El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, domingo, 28 de julio de 2024.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Primicias son del sol de su Palabra
las luces fulgurantes de este día;
despierte el corazón, que es Dios quien llama,
y su presencia es la que ilumina.
Jesús es el que viene y el que pasa
en Pascua permanente entre los hombres,
resuena en cada hermano su palabra,
revive en cada vida sus amores.
Abrid el corazón, es él quien llama
con voces apremiantes de ternura;
venid: habla, Señor, que tu palabra
es vida y salvación de quien la escucha.
El día del Señor, eterna Pascua,
que nuestro corazón inquieto espera,
en ágape de amor ya nos alcanza,
solemne memorial en toda fiesta.
Honor y gloria al Padre que nos ama,
y al Hijo que preside esta asamblea,
cenáculo de amor le sea el alma,
su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.
Antífona 1: El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Salmo 1
LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE
Felices los que poniendo su esperanza en la cruz, se sumergieron en las aguas del bautismo.
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
Antífona 2: Yo mismo he establecido a mi rey en Sión, mi monte santo.
Salmo 2
¿POR QUÉ SE AMOTINAN LAS NACIONES?
Verdaderamente se aliaron contra su santo siervo Jesús, tu Ungido (Hech 4, 27).
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
"rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo".
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
"yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo".
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho:
"Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza".
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
Antífona 3: Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
Salmo 3
CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA
Durmió el Señor el sueño de la muerte y resucitó del sepulcro porque el Padre fue su ayuda (S. Ireneo).
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
"Ya no lo protege Dios".
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.
Del libro de Job 28, 1-28
LA SABIDURÍA PROVIENE SÓLO DE DIOS
Job tomó la palabra y dijo:
«Tiene la plata un venero, el oro un lugar donde se afina, el hierro se extrae de la tierra
y al fundirse la piedra sale el bronce.
Un límite pone el hombre a las tinieblas, sondea, hasta los últimos rincones, las grutas
más lóbregas y oscuras, perfora galerías inaccesibles, olvidadas del viajero, y oscila
suspendido, lejos de los hombres.
La tierra que da pan se trastorna con fuego subterráneo; sus piedras son yacimientos
de zafiros, almendras de oro contienen sus terrones. Su sendero es ignorado por el
buitre, no lo divisa el ojo del halcón, no lo huellan las fieras arrogantes, no lo pisa el león.
El hombre echa mano al pedernal, descuaja las montañas de raíz; y abre galerías en la
roca, atenta la mirada a todo lo precioso; explora los hontanares de los ríos y saca a luz
riquezas escondidas.
Pero la sabiduría, ¿de dónde se saca?, ¿dónde está el yacimiento de la prudencia?
El hombre no conoce su precio, no se la encuentra en la tierra de los vivos. Dice el
abismo: "No está en mí", y el mar responde: "Conmigo no se encuentra."
No se da a cambio de oro ni se le pesa la plata como precio, no se paga con el oro de
Ofir, con ónices preciosos o zafiros; el oro y el vidrio no la igualan ni se paga con vasos de
oro fino; no cuentan el cristal ni los corales y adquirirla cuesta más que las perlas; no la
iguala el topacio de Etiopía ni se compara con el oro más puro.
¿De dónde se saca la sabiduría?, ¿dónde está el yacimiento de la prudencia?
Se oculta a los ojos de las fieras y se esconde a los pájaros del cielo. La muerte y el
abismo lo confiesan: "Sólo de oídas su fama conocemos."
Sólo Dios conoce su camino y el lugar donde está su yacimiento, pues él contempla los
límites del orbe y ve cuanto existe bajo el cielo. Cuando al viento señaló su peso y definió
la medida de las aguas, cuando impuso sus leyes a la lluvia y su ruta al relámpago y al
trueno, entonces la vio y la calculó, y la escrutó hasta el fondo.
Y dijo al hombre: "Temer al Señor es sabiduría, y apartarse del mal, inteligencia."»
R. Nosotros enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, * predestinada por
Dios antes de los siglos para nuestra gloria.
V. Vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría.
R. Predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria.
De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre la segunda carta a los Corintios
(Homilía 14,1-2: PG 61, 497-499)
EN TODA ESTA LUCHA ME SIENTO REBOSANDO DE ALEGRÍA
Nuevamente vuelve Pablo a hablar de la caridad, para atemperar la aspereza de su
reprensión. Pues, después que los ha reprendido y les ha echado en cara que no lo aman
coma él los ama, sino que, separándose de su amor, se han juntado a otros hombres
perniciosos, por segunda vez, suaviza la dureza de su reprensión, diciendo: Dadnos amplio
lugar en vuestro corazón, esto es: "Amadnos". El favor que pide no es en manera alguna
gravoso, y es un favor de más provecho para el que lo da que para el que lo recibe. Y no
dice: "Amadnos", sino: Dadnos amplio lugar en vuestro corazón, expresión que incluye un
matiz de compasión.
"¿Quién -dice-nos ha echado fuera de vuestra mente? ¿Quién nos ha arrojado de ella?
¿Cuál es la causa de que nos sintamos al estrecho entre vosotros?". Antes había dicho:
Vosotros estáis encogidos por dentro, y ahora aclara el sentido de esta expresión,
diciendo: Dadnos amplio lugar en vuestro corazón, añadiendo este nuevo motivo para
atraérselos. Nada hay, en efecto, que mueva tanto a amar como el pensamiento, por parte
de la persona amada, de que aquel que la ama desea en gran manera verse
correspondido.
Ya os tengo dicho -añade-que os llevo tan en el corazón, que estamos unidos para vida
y para muerte. Muy grande es la fuerza de este amor, pues que, a pesar de sus
desprecios, desea morir y vivir con ellos. "Porque os llevamos en el corazón, mas no de
cualquier modo, sino del modo dicho". Porque puede darse el caso de uno que ame pero
rehúya el peligro; no es éste nuestro caso.
Me siento lleno de ánimos. ¿De qué ánimos? "De los que vosotros me proporcionáis:
porque os habéis enmendado y me habéis consolado así con vuestras obras." Esto es
propio del que ama, reprochar la falta de correspondencia a su amor, pero con el temor de
excederse en sus reproches y causar tristeza. Por esto, dice: Me siento lleno de ánimos y
rebosando de alegría.
Es como si dijera: "Me habéis proporcionado una gran tristeza, pero me habéis
proporcionado también una gran satisfacción y consuelo, ya que no sólo habéis quitado la
causa de mi tristeza, sino que además me habéis llenado de una alegría mayor aún".
Y, a continuación, explica cuán grande sea esta alegría, cuando, después que ha dicho:
Me siento rebosando de alegría, añade también: En toda esta lucha. "Tan grande -dice-es
el placer que me habéis dado, que ni estas tan graves tribulaciones han podido
oscurecerlo, sino que su grandeza exuberante ha superado todos los pesares que nos
invadían y ha hecho que ni los sintiéramos."
R. Manifesté entre vosotros las señales de un apóstol verdadero: * con una paciencia
probada en todos los sufrimientos, signos, prodigios y milagros.
V. Gustosamente gastaré lo que tengo y me consumiré yo mismo todo entero por el bien
de vuestras almas.
R. Con una paciencia probada en todos los sufrimientos, signos, prodigios y milagros.
Se dice el Te Deum
Oremos:
Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo; multiplica sobre
nosotros los signos de tu misericordia, para que, bajo tu guía providente, de tal modo nos
sirvamos de los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los eternos. Por Jesucristo
nuestro Señor.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.