El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, miércoles, 16 de julio de 2025. Otras celebraciones del día: NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN .
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Adoremos al Señor, creador nuestro.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Con entrega, Señor, a ti venimos,
escuchar tu palabra deseamos;
que el Espíritu ponga en nuestros labios
la alabanza al Padre de los cielos.
Se convierta en nosotros la palabra
en la luz que a los hombres ilumina,
en la fuente que salta hasta la vida,
en el pan que repara nuestras fuerzas;
en el himno de amor y de alabanza
que se canta en el cielo eternamente,
y en la carne de Cristo se hizo canto
de la tierra y del cielo juntamente.
Gloria a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo,
el Señor Jesucristo, nuestro hermano,
y al Espíritu Santo, que, en nosotros,
glorifica tu nombre por los siglos. Amén.
Antífona 1: La misericordia y fidelidad te preceden, Señor. (T. P. Aleluya).
Salmo 88, 2-38
LAS MISERICORDIAS DEL SEÑOR SOBRE LA CASA DE DAVID
Según lo prometido, Dios sacó de la descendencia de David un Salvador, Jesús (Hech 13, 22-23).
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad".
Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
"te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades".
El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?
Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.
Tú domeñas la soberbia del mar
y amansas la hinchazón del oleaje;
tú traspasaste y destrozaste a Rahab,
tu brazo potente desbarató al enemigo.
Tuyo es el cielo, tuya es la tierra;
tú cimentaste el orbe y cuanto contiene;
tú has creado el norte y el sur,
el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.
Tienes un brazo poderoso:
fuerte es tu izquierda y alta tu derecha.
Justicia y derecho sostienen tu trono,
misericordia y fidelidad te preceden.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.
Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey.
Antífona 2: El Hijo de Dios nació según la carne de la estirpe de David. (T. P. Aleluya).
II
Un día hablaste en visión a tus amigos:
"He ceñido la corona a un héroe,
he levantado a un soldado sobre el pueblo.
Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso;
no lo engañará el enemigo
ni los malvados lo humillarán;
ante él desharé a sus adversarios
y heriré a los que lo odian.
Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán
por mi nombre crecerá su poder:
extenderé su izquierda hasta el mar,
y su derecha hasta el Gran Río.
Él me invocará: "Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora";
y lo nombraré mi primogénito,
excelso entre los reyes de la tierra.
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable;
le daré una posteridad perpetua
y un trono duradero como el cielo".
Antífona 3: Juré una vez a David, mi siervo: «Tu linaje será perpetuo». (T. P. Aleluya).
III
"Si sus hijos abandonan mi ley
y no siguen mis mandamientos,
si profanan mis preceptos
y no guardan mis mandatos,
castigaré con la vara sus pecados
y a latigazos sus culpas;
pero no les retiraré mi favor
ni desmentiré mi fidelidad,
no violaré mi alianza
ni cambiaré mis promesas.
Una vez juré por mi santidad
no faltar a mi palabra con David:
"Su linaje será perpetuo,
y su trono como el sol en mi presencia,
como la luna, que siempre permanece:
su solio será más firme que el cielo".
Del segundo libro de Samuel 6, 1-23
EL ARCA ES LLEVADA A JERUSALÉN
En aquellos días, reunió de nuevo David a todo lo mejor de Israel, treinta mil hombres,
se levantó y partió con todo el ejército a Baalá de Judá, para subir desde allí el arca de
Dios que lleva el nombre del Señor de los ejércitos que se sienta sobre los querubines.
Cargaron el arca de Dios en una carreta nueva y la llevaron de la casa de Abinadab que
está en la loma. Uzzá y Ajyó, hijos de Abinadab, conducían la carreta con el arca de Dios.
Uzzá caminaba al lado del arca de Dios y Ajyó iba delante de ella. David y toda la casa de
Israel bailaban delante del Señor con todas sus fuerzas, cantando con cítaras, arpas,
adufes, sistros y címbalos.
Al llegar a la era de Nakón, extendió Uzzá la mano hacia el arca de Dios y la sujetó
porque los bueyes amenazaban volcarla. Entonces la ira del Señor se extendió contra
Uzzá: allí mismo lo hirió Dios por este atrevimiento y murió allí junto al arca de Dios. David
se afligió porque el Señor había castigado a Uzzá y se llamó aquel lugar Peres-Uzzá hasta
el día de hoy. Aquel día David tuvo miedo del Señor y dijo:
«¿Cómo voy a llevar a mi casa el arca del Señor?»
Y no quiso llevar el arca del Señor junto a sí, a la ciudad de David, sino que la hizo
llevar a casa de Obededom de Gat. El arca del Señor estuvo en casa de Obededom de Gat
tres meses y el Señor bendijo a Obededom y a toda su casa. Se hizo saber al rey David:
«El Señor ha bendecido la casa de Obededom y todas sus cosas a causa del arca de
Dios.»
Fue David y subió el arca de Dios de casa de Obededom a la ciudad de David, con gran
alborozo. Cada seis pasos que avanzaban los portadores del arca del Señor, sacrificaba un
buey y un carnero cebado. David danzaba con todas sus fuerzas ante el Señor, ceñido de
un efod de lino. David y toda la casa de Israel subían el arca del Señor entre clamores y
resonar de cuernos. Cuando el arca del Señor entró en la ciudad de David, Mikal, hija de
Saúl, que estaba mirando por la ventana, vio al rey David saltando y danzando ante el
Señor y lo despreció en su corazón.
Metieron el arca del Señor y la colocaron en su sitio, en medio de la tienda que David
había hecho levantar, y David ofreció holocaustos y sacrificios de comunión en presencia
del Señor. Cuando David hubo acabado de ofrecer los holocaustos y sacrificios de
comunión, bendijo al pueblo en nombre del Señor de los ejércitos y repartió a todo el
pueblo, a toda la muchedumbre de Israel, hombres y mujeres, una torta de pan, un pastel
de dátiles y un pan de pasas, y se fue todo el pueblo cada uno a su casa.
Cuando se volvía David para bendecir su casa, Mikal, hija de Saúl, le salió al encuentro
y le dijo:
«¡Cómo se ha cubierto hoy de gloria el rey de Israel, descubriéndose hoy ante las
criadas de sus servidores como se descubriría un cualquiera!»
Respondió David a Mikal:
«En presencia del Señor danzo yo. Vive el Señor, el que me ha preferido a tu padre y a
toda su casa para constituirme caudillo de Israel, el pueblo del Señor, que yo danzaré ante
él, y me haré más vil todavía; seré vil a tus ojos, pero seré honrado ante las criadas de
que hablas.»
Y Mikal, hija de Saúl, no tuvo ya hijos hasta el día de su muerte.
R. Levántate, Señor, ven a tu mansión, ven con el arco de tu poder: * que tus sacerdotes
se vistan de gala, que tus fieles te aclamen.
V. ¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la
gloria.
R. Que tus sacerdotes se vistan de gala, que tus fieles te aclamen.
Del tratado de san Ambrosio, obispo, sobre los misterios
(Núms. 19-21. 24. 26-38: SC 25 bis, 164-170)
EL AGUA NO PURIFICA SIN LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
Antes se te ha advertido que no te limites a creer lo que ves, para que no seas tú
también de éstos que dicen: "¿Este es aquel gran misterio que ni el ojo vio, ni el oído oyó,
ni el hombre puede pensar? Veo la misma agua de siempre, ¿ésta es la que me ha de
purificar, si es la misma en la que tantas veces me he sumergido sin haber quedado nunca
puro?". De ahí has de deducir que el agua no purifica sin la acción del Espíritu.
Por esto, has leído que en el bautismo los tres testigos se reducen a uno solo: el agua,
la sangre y el Espíritu, porque, si prescindes de uno de ellos, ya no hay sacramento del
bautismo. ¿Qué es, en efecto, el agua sin la cruz de Cristo, sino un elemento común, sin
ninguna eficacia sacramental? Pero tampoco hay misterio de regeneración sin el agua,
porque el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.
También el catecúmeno cree en la cruz del Señor Jesús, con la que ha sido marcado, pero
si no fuere bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, no puede
recibir el perdón de los pecados ni el don de la gracia espiritual.
Por eso, el sirio Naamán, en la ley antigua, se bañó siete veces, pero tú has sido
bautizado en el nombre de la Trinidad. Has profesado -no lo olvides-tu fe en el Padre, en
el Hijo, en el Espíritu Santo. Vive conforme a lo que has hecho. Por esta fe has muerto
para el mundo y has resucitado para Dios y, al ser como sepultado en aquel elemento del
mundo, has muerto al pecado y has sido resucitado a la vida eterna. Cree, por tanto, en la
eficacia de estas aguas.
Finalmente, aquel paralítico (el de la piscina Probática) esperaba un hombre que lo
ayudase. ¿A qué hombre sino al Señor Jesús nacido de una virgen, a cuya venida ya no
era la sombra la que había de salvar a uno por uno, sino la realidad la que había de salvara todos? Él era pues, al que esperaban que bajase, acerca del cual dijo el Padre a Juan
Bautista: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de
bautizar con Espíritu Santo. Y Juan dio testimonio de él, diciendo: He contemplado al
Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Y, si el Espíritu
descendió como paloma, fue para que tú vieses y entendieses en aquella paloma que el
justo Noé soltó desde el arca una imagen de esta paloma y reconocieses en ello una figura
del sacramento.
¿Te queda aún lugar a duda? Recuerda cómo en el Evangelio el Padre te proclama contoda claridad: Éste es mi Hijo, mi predilecto, cómo proclama lo mismo el Hijo, sobre el
cual se mostró el Espíritu Santo como una paloma, cómo lo proclama el Espíritu Santo,
que descendió como una paloma, cómo lo proclama el salmista: La voz del Señor sobre las
aguas, el Dios de la gloria ha tronado, el Señor sobre las aguas torrenciales, cómo la
Escritura te atestigua que, a ruegos de Yerubaal, bajó fuego del cielo, y cómo también,
por la oración de Elías, fue enviado un fuego que consagró el sacrificio.
En los sacerdotes, no consideres sus méritos personales, sino su ministerio. Y, si quieres
atender a los méritos, considéralos como a Elías, considera también en ellos los méritos de
Pedro y Pablo, que nos han confiado este misterio que ellos recibieron del Señor Jesús.
Aquel fuego visible era enviado para que creyesen; en nosotros, que ya creemos, actúa un
fuego invisible; para ellos, era una figura, para nosotros, una advertencia. Cree, pues, que
está presente el Señor Jesús, cuando es invocado por la plegaria del sacerdote, ya que
dijo: Donde dos o tres están reunidos, allí estoy yo también. Cuánto más se dignará estar
presente donde está la Iglesia, donde se realizan los sagrados misterios.
Descendiste, pues, a la piscina bautismal. Recuerda tu profesión de fe en el Padre, en el
Hijo, en el Espíritu Santo. No significa esto que creas en uno que es el más grande, en
otro que es menor, en otro que es el último, sino que el mismo tenor de tu profesión de fe
te induce a que creas en el Hijo igual que en el Padre, en el Espíritu igual que en el Hijo,
con la sola excepción de que profesas que tu fe en la cruz se refiere únicamente a la
persona del Señor Jesús.
R. El que viene después de mí es más poderoso que yo; yo no soy digno ni siquiera de
llevarle las sandalias. * Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
V. «Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien», dice el Señor.
R. Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
Oremos:
Oh Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados para que puedan
volver al buen camino, concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este
nombre y cumplir cuanto en él se significa. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.