El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, viernes, 14 de noviembre de 2025.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
¡Qué hermosos son los pies
del que anuncia la paz a sus hermanos!
¡Y qué hermosas las manos
maduras en el surco y en la mies!
Grita lleno de gozo,
pregonero, que traes noticias buenas:
se rompen las cadenas,
y el sol de Cristo brilla esplendoroso.
Grita sin miedo, grita,
y denuncia a mi pueblo sus pecados;
vivimos engañados,
pues la belleza humana se marchita.
Toda yerba es fugaz,
la flor del campo pierde sus colores;
levanta sin temores,
pregonero, tu voz dulce y tenaz.
Si dejas los pedazos
de tu alma enamorada en el sendero,
¡qué dulces, mensajero,
qué hermosos, qué divinos son tus pasos! Amén.
Antífona 1: Nuestros padres nos contaron el poder del Señor y las maravillas que realizó. (T. P. Aleluya).
Salmo 77, 1-39
BONDAD DE DIOS E INFIDELIDAD DEL PUEBLO A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
Estas cosas sucedieron en figura para nosotros (1 Cor 10, 6).
I
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza,
inclina el oído a las palabras de mi boca:
que voy a abrir mi boca a las sentencias,
para que broten los enigmas del pasado.
Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
no lo ocultaremos a sus hijos,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder,
las maravillas que realizó;
porque él estableció una norma para Jacob,
dio una ley a Israel.
Él mandó a nuestros padres
que lo enseñaran a sus hijos,
para que lo supiera la generación siguiente;
los hijos que nacieran después.
Que surjan y lo cuenten a sus hijos,
para que pongan en Dios su confianza
y no olviden las acciones de Dios,
sino que guarden sus mandamientos;
para que no imiten a sus padres,
generación rebelde y pertinaz;
generación de corazón inconstante,
de espíritu infiel a Dios.
Los arqueros de la tribu de Efraín
volvieron la espalda en la batalla;
no guardaron la alianza de Dios,
se negaron a seguir su ley,
echando en olvido sus acciones,
las maravillas que les había mostrado,
cuando hizo portentos a vista de sus padres,
en el país de Egipto, en el campo de Soán:
hendió el mar para darles paso,
sujetando las aguas como muros;
los guiaba de día con una nube,
de noche con el resplandor del fuego;
hendió la roca en el desierto,
y les dio a beber raudales de agua;
sacó arroyos de la peña,
hizo correr las aguas como ríos.
Antífona 2: Los hijos comieron el maná y bebieron de la roca espiritual que los seguía. (T. P. Aleluya).
II
Pero ellos volvieron a pecar contra él,
y en el desierto se rebelaron contra el Altísimo:
tentaron a Dios en sus corazones,
pidiendo una comida a su gusto;
hablaron contra Dios: "¿podrá Dios
preparar una mesa en el desierto?
Él hirió la roca, brotó agua
y desbordaron los torrentes;
pero ¿podrá también darnos pan,
proveer de carne a su pueblo?"
Lo oyó el Señor, y se indignó;
un fuego se encendió contra Jacob,
hervía su cólera contra Israel,
porque no tenían fe en Dios
ni confiaban en su auxilio.
Pero dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos maná,
les dio un trigo celeste;
y el hombre comió pan de ángeles,
les mandó provisiones hasta la hartura.
Hizo soplar desde el cielo el levante,
y dirigió con su fuerza el viento sur;
hizo llover carne como una polvareda,
y volátiles como arena del mar;
los hizo caer en mitad del campamento,
alrededor de sus tiendas.
Ellos comieron y se hartaron,
así satisfizo su avidez;
pero, con la avidez recién saciada,
con la comida aún en la boca,
la ira de Dios hirvió contra ellos:
mató a los más robustos,
doblegó a la flor de Israel.
Antífona 3: Se acordaron de que Dios era su roca y su redentor. (T. P. Aleluya).
III
Y, con todo, volvieron a pecar,
y no dieron fe a sus milagros:
entonces consumió sus días en un soplo,
sus años en un momento;
y, cuando los hacía morir, lo buscaban,
y madrugaban para volverse hacia Dios;
se acordaban de que Dios era su roca,
el Dios Altísimo su redentor.
Lo adulaban con sus bocas,
pero sus lenguas mentían:
su corazón no era sincero con él,
ni eran fieles a su alianza.
Él, en cambio, sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía:
una y otra vez reprimió su cólera,
y no despertaba todo su furor;
acordándose de que eran de carne,
un aliento fugaz que no torna.
Del libro del profeta Ezequiel 13, 1-16
ORÁCULO CONTRA LOS FALSOS PROFETAS
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
«Hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel, profetiza diciéndoles: Escuchad
la palabra del Señor. Esto dice el Señor:
¡Ay de los profetas necios que se inventan profecías, cosas que nunca vieron, siguiendo
su inspiración! (Como raposas entre ruinas son tus profetas, Israel.) No acudieron a la
brecha ni levantaron cerca en torno a la casa de Israel, para que resistiera en la batalla, el
día del Señor. Visionarios falsos, adivinos de embustes, que decían: "Oráculo del Señor",
cuando el Señor no los enviaba, esperando que cumpliera su palabra. Vosotros habéis
visto visiones vanas y habéis pronunciado oráculos falsos, diciendo: "Oráculo del Señor",
cuando el Señor no hablaba.
Por tanto, esto dice el Señor: Por haber dicho mentiras y haber visto engaños, por eso,
aquí estoy contra vosotros -oráculo del Señor-. Extenderé mi mano contra los profetas y
visionarios falsos y adivinos de embustes; no tomarán parte en la asamblea de mi pueblo,
ni serán inscritos en el censo de la casa de Israel, ni entrarán en la tierra de Israel; y
sabréis que yo soy el Señor. Sí, porque habéis extraviado a mi pueblo, anunciando paz,
cuando no había paz, y, mientras ellos construían la tapia, vosotros la ibais enluciendo.
Diles a los enlucidores: Vendrá una lluvia torrencial, caerá pedrisco, se desencadenará
un vendaval. Cuando la pared se derrumbe, os dirán: "¿Qué fue del enlucido que
echasteis?" Por tanto, esto dice el Señor: Con furia desencadenaré un vendaval, una lluvia
torrencial mandaré con ira, y pedrisco, en el colmo de mi furia. Derribaré la pared que
enlucisteis, la tiraré al suelo, quedarán al desnudo sus cimientos; se desplomará y
pereceréis debajo, y sabréis que yo soy el Señor.
Cuando agote mi cólera en el muro y en los que lo enlucieron, os dirán: "¿Qué fue del
muro y de los que lo enlucieron: de los profetas de Israel que profetizaban para Jerusalén,
que tenían para ella visiones de paz, cuando no había paz?" -oráculo del Señor-.»
R. Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de ovejas, * pero
por dentro son lobos rapaces.
V. Surgirán muchos falsos profetas, que obrarán grandes señales y prodigios y engañarán
a muchos.
R. Pero por dentro son lobos rapaces.
De la homilía de un autor del siglo segundo
(Caps. 15,1-17, 2: Funk 1,161-167)
CONVIRTÁMONOS A DIOS, QUE NOS LLAMA
Creo que vale la pena tener en cuenta el consejo que os he dado acerca de la
continencia; el que lo siga no se arrepentirá, sino que se salvará a sí mismo por haberlo
seguido y me salvará a mí por habérselo dado. No es pequeño el premio reservado al que
hace volver al buen camino a un alma descarriada y perdida. La mejor muestra de
agradecimiento que podemos tributar a Dios, que nos ha creado, consiste en que tanto el
que habla como el que escucha lo hagan con fe y con caridad.
Mantengámonos firmes en nuestra fe, justos y santos, para que así podamos
confiadamente rogar a Dios, pues él nos asegura: Clamarás al Señor, y te responderá:
"Aquí estoy." Estas palabras incluyen una gran promesa, pues nos demuestran que el
Señor está más dispuesto a dar que nosotros a pedir. Ya que nos beneficiamos todos de
una benignidad tan grande, no nos envidiemos unos a otros por los bienes recibidos. Estas
palabras son motivo de alegría para los que las cumplen, de condenación para los que las
rechazan.
Así, pues, hermanos, ya que se nos ofrece esta magnífica ocasión de arrepentirnos,
mientras aún es tiempo convirtámonos a Dios, que nos llama y se muestra dispuesto a
acogernos. Si renunciamos a los placeres terrenales y dominamos nuestras tendencias
pecaminosas, nos beneficiaremos de la misericordia de Jesús. Daos cuenta que llega el día
del juicio, ardiente como un horno, cuando el cielo se derretirá y toda la tierra se licuará
como el plomo en el fuego, y entonces se pondrán al descubierto nuestras obras, aun las
más ocultas. Buena cosa es la limosna como penitencia del pecado; mejor el ayuno que la
oración, pero mejor que ambos la limosna; el amor cubre la multitud de los pecados, pero
la oración que sale de un corazón recto libra de la muerte. Dichoso el que sea hallado
perfecto en estas cosas, porque la limosna atenúa los efectos del pecado.
Arrepintámonos de todo corazón, para que no se pierda ninguno de nosotros. Si hemos
recibido el encargo de apartar a los idólatras de sus errores, ¡cuánto más debemos
procurar no perdernos nosotros que ya conocemos a Dios! Ayudémonos, pues, unos a
otros en el camino del bien, sin olvidar a los más débiles, y exhortémonos mutuamente a
la conversión.
R. Conservaos en la caridad de Dios, * esperando la misericordia de nuestro Señor
Jesucristo para la vida eterna.
V. Desechando la impiedad y las ambiciones del mundo, vivamos con sensatez, justicia y
religiosidad en esta vida.
R. Esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna.
Oremos:
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien
dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por
nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.