Oficio de Lectura - MIÉRCOLES II SEMANA DE ADVIENTO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, miércoles, 10 de diciembre de 2025. Otras celebraciones del día: Santa Eulalia de Mérida, Virgen Y Mártir .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: El Señor está cerca, venid, adorémosle.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida es su vida, su Amor es su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.

Salmodia

Antífona 1: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.

Salmo 38

SÚPLICA DE UN ENFERMO

La creación fue sometida a la frustración..., pero con la esperanza de verse liberada (Rm 8, 20).

I

Yo me dije: "vigilaré mi proceder,
para que no se me vaya la lengua;
pondré una mordaza a mi boca
mientras el impío esté presente".
Guardé silencio resignado,
no hablé con ligereza;
pero mi herida empeoró,
y el corazón me ardía por dentro;
pensándolo me requemaba,
hasta que solté la lengua.
"Señor, dame a conocer mi fin
y cuál es la medida de mis años,
para que comprenda lo caduco que soy".
Me concediste un palmo de vida,
mis días son nada ante ti;
el hombre no dura más que un soplo,
el hombre pasa como una sombra,
por un soplo se afana,
atesora sin saber para quién.

Antífona 2: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.

II

Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda?
Tú eres mi confianza.
Líbrame de mis iniquidades,
no me hagas la burla de los necios.
Enmudezco, no abro la boca,
porque eres tú quien lo ha hecho.
Aparta de mí tus golpes,
que el ímpetu de tu mano me acaba.
Escarmientas al hombre
castigando su culpa;
como una polilla roes sus tesoros;
el hombre no es más que un soplo.
Escucha, Señor, mi oración,
haz caso de mis gritos,
no seas sordo a mi llanto;
porque yo soy huésped tuyo,
forastero como todos mis padres.
Aplácate, dame respiro,
antes de que pase y no exista.

Antífona 3: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás. (T. P. Aleluya).

Salmo 51

CONTRA LA VIOLENCIA DE LOS CALUMNIADORES

El que se gloría, que se gloríe en el Señor (1 Cor 1, 31).

¿Por qué te glorías de la maldad
y te envalentonas contra el piadoso?
Estás todo el día maquinando injusticias,
tu lengua es navaja afilada,
autor de fraudes;
prefieres el mal al bien,
la mentira a la honradez;
prefieres las palabras corrosivas,
lengua embustera.
Pues Dios te destruirá para siempre,
te abatirá y te barrerá de tu tienda;
arrancará tus raíces
del suelo vital.
Lo verán los justos, y temerán,
y se reirán de él:
"mirad al valiente
que no puso en Dios su apoyo,
confió en sus muchas riquezas,
se insolentó en sus crímenes".
Pero yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en la misericordia de Dios
por siempre jamás.
Te daré siempre gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fieles:
"Tu nombre es bueno".

Versículo

V. Señor, Dios nuestro, restáuranos.
R. Haz brillar tu rostro sobre nosotros y sálvanos.

Lecturas

Primera Lectura

Comienza el libro de Rut 1, 1-22

FIDELIDAD DE RUT

Cuando gobernaban los Jueces hubo hambre en el país; un hombre se fue de Belén
de Judá para vivir en los campos de Moab, él, su mujer y sus dos hijos. El hombre se
llamaba Elimélek, su mujer Noemí y sus dos hijos tenían por nombres Majlón y Kilyón;
eran efrateos de Belén de Judá, llegaron a los campos de Moab y allí se establecieron.
Murió Elimélek, el esposo de Noemí, quedando ella con sus dos hijos. Ellos se casaron
con mujeres moabitas, una se llamaba Orfá, el nombre de la otra era Rut. Allí vivieron
unos diez años. Murieron también ellos dos, Majlón y Kilyón, y la mujer se quedó sin sus
dos hijos y sin su esposo.
Ella y sus nueras decidieron retornar de los campos de Moab porque había escuchado
en el campo de Moab que el Señor había visitado a su pueblo para darles pan. Entonces
salió con sus dos nueras del lugar en que vivía y comenzaron a caminar por la ruta que
sube al país de Judá. Entonces Noemí dijo a sus dos nueras:
— Iros, regresad cada una a la casa de vuestra madre. El Señor tenga misericordia de
vosotras como la tuvisteis vosotras con los difuntos y conmigo. El Señor os conceda
encontrar descanso en la casa de vuestro esposo. Entonces ellas gritaron y se pusieron a
llorar. Y le dijeron:
— Nos iremos a tu pueblo contigo.
Noemí les dijo:

— Regresad, hijas mías, ¿por qué tenéis que venir conmigo?, ¿acaso tengo hijos en
mi seno para dároslos por esposos? Regresad, hijas mías; iros, porque yo he envejecido
para casarme de nuevo. Aunque yo dijera: “Tengo esperanzas, y fuera esta noche de un
marido, incluso diera a luz hijos, ¿por eso esperaríais hasta que crecieran?, ¿por eso os
contendríais sin casaros a causa de ellos? No, hijas mías, que estoy triste por vosotras,
pues la mano del Señor se ha descargado contra mí.
Ellas gritaron y se pusieron a llorar otra vez. Orfá besó a su suegra y volvió a su
pueblo, pero Rut permaneció con ella. Noemí le dijo:
— Mira, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a su dios, vete detrás de tu cuñada.
Replicó Rut:
— No me insistas para que te deje, para que me vuelva y no te siga, porque iré a
donde tú vayas y viviré donde vivas; tu pueblo es mi pueblo y tu Dios es mi Dios. En
donde quiera que mueras, moriré yo, y allí seré sepultada. Que el Señor haga de mí lo que
quiera y me añada otro tanto, pero que sea la muerte lo único que nos separe a ti y a mí.
Al ver que se empeñaba en irse con ella, dejó de insistirle. Se fueron las dos juntas
hasta llegar a Belén. En cuanto llegaron a Belén, se conmocionó toda la ciudad a causa de
ellas, y decían las mujeres:
— ¡Es Noemí!
Pero ella les decía:
— No me llaméis Noemí, llamadme Mara, porque de amargura me ha llenado el
Todopoderoso. Llena de riqueza me fui y despojada de ellas me hace regresar el Señor,
para qué vais a llamarme Noemí si el Señor pronunció testimonio contra mí y el
Todopoderoso me hizo daño.
Regresó, pues, Noemí desde los campos de Moab, y la moabita Rut, su nuera, vino
con ella. Llegaron ellas a Belén al comienzo de la siega de la cebada.

Responsorio Jl 3, 5; Am 9, 11-12

R. En el monte de Sión y en Jerusalén quedará un resto; como lo ha prometido el Señor a
los supervivientes * que él llamó.
V. Levantaré la tienda caída de David, levantaré sus ruinas, para que posean las primicias
de Edom y de todas las naciones.
R. Que él llamó.

Segunda Lectura

De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 109,1-3: CCL 40,1601-1603)

LAS PROMESAS DE DIOS SE NOS CONCEDEN POR SU HIJO

Dios estableció el tiempo de sus promesas y el momento de su cumplimiento.
El período de las promesas se extiende desde los profetas hasta Juan Bautista. El del
cumplimiento, desde éste hasta el fin de los tiempos.
Fiel es Dios, que se ha constituido en deudor nuestro, no porque haya recibido nada
de nosotros, sino por lo mucho que nos ha prometido. La promesa le pareció poco,
incluso; por eso, quiso obligarse mediante escritura, haciéndonos, por decirlo así, un
documento de sus promesas para que, cuando empezara a cumplir lo que prometió,
viésemos en el escrito el orden sucesivo de su cumplimiento. El tiempo profético era,
como he dicho muchas veces, el del anuncio de las promesas.
Prometió la salud eterna, la vida bienaventurada en la compañía eterna de los
ángeles, la herencia inmarcesible, la gloria eterna, la dulzura de su rostro, la casa de su
santidad en los cielos y la liberación del miedo a la muerte, gracias a la resurrección de los
muertos. Esta última es como su promesa final, a la cual se enderezan todos nuestros
esfuerzos y que, una vez alcanzada, hará que no deseemos ni busquemos ya cosa alguna.
Pero tampoco silenció en qué orden va a suceder todo lo relativo al final, sino que lo ha
anunciado y prometido.
Prometió a los hombres la divinidad, a los mortales la inmortalidad, a los pecadores la
justificación, a los miserables la glorificación.
Sin embargo, hermanos, como a los hombres les parecía increíble lo prometido por
Dios —a saber, que los hombres habían de igualarse a los ángeles de Dios, saliendo de
esta mortalidad, corrupción, bajeza, debilidad, polvo y ceniza—, no sólo entregó la
escritura a los hombres para que creyesen, sino que también puso un mediador de su
fidelidad. Y no a cualquier príncipe, o a un ángel o arcángel, sino a su Hijo único. Por
medio de éste había de mostrarnos y ofrecernos el camino por donde nos llevaría al fin
prometido.
Poco hubiera sido para Dios haber hecho a su Hijo manifestador del camino. Por eso,
le hizo camino, para que, bajo su guía, pudieras caminar por él.
Debía, pues, ser anunciado el unigénito Hijo de Dios en todos sus detalles: en que
había de venir a los hombres y asumir lo humano, y, por lo asumido, ser hombre, morir y
resucitar, subir al cielo, sentarse a la derecha del Padre y cumplir entre las gentes lo que

prometió. Y, después del cumplimiento de sus promesas, también cumpliría su anuncio de
una segunda venida, para pedir cuentas de sus dones, discernir los vasos de ira de los de
misericordia, y dar a los impíos las penas con que amenazó, y a los justos los premios que
ofreció.
Todo esto debió ser profetizado, anunciado, encomiado como venidero, para que no
asustase si acontecía de repente, sino que fuera esperado porque primero fue creído.

Responsorio Mi 7, 19; Hch 10, 43

R. Nuestro Dios volverá a compadecerse, * extinguirá nuestras culpas y arrojará al fondo
del mar todos nuestros delitos.
V. Todos los profetas aseguran que cuantos tengan fe en él recibirán por su nombre el
perdón de sus pecados.
R. Extinguirá nuestras culpas y arrojará al fondo del mar todos nuestros delitos.

Oración

Oremos:

Señor Dios todopoderoso, que nos mandas abrir camino a Cristo el Señor, no permitas que
desfallezcamos en nuestra debilidad los que esperamos la llegada saludable del que viene
a sanarnos de todos nuestros males. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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