El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de hoy, martes, 10 de diciembre de 2024. Otras celebraciones del día: Santa Eulalia de Mérida, Virgen Y Mártir .
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: El Señor está cerca, venid, adorémosle.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.
Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.
Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.
Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida es su vida, su Amor es su amor
serían un día su gracia y su don.
Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.
Antífona 1: Encomienda tu camino al Señor, y él actuará. (T. P. Aleluya).
Salmo 36
LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra (Mt 5, 4).
I
No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.
Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:
cohibe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.
Antífona 2: Apártate del mal y haz el bien, porque el Señor ama la justicia. (T. P. Aleluya).
II
El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.
Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.
Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.
El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;
pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.
El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.
El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.
Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.
Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.
Antífona 3: Confía en el Señor y sigue su camino. (T. P. Aleluya).
III
La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.
El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.
Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.
Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.
Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.
El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él.
V. Una voz clama en el desierto: Preparad el camino del Señor.
R. Enderezad las sendas para nuestro Dios.
Del libro del profeta Isaías 24, 19-25, 5
EL DÍA DEL SEÑOR. HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS
En aquel día, se estremecerán los cimientos de la tierra, se tambaleará, se
bamboleará la tierra, se hará pedazos la tierra, se moverá y removerá la tierra, vacilará,
vacilará la tierra como un beodo, se balanceará como una cabaña; pesará sobre ella su
rebeldía, caerá, y no volverá a levantarse.
Aquel día castigará el Señor al ejército de lo alto en lo alto y a los reyes de la tierra en
la tierra; serán amontonados en montón los prisioneros en el pozo, serán encerrados en la
cárcel y al cabo de muchos días serán visitados. Se afrentará la luna llena, se avergonzará
el pleno sol, cuando reine el Señor de los ejércitos en el monte Sión y en Jerusalén, y esté
la Gloria en presencia de sus ancianos.
Señor, tú eres mi Dios, yo te ensalzo, alabo tu nombre, porque has hecho maravillas y
planes muy de antemano que no fallan. Porque has puesto la ciudad como un majano, y la
villa fortificada, hecha como una ruina; el alcázar de orgullosos no es ya ciudad, y nunca
será reedificado.
Por eso te glorificará un pueblo poderoso, villa de gentes despóticas te temerá.
Porque fuiste fortaleza para el débil, fortaleza para el pobre en su aprieto, parapeto contra
el temporal, sombra contra el calor. Porque el aliento de los déspotas es como lluvia de
invierno. Como calor en sequedal humillarás el estrépito de los poderosos; como el calor a
la sombra de una nube, el himno de los déspotas se debilitará.
R. Señor, tú eres mi Dios, te alabaré y te daré gracias, * porque has realizado maravillas.
V. Has sido baluarte para el pobre, fortaleza para el desvalido en su angustia.
R. Porque has realizado maravillas.
De la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano
segundo
(Núm. 48)
ÍNDOLE ESCATOLÓGICA DE LA IGLESIA PEREGRINANTE
La Iglesia, a la que todos hemos sido llamados en Cristo Jesús y en la cual, por la
gracia de Dios, conseguimos la santidad, no será llevada a su plena perfección, sino
cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas y cuando, con el género
humano, también el universo entero —que está íntimamente unido al hombre y por él
alcanza su fin— será perfectamente renovado en Cristo.
Porque Cristo, levantado en alto sobre la tierra, atrajo hacia sí a todos los hombres;
habiendo resucitado de entre los muertos, envió su Espíritu vivificador sobre sus
discípulos, y por él constituyó a su cuerpo, que es la Iglesia, como sacramento universal
de salvación. Ahora, sentado a la diestra del Padre, actúa sin cesar en el mundo para
conducir a los hombres a su Iglesia, y por ella unirlos a sí más estrechamente y,
alimentándolos con su propio cuerpo y sangre, hacerlos partícipes de su vida gloriosa.
Por tanto, la restauración prometida que esperamos ya comenzó en Cristo, es
impulsada con la venida del Espíritu Santo y por él continúa en la Iglesia, en la cual, por la
fe, somos instruidos también acerca del sentido de nuestra vida temporal, mientras que,
con la esperanza de los bienes futuros, llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha
confiado en el mundo y trabajamos por nuestra salvación.
La plenitud de los tiempos ha llegado, pues, hasta nosotros, y la renovación del
mundo está irrevocablemente decretada y empieza verdaderamente a realizarse, en cierto
modo, en el siglo presente, pues la Iglesia, ya en la tierra, se reviste de una verdadera, si
bien imperfecta, santidad.
Y hasta que lleguen los nuevos cielos y la nueva tierra, en los que tendrá su morada
la justicia, la Iglesia peregrinante —en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a
este tiempo— lleva consigo la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las
criaturas, que gimen entre dolores de parto hasta el presente, en espera de la
manifestación de los hijos de Dios.
R. Esperamos que venga como salvador Cristo Jesús, el Señor. * Él transfigurará nuestro
cuerpo de humilde condición en un cuerpo glorioso, semejante al suyo.
V. Vivamos con sensatez, justicia y religiosidad en esta vida, aguardando la feliz esperanza
y la manifestación de la gloria del gran Dios.
R. Él transfigurará nuestro cuerpo de humilde condición en un cuerpo glorioso, semejante
al suyo.
Oremos:
Señor y Dios nuestro, que has manifestado tu salvación hasta los confines de la tierra,
concédenos esperar con alegría la gloria del nacimiento de tu Hijo. Él que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos..
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.