El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, domingo, 21 de abril de 2024. Otras celebraciones del día: SAN ANSELMO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA .
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!
Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!
Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!
Cristo es nuestra esperanza
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!
Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya! Amén.
La bella flor que en el suelo
plantada se vio marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
De tierra estuvo cubierto,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerto.
Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
más no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.
Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.
Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Antífona 1: Aleluya. La piedra ha sido removida de la entrada del sepulcro. Aleluya.
Salmo 23
ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que como hombre sube al cielo (S. Ireneo).
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
— ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
— El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
— Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
Antífona 2: Aleluya. ¿A quién buscas, mujer?, ¿al que está vivo entre los muertos? Aleluya.
Salmo 65
HIMNO PARA UN SACRIFICIO DE ACCIÓN DE GRACIAS
Este salmo habla de la resurrección de Cristo y de la conversión de los gentiles (Hesiquio).
I
Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: "¡Qué temibles son tus obras,
por tu inmenso poder tus enemigos te adulan!"
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres:
transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna eternamente;
sus ojos vigilan a las naciones,
para que no se subleven los rebeldes.
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
Oh Dios, nos pusiste a prueba,
nos refinaste como refinan la plata;
nos empujaste a la trampa,
nos echaste a cuestas un fardo:
sobre nuestro cuello cabalgaban,
pasamos por fuego y por agua,
pero nos has dado respiro.
Antífona 3: Aleluya. No llores, María; ha resucitado el Señor. Aleluya.
II
Entraré en tu casa con víctimas,
para cumplirte mis votos:
los que pronunciaron mis labios
y prometió mi boca en el peligro.
Te ofreceré víctimas cebadas,
te quemaré carneros,
inmolaré bueyes y cabras.
Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.
Si hubiera tenido yo mala intención,
el Señor no me habría escuchado;
pero Dios me escuchó,
y atendió a mi voz suplicante.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.
V. Mi corazón se alegra. Aleluya.
R. Y te canto agradecido. Aleluya.
De los Hechos de los apóstoles 12, 1-23
PEDRO ES LIBERADO DE LA CÁRCEL POR UN ÁNGEL
Por aquel tiempo, el rey Herodes se apoderó de algunos fieles de la Iglesia con el fin
de hacerles daño, e hizo morir por la espada a Santiago, hermano de Juan. Y, viendo que
esto era del agrado de los judíos, resolvió prender también a Pedro. Era por los días de los
panes ázimos. Una vez que se apoderó de él, lo hizo meter en la cárcel y lo puso bajo la
vigilancia de cuatro escuadras de cuatro soldados cada una. Tenía el propósito de hacerlo
comparecer en juicio ante el pueblo después de la Pascua. Mientras Pedro estaba detenido
en la cárcel, la Iglesia oraba incesantemente por él.
La noche anterior al día en que Herodes iba a hacerlo comparecer en su tribunal, se
hallaba Pedro atado con dos cadenas y durmiendo entre dos soldados. Mientras tanto, los
centinelas hacían guardia ante las puertas de la cárcel. De repente, se presentó un ángel
del Señor, y el calabozo se llenó de luz. El ángel tocó a Pedro en el costado, lo despertó y
le dijo: «Levántate en seguida.»
Y, al momento, cayeron las cadenas de sus manos. Le dijo el ángel: «Ponte el ceñidor y
las sandalias.»
Él obedeció. En seguida el ángel añadió: «Envuélvete en tu manto y sígueme.»
Salió Pedro fuera, detrás de él; pero no se daba cuenta de si era realidad lo que estaba
haciendo el ángel; le parecía que estaba viendo un sueño. Después de atravesar la
primera y segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad; la puerta
se abrió por sí misma. Salieron y avanzaron por una calle, y, de pronto, el ángel
desapareció. Pedro, dándose cuenta de la realidad, exclamó: «Ahora comprendo
verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de las garras de
Herodes y de todo lo que el pueblo judío esperaba.»
Después de pensar un momento, se dirigió a casa de María, la madre de Juan, por
sobrenombre Marcos, donde había muchos fieles reunidos en oración. Golpeó la puerta delvestíbulo, y salió a abrir una criada, llamada Rode. Ésta, al reconocer la voz de Pedro,
fuera de sí de alegría, no abrió la puerta, sino que entró corriendo a avisar que Pedro
estaba en el vestíbulo. Ellos le dijeron: «Tú estás loca.»
Pero ella afirmaba con insistencia que era verdad. Entonces dijeron: «Será su ángel.»
Mientras tanto, Pedro seguía llamando. Le abrieron por fin y, al verlo, quedaron
estupefactos. Haciéndoles señas con la mano de que callasen, les contó cómo el Señor lo
había sacado de la cárcel. Luego añadió: «Comunicad esto a Santiago y a los demás
hermanos.»
Y se marchó a otro lugar. Cuando se hizo de día, se produjo gran alarma entre los
soldados, porque no sabían qué había sido de Pedro. Herodes lo hizo buscar y, al no
hallarlo, sometió a interrogatorio a los guardias y los mandó ajusticiar. Luego, bajó deJudea a Cesarea y se quedó allí. Estaba muy irritado contra los tirios y los sidonios. Éstos,
de común acuerdo, vinieron a presentarse ante él, y, por medio de Blasto, tesorero real, a
quien se habían ganado con dinero, pidieron hacer las paces; pues el país de los tirios y
los sidonios dependía económicamente del territorio real de Herodes. El día señalado,
Herodes, vestido regiamente y sentado en su trono, les dirigió una alocución. Y el pueblo
allí reunido comenzó a decir a grandes voces: «Es un dios, no un hombre, el que está
hablando.» Pero, al instante, lo hirió un ángel del Señor, porque no había dado gloria a
Dios; y luego, comido de gusanos, expiró.
R. Levántate, Pedro, y vístete; recibe la fortaleza para salvar a las naciones. * Porque han
caído las cadenas de tus manos. Aleluya.
V. Se presentó un ángel del Señor, y el calabozo se llenó de luz. El ángel tocó a Pedro en
el costado, lo despertó y le dijo: «Levántate en seguida.»
R. Porque han caído las cadenas de tus manos. Aleluya.
De las homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los evangelios
(Homilía 14, 3-6: PL 76,1129-1130)
CRISTO, EL BUEN PASTOR
Yo soy el buen Pastor, que conozco a mis ovejas, es decir, que las amo, y las mías me
conocen. Habla, pues, como si quisiera dar a entender a las claras: «Los que me aman
vienen tras de mí». Pues el que no ama la verdad es que no la ha conocido todavía.
Acabáis de escuchar, queridos hermanos, el riesgo que corren los pastores; calibrad
también, en las palabras del Señor, el que corréis también vosotros. Mirad si sois, en
verdad, sus ovejas, si le conocéis, si habéis alcanzado la luz de su verdad. Si le conocéis,
digo, no sólo por la fe sino también por el amor; no sólo por la credulidad, sino también
por las obras. Porque el mismo Juan Evangelista que nos dice lo que acabamos de oír,
añade también: Quien dice «Yo le conozco», y no guarda sus mandamientos, es un
mentiroso.
Por ello dice también el Señor en el texto que comentamos: Igual que el Padre me
conoce, y yo conozco al Padre yo doy mi vida por las ovejas. Como si dijera claramente
«La prueba de que conozco al Padre y el Padre me conoce a mí está en que entrego mi
vida por mis ovejas; es decir: en la caridad con que muero por mis ovejas, pongo de
manifiesto mi amor por el Padre.»
Y de nuevo vuelve a referirse a sus ovejas, diciendo: Mis ovejas escuchan mi voz, y yo
las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Y un poco antes había dicho:
Quien entre por mi se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrar pastos. O sea, tendrá
acceso a la fe, y pasará luego de la fe a la visión, de la credulidad a la contemplación, y
encontrará pastos en el eterno descanso.
Sus ovejas encuentran pastos, porque quienquiera que siga al Señor con corazón
sencillo se nutrirá con un alimento de eterno verdor. ¿Cuáles son, en efecto, los pastos de
estas ovejas, sino los gozos eternos de un paraíso inmarchitable? Los pastos de los
elegidos son la visión del rostro de Dios, con cuya plena contemplación la mente se sacia
eternamente.
Busquemos, por tanto, hermanos queridísimos, estos pastos, en los que podremos
disfrutar en compañía de tan gran asamblea de santos. El mismo aire festivo de los que ya
se alegran allí nos invita. Levantemos, por tanto, nuestros ánimos, hermanos; vuelva a
enfervorizarse nuestra fe, ardan nuestros anhelos por las cosas del cielo, porque amar de
esta forma ya es ponerse en camino.
Que ninguna adversidad pueda alejarnos del júbilo de la solemnidad interior, puesto
que, cuando alguien desea de verdad ir a un lugar, las asperezas del camino, cualesquiera
que sean, no pueden impedírselo.
Que tampoco ninguna prosperidad, por sugestiva que sea, nos seduzca, pues no deja
de ser estúpido el caminante que, ante el espectáculo de una campiña atractiva en medio
de su viaje, se olvida de la meta a la que se dirigía.
R. Resucitó el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas; * él se dignó morir por su
rebaño. Aleluya.
V. Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado.
R. Él se dignó morir por su rebaño. Aleluya.
Se dice el Te Deum
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección
de Jesucristo, concédenos también la alegría eterna del reino de tus elegidos para que asíel débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor. Él que vive y
reina contigo.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.