pastores
(Sermón 46, 3-4: CCL 41, 530-531)

LOS PASTORES QUE SE APACIENTAN A SÍ MISMOS

Oigamos, pues, lo que la palabra divina, sin halagos para nadie, dice a los pastores que
se apacientan a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas: Os coméis su enjundia, os
vestís con su lana; matáis las más gordas y, las ovejas, no las apacentáis. No fortalecéis a
las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las
descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener
pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras del campo.

Se acusa a los pastores que se apacientan a sí mismos en vez de a las ovejas, por lo
que buscan y lo que descuidan. ¿Qué es lo que buscan? Os coméis su enjundia, os vestís
con su lana. Pero por qué dice el Apóstol: ¿Quién planta una viña, y no come de su fruto?
¿Qué pastor no se alimenta de la leche del rebaño? Palabras en las que vemos que se
llama leche del rebaño a lo que el pueblo de Dios da a sus responsables para su sustento
temporal. De eso hablaba el Apóstol cuando decía lo que acabamos de referir.
Ya que el Apóstol, aunque había preferido vivir del trabajo de sus manos y no exigir de
las ovejas ni siquiera su leche, sin embargo, afirmó su derecho a percibir aquella leche,
pues el Señor había dispuesto que los que anuncian el Evangelio vivan de él. Y, por eso,
dice que otros de sus compañeros de apostolado habían hecho uso de aquella facultad, no
usurpada, sino concedida. Pero él fue más allá y no quiso recibir siquiera lo que se le
debía. Renunció por tanto, a su derecho, pero no por eso los otros exigieron algo
indebido: simplemente, fue más allá. Quizás pueda relacionarse con esto lo de aquel
hombre que dijo, al conducir al herido a la posada: Lo que gastes de más yo te pagaré a
la vuelta.
¿Y qué más vamos a decir de aquellos pastores que necesitan la leche del rebaño? Que
son misericordiosos, mejor, que desempeñan con más largueza su deber de misericordia.
Pueden hacerlo, y por esto lo hacen. Han ser alabados por ello, sin por eso condenar a los
otros. Pues el Apóstol mismo, que no exigía lo que era un derecho suyo, deseaba, sin
embargo, que las ovejas fueran productivas, y no estériles y faltas de leche.

Responsorio Ez 34, 15-16

R. Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear —dice el Señor —. *
Buscaré las ovejas perdidas, recogeré las descarriadas.
V. Curaré a las enfermas y cuidaré de las fuertes y robustas.
R. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré las descarriadas.

Oración

Oremos:

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos, y para que sintamos el efecto de
tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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