Oficio de Lectura - MIÉRCOLES XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, miércoles, 17 de septiembre de 2025.

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

Pues busco, debo encontrar;
pues llamo, débenme abrir;
pues pido, me deben dar;
pues amo, débeme amar
aquel que me hizo vivir.
¿Calla? Un día me hablará.
¿Pasa? No lejos irá.
¿Me pone a prueba? Soy fiel.
¿Pasa? No lejos irá:
pues tiene alas mi alma, y va
volando detrás de él.
Es poderoso, mas no
podrá mi amor esquivar;
invisible se volvió,
mas ojos de lince yo
tengo y le habré de mirar.
Alma, sigue hasta el final
en pos del Bien de los bienes,
y consuélate en tu mal
pensando con fe total:
¿Le buscas? ¡Es que lo tienes! Amén.

Salmodia

Antífona 1: Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. (T. P. Aleluya).

Salmo 102

¡BENDICE, ALMA MÍA, AL SEÑOR!

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto (Lc 1, 78).

I

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura;
él sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila
se renueva tu juventud.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

Antífona 2: Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles. (T. P. Aleluya).

II

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen
nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre
siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro.
Los días del hombre
duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla.

Antífona 3: Bendecid al Señor, todas sus obras. (T. P. Aleluya).

III

Pero la misericordia del Señor
dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos.
El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes,
prontos a la voz de su palabra.
Bendecid al Señor, ejércitos suyos,
servidores que cumplís sus deseos.
Bendecid al Señor, todas sus obras,
en todo lugar de su imperio.
¡Bendice, alma mía, al Señor!

Lecturas

Primera Lectura

Del libro del profeta Oseas 11, 1b-11

EL AMOR DE DIOS NUNCA ABANDONA

Esto dice el Señor:
«Cuando Israel era un niño yo lo amé, Yo desde Egipto, llamé a mi hijo. Pero cuanto
más lo llamaba, más se alejaba él de mí: sacrificaba a los Baales, ofrecía incienso a los

ídolos. Yo enseñé a andar a Efraín, lo alzaba en brazos, pero él no comprendía que yo
cuidaba de él. Con cuerdas humanas, con lazos de amor lo atraía; era para él como quien
levanta a un niño contra su mejilla, y me inclinaba para darle de comer.
Pero se volverá a Egipto, Asur será su rey, porque no quiso convertirse. Llegará la
espada contra sus ciudades y devorará sus puertas y las consumirá a causa de sus planes,
Mi pueblo está perturbado por su apostasía, llaman a Baal y no los ayuda. Pero ¿cómo
podré entregarte, Efraín? ¿Cómo abandonarte, Israel? ¿Podré convertirte como a Admá,
hacerte semejante a Seboím? Se me estremece el corazón dentro de mí, se me
conmueven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín,
pues soy Dios y no hombre, soy el Santo en medio de ti y no enemigo a la puerta.
Irán detrás del Señor, él rugirá como un león; rugirá y acudirán sus hijos desde
occidente, vendrán desde Egipto como pájaros, de Asiria acudirán como palomas, y yo los
haré habitar en sus casas —lo dice el Señor—.»

Responsorio Os 11, 8. 9; Jr 31 , 3

R. Se me estremece el corazón dentro de mí, se me conmueven las entrañas. * No cederé
al ardor de mi cólera, pues soy Dios y no hombre.
V. Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia.
R. No cederé al ardor de mi cólera, pues soy Dios y no hombre.

Segunda Lectura

Del sermón de san Agustín, obispo, sobre los pastores
(Sermón 46, 6-7: CCL, 41, 533-534)

QUE NADIE BUSQUE SU INTERÉS SINO EL DE JESUCRISTO

Ya que hemos hablado de lo que quiere decir beberse la leche, veamos ahora lo que
significa cubrirse con su lana. El que ofrece la leche ofrece el sustento, y el que ofrece lalana ofrece el honor. Éstas son las dos cosas que esperan del pueblo los que se apacientan
a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas: la satisfacción de sus necesidades con
holgura y el favor del honor y la gloria.
Desde luego, el vestido se entiende aquí como signo de honor, porque cubre la
desnudez. Un hombre es un ser débil. Y, el que os preside, ¿qué es sino lo mismo que
vosotros? Tiene un cuerpo, es mortal, come, duerme, se levanta; ha nacido y tendrá que
morir. De manera que, si consideras lo que es en sí mismo, no es más que un hombre.
Pero tú, al rodearle de honores, haces como si cubrieras lo que es de por sí bien débil.
Ved qué vestidura de esta índole había recibido el mismo Pablo del buen pueblo de
Dios, cuando decía: Me recibisteis como a un mensajero de Dios. Porque hago constar en
vuestro honor que a ser posible, os habríais sacado los ojos por dármelos. Pero,
habiéndosele tributado semejante honor, ¿acaso se mostró complaciente con los que
andaban equivocados, como si temiera que se lo negaran y le retiraran sus alabanzas si
los acusaba? De haberlo hecho así, se hubiera contado entre los que se apacientan a sí
mismos en vez de a las ovejas. En ese caso, estaría diciendo para sí: "¿A mí qué me
importa? Que haga cada uno lo que quiera; mi sustento está a salvo, lo mismo que mi
honor: tengo suficiente leche y lana; que cada uno tire por donde pueda." ¿Con que para
ti todo está bien, si cada uno tira por donde puede? No seré yo quien te dé
responsabilidad alguna, no eres más que uno de tantos. Cuando un miembro sufre, todos
sufren con él.
Por eso, el mismo Apóstol, al recordarles la manera que tuvieron de portarse con él, y
para no dar la impresión de que se olvidaba de los honores que le habían tributado, les
aseguraba que lo habían recibido como si fuera un mensajero de Dios y que, si hubiera
sido ello posible, se habrían sacado los ojos para ofrecérselos a él. A pesar de lo cual, se
acercó a la oveja enferma, a la oveja corrompida, para cauterizar su herida, no para ser
complaciente con su corrupción. ¿Y ahora me he convertido en enemigo vuestro por ser
sincero con vosotros? De modo que aceptó la leche de las ovejas y se vistió con su lana,
pero no las descuidó. Porque no buscaba su interés, sino el de Jesucristo.

Responsorio Sir 32, 1-2; Mc 9, 34


R. ¿Te han puesto a presidir? No presumas, * sé entre los demás como uno de ellos y
atiéndelos.
V. Si alguno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.
R. Sé entre los demás como uno de ellos y atiéndelos.

Oración

Oremos:

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos, y para que sintamos el efecto de
tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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