Oficio de Lectura - MARTES V SEMANA DE CUARESMA 2024

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de hoy, martes, 19 de marzo de 2024. Otras celebraciones del día: SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1
  • Himno 2

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida es su vida, su Amor es su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.

Para los sábados

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.
Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
"No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna".
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel! Amén

Salmodia

Antífona 1: El Señor hará justicia a los pobres. (T. P. Aleluya).

Salmo 9 B

CANTO DE ACCIÓN DE GRACIAS

Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios (Lc 6, 20).

I

¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
La soberbia del impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado.
El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
«No hay Dios que me pida cuentas.»
La intriga vicia siempre su conducta,
aleja de su mente tus juicios
y desafía a sus rivales.
Piensa: «No vacilaré,
nunca jamás seré desgraciado.»
Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y de fraudes;
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho
para matar a escondidas al inocente.
Sus ojos espían al pobre;
acecha en su escondrijo como león en su guarida,
acecha al desgraciado para robarle,
arrastrándolo a sus redes;
se agacha y se encoge
y con violencia cae sobre el indefenso.
Piensa: «Dios lo olvida,
se tapa la cara para no enterarse.»

Antífona 2: Tú, Señor, ves las penas y los trabajos. (T. P. Aleluya).

II

Levántate, Señor, extiende tu mano,
no te olvides de los humildes;
¿por qué ha de despreciar a Dios el malvado,
pensando que no le pedirá cuentas?
Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano.
Rómpele el brazo al malvado,
pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca.
El Señor reinará eternamente
y los gentiles desaparecerán de su tierra.
Señor, tú escuchas los deseos de los humildes,
les prestas oído y los animas;
tú defiendes al huérfano y al desvalido:
que el hombre hecho de tierra
no vuelva a sembrar su terror.

Antífona 3: Las palabras del Señor son palabras auténticas, como plata refinada siete veces. (T. P. Aleluya).

Salmo 11

INVOCACIÓN A LA FIDELIDAD DE DIOS CONTRA LOS ENEMIGOS MENTIROSOS

Porque éramos pobres, el Padre nos ha mandado a su Hijo (San Agustín).

Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblez de corazón.
Extirpe el Señor los labios embusteros
y la lengua fanfarrona
de los que dicen: "la lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro acusador?"
El Señor responde: "por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre,
yo me levantaré,
y pondré a salvo al que lo ansía".
Las palabras del Señor son palabras auténticas,
como plata limpia de ganga,
refinada siete veces.
Tú nos guardarás, Señor,
nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.

Versículo

V. Ahora es el tiempo propicio.
R. Ahora es el día de la salvación.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro de los Números 14, 1-25

MURMURACIÓN DEL PUEBLO E INTERCESIÓN DE MOISÉS

En aquellos días, toda la comunidad de Israel empezó a dar gritos, y el pueblo lloró
toda la noche. Los israelitas murmuraban contra Moisés y Aarón, y toda la comunidad les
decía: «¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto o por lo menos en el desierto! ¿Por qué nos
ha traído el Señor a esta tierra, para que caigamos a espada y para que nuestras mujeres
e hijos caigan cautivos? ¿No sería mejor volvernos a Egipto?»
Y se decían unos a otros: «Nombremos un jefe y volvamos a Egipto.»
Moisés y Aarón se echaron rostro en tierra ante toda la comunidad de Israel. Josué,
hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefoné, dos de los exploradores, se rasgaron los vestidos y
dijeron a la comunidad de Israel: «La tierra que hemos recorrido en exploración es una
tierra excelente. Si el Señor nos es favorable, nos hará entrar en ella y nos la dará: es una
tierra que mana leche y miel. Pero no os rebeléis contra el Señor ni temáis al pueblo del
país, pues serán para nosotros pan comido. Su sombra protectora se ha apartado de ellos,
mientras que el Señor está con nosotros; ¡no temáis!»
Ya la comunidad entera hablaba de apedrearlos, cuando la gloria del Señor apareció en
la Tienda de Reunión ante todos los israelitas. El Señor dijo a Moisés: «¿Hasta cuándo me
rechazará este pueblo? ¿Hasta cuándo van a desconfiar de mí, a pesar de todas las
señales que he hecho entre ellos? Voy a herirlo de peste y a destruirlo. De ti sacaré un
pueblo más grande y poderoso que ellos.»
Pero Moisés replicó al Señor: «Los egipcios saben muy bien que con tu poder has
sacado tú a este pueblo de en medio de ellos. Lo han contado ya a los habitantes de estatierra. Éstos se han enterado de que tú, Señor, estás en medio de este pueblo, que te
dejas ver cara a cara, que tu nube permanece sobre ellos y que caminas delante en la
columna de nube durante el día y en la columna de fuego por la noche.
Si ahora das muerte a este pueblo como a un solo hombre, dirán las naciones que han
oído hablar de ti: "El Señor no ha podido introducir a este pueblo en la tierra que les había
prometido con juramento, por eso los ha matado en el desierto." Por tanto, muestra ahora
tu gran fuerza, como lo prometiste al decir: "El Señor es lento a la cólera y rico en
misericordia, perdona la culpa y el delito, pero no deja nada impune, castiga la culpa de
los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación." Perdona, pues, la culpa de
este pueblo, por tu gran misericordia, como lo has perdonado desde Egipto hasta aquí.»
El Señor respondió: «Lo perdono, como me lo pides. Pero, ¡por mi vida y por la gloria
del Señor que llena la tierra!, todos los hombres que vieron mi gloria y los signos que hice
en Egipto y en el desierto, y que me han puesto a prueba ya diez veces y no han

escuchado mi voz, no verán la tierra que prometí a sus padres. Ninguno de los que me
rechazan la verá. Pero a mi siervo Caleb, que tiene otro espíritu y me fue enteramente fiel,
lo haré entrar en la tierra que ha visitado, y sus descendientes la poseerán. Mañana
mismo daréis media vuelta y os volveréis al desierto, en dirección al mar Rojo.»

Responsorio Sal 102, 8-9. 13-14

R. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está
siempre acusando ni guarda rencor perpetuo. * Como un padre siente ternura por sus
hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles.
V. Porque él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos barro.
R. Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles.

Segunda Lectura

De los sermones de san León Magno, papa (Sermón 8 sobre la pasión del Señor, 6-8: PL 54, 340-342)

LA CRUZ DE CRISTO, FUENTE DE TODAS LAS BENDICIONES Y ORIGEN DE TODAS LAS GRACIAS

Que nuestra alma, iluminada por el Espíritu de verdad, reciba con puro y libre corazón
la gloria de la cruz, que irradia por cielo y tierra, y trate de penetrar interiormente lo que
el Señor quiso significar cuando, hablando de la pasión cercana, dijo: Ha llegado la hora
de que sea glorificado el Hijo del hombre. Y más adelante: Ahora mi alma está agitada, y
¿qué diré? Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre,
glorifica a tu Hijo. Y como se oyera la voz del Padre, que decía desde el cielo: Lo he
glorificado y volveré a glorificarlo, dijo Jesús a los que lo rodeaban: Esta voz no ha venido
por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este
mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos
hacia mí.
¡Oh admirable poder de la cruz! ¡Oh inefable gloria de la pasión! En ella podemos
admirar el tribunal del Señor, el juicio del mundo y el poder del Crucificado.
Atrajiste a todos hacia ti, Señor, porque la devoción de todas las naciones de la tierra
puede celebrar ahora, con sacramentos eficaces y de significado claro, lo que antes sólo
podía celebrarse en el templo de Jerusalén y únicamente por medio de símbolos y figuras.
Ahora, efectivamente, brilla con mayor esplendor el orden de los levitas, es mayor la
grandeza de los sacerdotes, más santa la unción de los pontífices, porque tu cruz es ahora
fuente de todas las bendiciones y origen de todas las gracias: por ella, los creyentes
encuentran fuerza en la debilidad, gloria en el oprobio, vida en la misma muerte. Ahora al
cesar la multiplicidad de los sacrificios carnales, la sola ofrenda de tu cuerpo y sangre lleva
a realidad todos los antiguos sacrificios, porque tú eres el verdadero Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo; de esta forma, en ti encuentran su plenitud todas las antiguas
figuras, y así como un solo sacrificio suple todas las antiguas víctimas, así un solo reino
congrega a todos los hombres.
Confesemos, pues, amadísimos, lo que el bienaventurado maestro de los gentiles, el
apóstol Pablo, confesó con gloriosa voz, diciendo: Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo
que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.
Aquí radica la maravillosa misericordia de Dios para con nosotros: en que Cristo no
murió por los justos ni por los santos, sino por los pecadores y por los impíos; y, como la
naturaleza divina no podía sufrir el suplicio de la muerte, tomó de nosotros, al nacer, lo
que pudiera ofrecer por nosotros.

Efectivamente, en tiempos antiguos, Dios amenazaba ya a nuestra muerte con el poderde su muerte, profetizando por medio de Óseas: Oh muerte, yo seré tu muerte; yo seré tu
ruina, infierno. En efecto, si Cristo, al morir, tuvo que acatar la ley del sepulcro, al
resucitar, en cambio, la derogó, hasta tal punto que echó por tierra la perpetuidad de la
muerte y la convirtió de eterna en temporal, ya que si por Adán murieron todos, por Cristo
todos volverán a la vida.

Responsorio Col 2, 14-15; Jn 8, 28

R. Cristo canceló la nota de cargo de nuestra deuda, que contenía cláusulas desfavorables
contra nosotros, la arrancó de en medio y la clavó en la cruz. * Con esto despojó a los
Principados y Potestades, y los expuso a la vista de todos, incorporándolos a su cortejo
triunfal.
V. Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces sabréis que «Yo soy».
R. Con esto despojó a los Principados y Potestades, y los expuso a la vista de todos,
incorporándolos a su cortejo triunfal.

Oración

Oremos:

Concédenos, Señor, perseverar en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que, en
nuestros días, crezca en santidad y en número el pueblo dedicado a tu servicio. Por
Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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