Oficio de Lectura - MIÉRCOLES V SEMANA DE CUARESMA 2024

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, miércoles, 20 de marzo de 2024.

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1
  • Himno 2

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida es su vida, su Amor es su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.

Para los sábados

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.
Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
"No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna".
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel! Amén

Salmodia

Antífona 1: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza. (T. P. Aleluya.) †

Salmo 17, 2-30

ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA

En aquella hora ocurrió un violento terremoto (Ap 11, 13).

I

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
† Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos.

Antífona 2: El Señor me libró porque me amaba. (T. P. Aleluya).

II

Entonces tembló y retembló la tierra,
vacilaron los cimientos de los montes,
sacudidos por su cólera;
de su nariz se alzaba una humareda,
de su boca un fuego voraz.
y lanzaba carbones ardiendo.
Inclinó el cielo y bajó
con nubarrones debajo de sus pies;
volaba a caballo de un querubín
cerniéndose sobre las alas del viento,
envuelto en un manto de oscuridad;
como un toldo, lo rodeaban
oscuro aguacero y nubes espesas;
al fulgor de su presencia, las nubes
se deshicieron en granizo y centellas;
y el Señor tronaba desde el cielo,
el Altísimo hacía oír su voz:
disparando sus saetas, los dispersaba,
y sus continuos relámpagos los enloquecían.
El fondo del mar apareció,
y se vieron los cimientos del orbe,
cuando tú, Señor, lanzaste un bramido,
con tu nariz resoplando de cólera.
Desde el cielo alargó la mano y me agarró,
me sacó de las aguas caudalosas,
me libró de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.
Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.

Antífona 3: Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas. (T. P. Aleluya).

III

El Señor retribuyó mi justicia,
retribuyó la pureza de mis manos,
porque seguí los caminos del Señor
y no me rebelé contra mi Dios;
porque tuve presentes sus mandamientos
y no me aparté de sus preceptos;
le fui enteramente fiel,
guardándome de toda culpa;
el Señor retribuyó mi justicia,
la pureza de mis manos en su presencia.
Con el fiel, tú eres fiel;
con el íntegro, tú eres íntegro;
con el sincero, tú eres sincero;
con el astuto, tú eres sagaz.
Tú salvas al pueblo afligido
y humillas los ojos soberbios.
Señor, tú eres mi lámpara;
Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.
Fiado en ti, me meto en la refriega,
fiado en mi Dios, asalto la muralla.

Versículo

V. Convertíos y haced penitencia.
R. Haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro de los Números 16, 1-11. 16-24. 28-35

CISMA DE CORÉ, DATÁN Y ABIRÓN

En aquellos días, Coré, hijo de Yishar, hijo de Quehat, levita, Datán y Abirón, hijos de
Eliab, y On, hijo de Pelet, rubenitas, se rebelaron contra Moisés, y con ellos doscientos
cincuenta hombres, jefes de la asamblea, escogidos para su cargo y de buena reputación.
Se amotinaron contra Moisés y Aarón, diciendo: «Ya está bien. Toda la comunidad es
sagrada y en medio de ella está el Señor, ¿por qué os ponéis encima de la asamblea del
Señor?»
Moisés, al oírlo, se echó por tierra y dijo a Coré y a sus secuaces: «Mañana hará saber
el Señor quién le pertenece: al consagrado lo hará acercarse, al escogido lo hará
acercarse. Haced, pues, lo siguiente: Coré y todos sus secuaces, coged los incensarios,
poned en ellos fuego y echad incienso mañana. El hombre que el Señor escoja le está
consagrado. Ya está bien, levitas.»
Moisés dijo a Coré: «Escuchadme, levitas: ¿todavía os parece poco? El Dios de Israel
os ha apartado de la asamblea de Israel para que estéis cerca de él, prestéis servicio en
su templo y estéis a disposición de la asamblea para servirle. A ti y a tus hermanos levitas
se os ha acercado. ¿Por qué reclamáis también el sacerdocio? Tú y tus secuaces os habéis
rebelado contra el Señor, pues ¿quién es Aarón para que protestéis contra él? Mañana, tú
y tus secuaces os presentaréis al Señor, y también Aarón con ellos. Que cada uno coja su
incensario, eche incienso y lo ofrezca al Señor. Cada uno de los doscientos cincuenta su
incensario, y tú y Aarón el vuestro.»
Cogió, pues, cada uno su incensario, puso fuego, echó incienso y se colocaron a la
entrada de la Tienda de Reunión con Moisés y Aarón. También Coré reunió a sus secuaces
a la entrada de la Tienda de Reunión. La gloria del Señor se mostró a todos los reunidos, y
el Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Apartaos de ese grupo que los voy a consumir al
instante.»
Ellos cayeron rostro a tierra y oraron: «Dios, Dios de los espíritus de todos los
vivientes, uno solo ha pecado, ¿y vas a irritarte contra todos?»
El Señor respondió a Moisés: «Di a la gente que se aparte de las tiendas de Coré,
Datán y Abirón.»
Dijo entonces Moisés: «En esto conoceréis que es el Señor quien me ha enviado a
actuar así y que no obro por cuenta propia. Si éstos mueren de muerte natural, según el
destino de todos los hombres, es que el Señor no me ha enviado; pero si el Señor hace un
milagro, si la tierra se abre y se los traga con los suyos, y bajan vivos al abismo, entonces
sabréis que estos hombres han despreciado al Señor.»
Apenas había terminado de hablar, cuando el suelo se resquebrajó debajo de ellos, la
tierra abrió la boca y se los tragó con todas sus familias, y también a la gente de Coré con
sus posesiones. Ellos con todos los suyos bajaron vivos al abismo; la tierra los cubrió y
desaparecieron de la asamblea. Al ruido, todo Israel, que estaba alrededor, echó a correr,
pensando que los tragaba la tierra. Y el Señor hizo estallar un fuego que consumió a los
doscientos cincuenta hombres que habían llevado el incienso.

Responsorio Jds 5. Il. 4

R. El Señor, después de haber salvado de Egipto a su pueblo, hizo luego perecer a los que
no tuvieron fe. * ¡Ay de ellos!, porque han seguido la senda de Caín y han caído en la
perdición de la rebelión de Coré.
V. Entre vosotros se han introducido algunos hombres impíos, que niegan al único Dueño y
Señor nuestro.

R. ¡Ay de ellos!, porque han seguido la senda de Caín y han caído en la perdición de la
rebelión de Coré.

Segunda Lectura

De los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 85, 1: CCL 39, 1176-1177)

JESUCRISTO ORA POR NOSOTROS, ORA EN NOSOTROS Y ES INVOCADO POR NOSOTROS

No pudo Dios hacer a los hombres un don mayor que el de darles por cabeza al que es
su Palabra, por quien ha fundado todas las cosas, uniéndolos a él como miembros suyos,
de forma que él es Hijo de Dios e Hijo del hombre al mismo tiempo, Dios uno con el Padre
y hombre con el hombre, y así, cuando nos dirigimos a Dios con súplicas, no establecemos
separación con el Hijo, y cuando es el cuerpo del Hijo quien ora, no se separa de su
cabeza, y el mismo salvador del cuerpo, nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es el que
ora por nosotros, en nosotros y es invocado por nosotros.
Ora por nosotros como sacerdote nuestro, ora en nosotros por ser nuestra cabeza, es
invocado por nosotros como Dios nuestro. Reconozcamos, pues, en él nuestras propias
voces y reconozcamos también su voz en nosotros.
Por lo cual, cuando se dice algo de nuestro Señor Jesucristo, sobre todo en profecía,
que parezca referirse a alguna humillación indigna de Dios, no dudemos en atribuírsela, ya
que él tampoco dudó en unirse a nosotros. Todas las criaturas le sirven, puesto que todas
las criaturas fueron creadas por él.
Y, así, contemplamos su sublimidad y divinidad, cuando oímos: En el principio ya
existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el
principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo
nada de lo que se ha hecho; pero, mientras consideramos esta divinidad del Hijo de Dios,
que sobrepasa y excede toda la sublimidad de las criaturas, lo oímos también en algún
lugar de las Escrituras como si gimiese, orase y confesase su debilidad.
Y entonces dudamos en referir a él estas palabras, porque nuestro pensamiento, que
acababa de contemplarlo en su divinidad, retrocede ante la idea de verlo humillado; y,
como si fuera injuriarle el reconocer como hombre a aquel a quien nos dirigíamos como a
Dios, la mayor parte de las veces nos detenemos y tratamos de cambiar el sentido; y no
encontramos en la Escritura otra cosa sino que tenemos que recurrir al mismo Dios,
pidiéndole que no nos permita errar acerca de él.
Despierte, por tanto, y manténgase vigilante nuestra fe; comprenda que aquel al que
poco antes contemplábamos en la condición divina aceptó la condición de esclavo,
asemejado en todo a los hombres e identificado en su manera de ser a los humanos,
humillado y hecho obediente hasta la muerte; pensemos que incluso quiso hacer suyas
aquellas palabras del salmo, que pronunció colgado de la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?
Por tanto, es invocado por nosotros como Dios, pero él ruega como siervo; en el
primer caso, le vemos como creador, en el otro como criatura; sin sufrir mutación alguna,
asumió la naturaleza creada para transformarla y hacer de nosotros con él un solo
hombre, cabeza y cuerpo. Oramos, por tanto, a él, por él y en él, y hablamos junto con él,
ya que él habla junto con nosotros.

Responsorio Jn 16, 24. 23

R. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre. * Pedid y recibiréis, y vuestra alegría
será completa.
V. Yo os lo aseguro: cuanto pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá.

R. Pedid y recibiréis, y vuestra alegría será completa.

Oración

Oremos:

Ilumina, Señor, el corazón de tus fieles purificado por las penitencias de Cuaresma y tú
que nos infundes el deseo de servirte, escucha paternalmente nuestras súplicas. Por
nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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