Oficio de Lectura - LUNES DENTRO DE LA OCTAVA DE PASCUA 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de hoy, lunes, 21 de abril de 2025. Otras celebraciones del día: SAN ANSELMO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1
  • Himno 2

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!
Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!
Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!
Cristo es nuestra esperanza
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!
Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya! Amén.

La bella flor que en el suelo
plantada se vio marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
De tierra estuvo cubierto,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerto.
Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
más no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.
Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.
Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Salmodia

Antífona 1: Yo soy el que soy, y no sigo el consejo de los impíos, sino que mi gozo es la ley del Señor. Aleluya.

Salmo 1

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.

Antífona 2: Lo he pedido a mi Padre, y me ha dado en herencia las naciones. Aleluya.

Salmo 2

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
"rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo".

El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
"yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo".
Voy a proclamar el decreto del Señor;
Él me ha dicho:
"Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo:
te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza".
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!

Antífona 3: Yo me acosté, dormí y desperté, porque el Señor me sostuvo. Aleluya.

Salmo 3

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
"ya no lo protege Dios".
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.

De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.

Versículo

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
R. Al ver al Señor. Aleluya.

Lecturas

Primera Lectura

Comienza la primera carta del apóstol san Pedro 1, 1-21

SALUDO DEL APÓSTOL Y ACCIÓN DE GRACIAS

Pedro, apóstol de Jesucristo: A los elegidos de Dios, que peregrinan en la Dispersión
hacia la patria: en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia proconsular y Bitinia; elegidos en el
previo conocimiento de Dios Padre, mediante la santificación del Espíritu, para obedecer a
Jesucristo y ser rociados con su sangre. Que la gracia y la paz abunden en vosotros.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por
la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una
esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está
reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda
a manifestarse en el momento final.
Por esto, saltad de júbilo, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en diversas
pruebas. Así la pureza de vuestra fe resultará más preciosa que el oro (que, aun después
de acrisolado por el fuego, perece) y será para vuestra alabanza y gloria y honor en el día
de la manifestación de Jesucristo. A él no lo habéis visto, y lo amáis; en él creéis ahora,
aunque no lo veis; y os regocijaréis con un gozo inefable y radiante, al recibir el fruto de
vuestra fe, la salud de vuestras almas.
En torno a esta salud, rebuscaron con la mayor diligencia los profetas que profetizaron
la gracia a vosotros destinada; fueron escudriñando a qué tiempo y circunstancias se
refería el espíritu de Cristo que moraba en ellos, cuando de antemano declaraba los
padecimientos reservados a Cristo y su consiguiente gloria. Y les fue revelado que no a sí
mismos, sino a vosotros, beneficiaban con este mensaje, el cual ahora os es anunciado
por quienes os predican el Evangelio y os hablan por virtud del Espíritu Santo enviado del
cielo. Y, ese mensaje, los mismos ángeles están deseando contemplarlo.
Por eso, con ánimo dispuesto y vigilante poned toda vuestra esperanza en la gracia
que os llegará cuando Jesucristo se manifieste. Como hijos obedientes no os amoldéis a
las pasiones que teníais cuando estabais en vuestra ignorancia. Como es santo el que os
llamó, sed también santos en toda vuestra conducta, porque está escrito: «Sed santos,
porque yo soy santo.»
Si llamáis Padre al que sin acepción de personas juzga a cada uno según sus obras,
tomad en serio vuestro proceder en esta vida. Ya sabéis con qué os rescataron de la vana
conducta que habíais heredado de vuestros mayores: no con bienes efímeros, con oro o
plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha. Ya de antes
de la creación del mundo estaba él predestinado para eso; y al fin de los tiempos se ha
manifestado por amor a vosotros. Por él creéis en Dios que lo resucitó de entre los
muertos y lo glorificó. Así vuestra fe y esperanza se centran en Dios.

Responsorio 1 Pe 1, 3. 13

R. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia nos
ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, * por la resurrección de Jesucristo de
entre los muertos. Aleluya.
V. Con ánimo dispuesto y vigilante poned toda vuestra esperanza en la gracia que os
llegará.
R. Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Aleluya.

Segunda Lectura

De la homilía de Melitón de Sardes, obispo, sobre la Pascua
(Núms. 2-7.100-103: SC 123, 60-64.120-122)

ALABANZA DE CRISTO

Fijaos bien, queridos hermanos: el misterio de Pascua es a la vez nuevo y antiguo,
eterno y pasajero, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal.
Antiguo según la ley, pero nuevo según la Palabra encarnada. Pasajero en su figura,
pero eterno por la gracia. Corruptible por el sacrificio del cordero, pero incorruptible por la
vida del Señor. Mortal por su sepultura en la tierra, pero inmortal por su resurrección de
entre los muertos.
La ley es antigua, pero la Palabra es nueva. La figura es pasajera, pero la gracia
eterna. Corruptible el cordero pascual pero incorruptible el Señor, el cual, inmolado como
cordero, resucitó como Dios.
Porque él fue como cordero llevado al matadero, y sin embargo no era un cordero; y
como oveja enmudecía, y sin embargo no era una oveja: en efecto, ha pasado la figura y
ha llegado la realidad: en lugar de un cordero tenemos a Dios, en lugar de una oveja
tenemos un hombre, y en el hombre, Cristo, que lo contiene todo.
El sacrificio del cordero, el rito de la Pascua y la letra de la ley tenían por objetivo final
a Cristo Jesús, por quien todo acontecía en la ley antigua y, con razón aún mayor, en la
nueva economía.
La ley se convirtió en la Palabra y de antigua se ha hecho nueva (ambas salieron de
Sión y de Jerusalén). El mandamiento se transformó en gracia y la figura en realidad; el
cordero vino a ser el Hijo; la oveja, hombre y el hombre, Dios.
El Señor, siendo Dios, se revistió de la naturaleza de hombre: sufrió por el que sufría,
fue encarcelado en bien del que estaba cautivo, juzgado en lugar del culpable, sepultado
por el que yacía en el sepulcro. Y, resucitando de entre los muertos, exclamó con voz
potente: ¿Quién tiene algo contra mí? ¡Que se me acerque! Yo soy quien he librado al
condenado, yo quien he vivificado al muerto, yo quien hice salir de la tumba al que ya
estaba sepultado. ¿Quién peleará contra mí? Yo soy —dice Cristo— el que venció la

muerte, encadenó al enemigo, pisoteó el infierno, maniató al fuerte, llevó al hombre hasta
lo más alto de los cielos; yo, en efecto, que soy Cristo.
Venid, pues, vosotros todos, los hombres que os halláis enfangados en el mal, recibid
el perdón de vuestros pecados. Porque yo soy vuestro perdón, soy la Pascua de salvación,
soy el cordero degollado por vosotros, soy vuestra agua lustral, vuestra vida, vuestra
resurrección, vuestra luz, vuestra salvación y vuestro rey. Puedo llevaros hasta la cumbre
de los cielos, os resucitaré, os mostraré al Padre celestial, os haré resucitar con el poder
de mi diestra».

Responsorio Hch 13, 32-33; 10, 42b; 2, 36

R. La promesa que Dios hizo a nuestros padres la ha cumplido ahora, resucitando a Jesús:
* él ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. Aleluya.
V. Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús a quien vosotros habéis
crucificado.
R. Él ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. Aleluya.

Se dice el Te Deum

Himno Te Deum

  • Himno 1
  • Himno 2
  • Himno 3

Te Deum

Versión española

A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te aclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.

[La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.]
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

Te Deum

Versión latinoamericana

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

[La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.]
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalo por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

Te Deum Laudamus

Versión en latín

Te Deum laudámus: * te Dóminum confitémur.
Te aetérnum Patrem, * omnis terra venerátur.
Tibi omnes ángeli, * tibi caeli et univérsae potestátes:
tibi chérubim et séraphim * incessábili voce proclámant:
Sanctus, * Sanctus, * Sanctus * Dóminus Deus Sábaoth.
Pleni sunt caeli et terra * maiestátis glóriae tuae.
Te gloriósus * apostolórum chorus,
te prophetárum * laudábilis númerus,
te mártyrum candidátus * laudat exércitus.
Te per orbem terrárum * sancta confitétur Ecclésia,
Patrem * imménsae maiestátis;
venerándum tuum verum * et únicum Fílium;
Sanctum quoque * Paráclitum Spíritum.
Tu rex glóriae, * Christe.
Tu Patris * sempitérnus es Fílius.
Tu, ad liberándum susceptúrus hóminem, *
non horruísti Vírginis úterum.
Tu, devícto mortis acúleo, *
aperuísti credéntibus regna caelórum.
Tu ad déxteram Dei sedes, * in glória Patris.
Iudex créderis * esse ventúrus.
Te ergo quaésumus, tuis fámulis súbveni, *
quos pretióso sánguine redemísti.
Aetérna fac cum Sanctis tuis * in glória numerári.

[Lo que sigue puede omitirse]
Salvum fac pópulum tuum Dómine, *
et bénedic haereditáti tuae.
Et rege eos, * et extólle illos usque in aetérnum.
Per síngulos dies, * benedícimus te;
et laudámus nomen tuum in saéculum, *
et in saéculum saéculi.
Dignáre, Dómine, die isto, * sine peccáto nos custodíre.
Miserére nostri, Dómine, * miserére nostri.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, *
quemádmodum sperávimus in te.
In te, Dómine, sperávi: * non confúndar in aetérnum.

Oración

Oremos:

Señor Dios, que por medio del bautismo haces crecer a tu Iglesia, dándole siempre nuevos
hijos, concede a cuantos han renacido de la fuente bautismal vivir siempre de acuerdo con
la fe que profesaron. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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