Oficio de Lectura - SÁBADO II SEMANA DE ADVIENTO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, sábado, 13 de diciembre de 2025. Otras celebraciones del día: Santa Lucía, virgen y mártir .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: El Señor está cerca, venid, adorémosle.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida es su vida, su Amor es su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.

Salmodia

Antífona 1: Acuérdate de nosotros, Señor, visítanos con tu salvación. (T. P. Aleluya).

Salmo 105

BONDAD DE DIOS E INFIDELIDAD DEL PUEBLO A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Todo esto fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades (1 Cor 10, 11).

I

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
¿Quién podrá contar las hazañas de Dios,
pregonar toda su alabanza?
Dichosos los que respetan el derecho
y practican siempre la justicia.
Acuérdate de mí por amor a tu pueblo,
visítame con tu salvación:
para que vea la dicha de tus escogidos,
y me alegre con la alegría de tu pueblo,
y me gloríe con tu heredad.
Hemos pecado con nuestros padres,
hemos cometido maldades e iniquidades.
Nuestros padres en Egipto
no comprendieron tus maravillas;
no se acordaron de tu abundante misericordia,
se rebelaron contra el Altísimo en el mar Rojo,
pero Dios los salvó por amor de su nombre,
para manifestar su poder.
Increpó al mar Rojo, y se secó,
los condujo por el abismo como por tierra firme;
los salvó de la mano del adversario,
los rescató del puño del enemigo;
las aguas cubrieron a los atacantes,
y ni uno solo se salvó:
entonces creyeron sus palabras,
cantaron su alabanza.
Bien pronto olvidaron sus obras,
y no se fiaron de sus planes:
ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la estepa.
Él les concedió lo que pedían,
pero les mandó un cólico por su gula.
Envidiaron a Moisés en el campamento,
y a Aarón, el consagrado al Señor:
se abrió la tierra y se tragó a Datán,
se cerró sobre Abirón y sus secuaces;
un fuego abrasó a su banda,
una llama consumió a los malvados.

Antífona 2: No olvidéis la alianza que el Señor, vuestro Dios, pactó con vosotros.

II

En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba.
Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam,
portentos junto al mar Rojo.
Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio.
Despreciaron una tierra envidiable,
no creyeron en su palabra;
murmuraban en las tiendas,
no escucharon la voz del Señor.
Él alzó la mano y juró
que los haría morir en el desierto,
que dispersaría su estirpe por las naciones
y los aventaría por los países.
Se acoplaron con Baal Fegor,
comieron de los sacrificios a dioses muertos;
provocaron a Dios con sus perversiones,
y los asaltó una plaga;
pero Finés se levantó e hizo justicia,
y la plaga cesó;
y se le apuntó a su favor
por generaciones sin término.
Lo irritaron junto a las aguas de Meribá,
Moisés tuvo que sufrir por culpa de ellos;
le habían amargado el alma,
y desvariaron sus labios.

Antífona 3: Sálvanos, Señor, Dios nuestro, y reúnenos de entre los gentiles. (T. P. Aleluya).

III

No exterminaron a los pueblos
que el Señor les había mandado;
emparentaron con los gentiles,
imitaron sus costumbres;
adoraron sus ídolos
y cayeron en sus lazos;
inmolaron a los demonios
sus hijos y sus hijas;
derramaron la sangre inocente
y profanaron la tierra ensangrentándola;
se mancharon con sus acciones
y se prostituyeron con sus maldades.
La ira del Señor se encendió contra su pueblo,
y aborreció su heredad;
los entregó en manos de gentiles,
y sus adversarios los sometieron;
sus enemigos los tiranizaban
y los doblegaron bajo su poder.
Cuántas veces los libró;
más ellos, obstinados en su actitud,
perecían por sus culpas;
pero él miró su angustia,
y escuchó sus gritos.
Recordando su pacto con ellos,
se arrepintió con inmensa misericordia;
hizo que movieran a compasión
a los que los habían deportado.
Sálvanos, Señor, Dios nuestro,
reúnenos de entre los gentiles:
daremos gracias a tu santo nombre,
y alabarte será nuestra gloria.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
desde siempre y por siempre.
Y todo el pueblo diga: ¡Amén!

Versículo

V. El Señor anuncia su palabra a Jacob.
R. Sus decretos y mandatos a Israel.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro de Rut 3, 1-18

PROMESA DE BOOZ

Un día, su suegra Noemí le dijo a Rut:
— Hija mía, ¿No tendré que buscarte una casa buena para ti? ¿No resulta ahora que
Booz, con cuyas empleadas has estado, es nuestro cercano familiar? Mira por donde que
esta noche aventa la cebada en su era. Lávate, perfúmate y cúbrete con tu manto; baja a
la era sin darte a conocer del hombre hasta que concluya de comer y beber. En cuanto seacueste, busca el lugar en el que se acuesta, entra, descubre sus pies y acuéstate. Él
mismo te indicará lo que has de hacer.
Rut le contestó:
— Haré todo lo que me dices.
Bajó a la era e hizo todo lo que le había ordenado su suegra. Booz comió, bebió y
puso contento su corazón. Luego se fue a acostar al lado del montón de grano. Ella llegó
sigilosamente, descubrió los pies del hombre y se acostó. Cuando ya era la media noche,
el hombre sintió frío, se dio la vuelta y descubrió una mujer acostada a sus pies. Y le
preguntó:
— ¿Quién eres tú?
Ella le contestó:
— Yo soy tu sierva Rut. Coloca la punta de tu capa sobre tu sierva, porque tú eres
padrino.
Él le replicó:
— Bendita eres del Señor, hija mía. Mejor ha sido tu última piedad que la primera,
porque no te has buscado a cualquiera de los jóvenes, ya sea pobre o rico. Por tanto, hija
mía, no temas, que yo te haré todo cuanto me pidas, porque toda la asamblea de mi
pueblo sabe que eres una mujer virtuosa. No obstante, aunque yo soy padrino, tienes otro
padrino más cercano que yo. Deja pasar la noche, y al amanecer, si él quiere hacerse
cargo de ti, está bien que sea tu padrino; pero si no quiere ejercer como tu padrino, viva
el Señor que yo ejerceré el derecho de padrino. Sigue acostada hasta el amanecer.
Ella siguió acostada a sus pies hasta el amanecer, y se levantó cuando todavía no era
posible uno reconociera a otro, porque él se dijo: “No conviene que se sepa que ha venido
esta mujer a la era”. Él le dijo:
— Extiende el manto que llevas puesto y agárralo con energía.
Ella lo agarró y él le puso seis medidas de cebada, y lo cargó sobre ella para que se
fuera a la ciudad. Cuando entró a casa de su suegra, ésta le preguntó:
— ¿Cómo te fue, hija mía?
Rut le contó todo lo que aquel hombre había hecho en favor de ella. Y añadió:
— Me ha dado seis medidas de cebada mientras me decía: “No te irás a casa de tu
suegra de vacío”.
Noemí dijo:
— Hija mía, quédate en paz hasta que sepas en qué queda todo esto, porque ese
hombre no descansará hasta no resolver el problema hoy mismo.

Responsorio 1 Sam 2, 7-8; Lc 1, 48

R. El Señor da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece; él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre, * para hacer que se siente entre príncipes y que herede un
trono de gloria.
V. Ha mirado la humillación de su esclava.
R. Para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria.

Segunda Lectura

De los sermones del beato Isaac, abad del monasterio de Stella
(Sermón 51: PL 194,1862-1863.1865)

MARÍA Y LA IGLESIA

El Hijo de Dios es el primogénito entre muchos hermanos, y, siendo por naturaleza
único, atrajo hacia sí muchos por la gracia, para que fuesen uno solo con él. Pues da
poder para ser hijos de Dios a cuantos lo reciben.
Así pues, hecho hijo del hombre, hizo a muchos hijos de Dios. Atrajo a muchos hacia
sí, único como es por su caridad y su poder: y todos aquellos que por la generación carnal
son muchos, por la regeneración divina son uno solo con él.
Cristo es, pues, uno, formando un todo la cabeza y el cuerpo: uno nacido del único
Dios en los cielos y de una única madre en la tierra; muchos hijos, a la vez que un solo
hijo.
Pues así como la cabeza y los miembros son un hijo a la vez que muchos hijos,
asimismo María y la Iglesia son una madre y varias madres; una virgen y muchas
vírgenes.

Ambas son madres, y ambas vírgenes; ambas concibieron sin voluptuosidad por obra
del mismo Espíritu; ambas dieron a luz sin pecado la descendencia de Dios Padre. María,
sin pecado alguno, dio a luz la cabeza del cuerpo; la Iglesia, por la remisión de los
pecados, dio a luz el cuerpo de la cabeza. Ambas son la madre de Cristo, pero ninguna de
ellas dio a luz al Cristo total sin la otra.
Por todo ello, en las Escrituras divinamente inspiradas, se entiende con razón como
dicho en singular de la virgen María lo que en términos universales se dice de la virgen
madre Iglesia, y se entiende como dicho de la virgen madre Iglesia en general lo que en
especial se dice de la virgen madre María; y lo mismo si se habla de una de ellas que de la
otra, lo dicho se entiende casi indiferente y comúnmente como dicho de las dos.
También se considera con razón a cada alma fiel como esposa del Verbo de Dios,
madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda. Todo lo cual la misma sabiduría
de Dios, que es el Verbo del Padre, lo dice universalmente de la Iglesia, especialmente de
María y singularmente de cada alma fiel.
Por eso dice la Escritura: Y habitaré en la heredad del Señor. Heredad del Señor que
es universalmente la Iglesia, especialmente María y singularmente cada alma fiel. En el
tabernáculo del vientre de María habitó Cristo durante nueve meses; hasta el fin del
mundo, vivirá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia; y, por los siglos de los siglos, morará
en el conocimiento y en el amor del alma fiel.

Responsorio Lv 26, 11-12; 2 Co 6, 16

R. Pondré mi morada entre vosotros y no os rechazaré; * Caminaré entre vosotros y seré
vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.
V. Nosotros somos templo de Dios vivo, como dijo Dios.
R. Caminaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.

Oración

Oremos:

Dios todopoderoso, que amanezca en nuestros corazones el resplandor de tu gloria,
Cristo, tu Hijo, para que su venida ahuyente las tinieblas del pecado y nos manifieste
como hijos de la luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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