Oficio de Lectura - VIERNES XXXIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, viernes, 21 de noviembre de 2025.

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

Este es el día del Señor.
Este es el tiempo de la misericordia.
Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.
En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.
Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos.
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.

Salmodia

Antífona 1: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio. (T. P. Aleluya).

Salmo 34, 1-2. 3c. 9-19. 22-24a. 27-28

SÚPLICA CONTRA LOS PERSEGUIDORES INJUSTOS

Se reunieron... y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con engaño y matarlo (Mt 26, 34).

I

Pelea, Señor, contra los que me atacan,
guerrea contra los que me hacen guerra;
empuña el escudo y la adarga,
levántate y ven en mi auxilio;
di a mi alma:
"yo soy tu victoria".
Y yo me alegraré con el Señor,
gozando de su victoria;
todo mi ser proclamará:
"Señor, ¿quién como tú,
que defiendes al débil del poderoso,
al pobre y humilde del explotador?"
Se presentaban testigos violentos:
me acusaban de cosas que ni sabía,
me pagaban mal por bien,
dejándome desamparado.

Antífona 2: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso. (T. P. Aleluya).

II

Yo, en cambio, cuando estaban enfermos,
me vestía de saco,
me mortificaba con ayunos
y desde dentro repetía mi oración.
Como por un amigo o por un hermano,
andaba triste;
cabizbajo y sombrío,
como quien llora a su madre.
Pero, cuando yo tropecé, se alegraron,
se juntaron contra mí
y me golpearon por sorpresa;
me laceraban sin cesar.
Cruelmente se burlaban de mí,
rechinando los dientes de odio.

Antífona 3: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabará, Señor. (T. P. Aleluya).

III

Señor, ¿cuándo vas a mirarlo?
Defiende mi vida de los que rugen,
mi único bien, de los leones,
y te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré entre la multitud del pueblo.
Que no canten victoria mis enemigos traidores,
que no hagan guiños a mi costa
los que me odian sin razón.
Señor, tú lo has visto, no te calles,
Señor, no te quedes a distancia;
despierta, levántate, Dios mío,
Señor mío, defiende mi causa.
Que canten y se alegren
los que desean mi victoria,
que repitan siempre: "Grande es el Señor"
los que desean la paz a tu siervo.
Mi lengua anunciará tu justicia,
todos los días te alabará.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro del profeta Ezequiel 28, 1-19

ORÁCULO CONTRA TIRO, CUIDAD ORGULLOSA

En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
«Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Esto dice el Señor: Se hinchó tu corazón y
dijiste: "Soy Dios, entronizado en solio de dioses en el corazón del mar", tú que eres
hombre y no dios; te creías listo como los dioses. ¡Si eres más sabio que Daniel!, ningún
enigma se te resiste. Con tu talento, con tu habilidad, te hiciste una fortuna; acumulaste
oro y plata en tus tesoros. Con agudo talento de mercader, ibas acrecentando tu fortuna,
y tu fortuna te llenó de presunción.
Por eso, así dice el Señor: Por haberte creído sabio como los dioses, por eso, traigo
contra ti bárbaros pueblos feroces; desenvainarán la espada contra tu belleza y tu
sabiduría, profanando tu esplendor. Te hundirán en la fosa, morirás con muerte
ignominiosa en el corazón del mar. Tú que eres hombre y no dios, ¿osarás decir: "Soy
Dios", delante de tus asesinos, en poder de los que te apuñalen? Morirás con muerte de
incircunciso, a manos de bárbaros. Yo lo he dicho -oráculo del Señor-.»
Me vino esta palabra del Señor:
«Hijo de hombre, entona una elegía al rey de Tiro. Así dice el Señor: Eras cuño de
perfección, colmo de la sabiduría, de acabada belleza; estabas en un jardín de dioses,
revestido de piedras preciosas: cornalina, topacio y aguamarina, crisolito, malaquita y
jaspe, zafiro, rubí y esmeralda; de oro afiligranado tus zarcillos y dijes, preparados el día
de tu creación.
Te puse junto a un querubín protector de alas extendidas. Estabas en la montaña
sagrada de los dioses, entre piedras de fuego te paseabas. Era irreprensible tu conducta
desde el día de tu creación hasta que se descubrió tu culpa. A fuerza de hacer tratos, te
ibas llenando de atropellos, y pecabas. Te desterré entonces de la montaña de los dioses y
te expulsó el querubín protector de entre las piedras de fuego. Te llenó de presunción tu
belleza y tu esplendor te trastornó el sentido; te arrojé por tierra, te hice espectáculo para
los reyes.
Con tus muchas culpas, con tus sucios negocios, profanaste tu santuario; hice brotar de
tus entrañas fuego que te devoró; te convertí en ceniza sobre el suelo, a la vista de todos.

Tus conocidos de todos los pueblos se espantaron de ti; ¡siniestro desenlace!, para
siempre dejaste de existir.»

Responsorio Cf. Ez 28, 6. 7. 16. 17. 18

R. Así dice el Señor: Por haberte creído sabio como los dioses, * por eso, traigo contra ti
bárbaros pueblos feroces; te desterraré de la montaña de los dioses y te convertiré en
ceniza.
V. Tu esplendor te trastornó el sentido; con tus muchas culpas, profanaste tu santuario.
R. Por eso, traigo contra ti bárbaros pueblos feroces; te desterraré de la montaña de los
dioses y te convertiré en ceniza.

Segunda Lectura

Del tratado de san Juan Eudes, presbítero, sobre el reino de Jesús
(Parte 3, 4: Opera omnia 1, 310-312)

EL MISTERIO DE CRISTO EN NOSOTROS Y EN LA IGLESIA

Debemos continuar y completar en nosotros los estados y misterios de la vida de Cristo,
y suplicarle con frecuencia que los consume y complete en nosotros y en toda su Iglesia.
Porque los misterios de Jesús no han llegado todavía a su total perfección y plenitud.
Han llegado, ciertamente, a su perfección y plenitud en la persona de Jesús, pero no en
nosotros, que somos sus miembros, ni en su Iglesia, que es su cuerpo místico. El Hijo de
Dios quiere comunicar y extender en cierto modo y continuar sus misterios en nosotros y
en toda su Iglesia, ya sea mediante las gracias que ha determinado otorgarnos, ya
mediante los efectos que quiere producir en nosotros a través de estos misterios. En este
sentido, quiere completarlos en nosotros.
Por esto, san Pablo dice que Cristo halla su plenitud en la Iglesia y que todos nosotros
contribuimos a su edificación y a la medida de Cristo en su plenitud, es decir, a aquella
edad mística que él tiene en su cuerpo místico, y que no llegará a su plenitud hasta el día
del juicio. El mismo apóstol dice, en otro lugar, que él completa en su carne los dolores de
Cristo.
De este modo, el Hijo de Dios ha determinado consumar y completar en nosotros todos
los estados y misterios de su vida. Quiere llevar a término en nosotros los misterios de su
encarnación, de su nacimiento, de su vida oculta, formándose en nosotros y volviendo a
nacer en nuestras almas por los santos sacramentos del bautismo y de la sagrada
eucaristía, y haciendo que llevemos una vida espiritual e interior, escondida con él en Dios.
Quiere completar en nosotros el misterio de su pasión, muerte y resurrección, haciendo
que suframos, muramos y resucitemos con él y en él. Finalmente, completará en nosotros
su estado de vida gloriosa e inmortal, cuando haga que vivamos, con él y en él, una vida
gloriosa y eterna en el cielo. Del mismo modo, quiere consumar y completar los demás
estados y misterios de su vida en nosotros y en su Iglesia, haciendo que nosotros los
compartamos y participemos de ellos, y que en nosotros sean continuados y prolongados.

Según esto, los misterios de Cristo no estarán completos hasta el final de aquel tiempo
que él ha destinado para la plena realización de sus misterios en nosotros y en la Iglesia,
es decir, hasta el fin del mundo.

Responsorio Col 1, 24. 29

R. Ahora me alegro de los padecimientos que he sufrido por vosotros, * y voy
completando en favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, las tribulaciones que aún me
quedan por sufrir con Cristo en mi carne mortal.
V. Con este fin me esfuerzo y lucho, contando con la eficacia de Cristo, que actúa
poderosamente en mí,
R. Y voy completando en favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, las tribulaciones que
aún me quedan por sufrir con Cristo en mi carne mortal.

Oración

Oremos:

Señor, Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte
a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo
, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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