El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, domingo, 7 de diciembre de 2025. Otras celebraciones del día: San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia .
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.
Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.
Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.
Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida es su vida, su Amor es su amor
serían un día su gracia y su don.
Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.
Antífona 1: Mirad, ya viene el Rey excelso con gran poder, para salvar a todos los pueblos. Aleluya.
Salmo 103
HIMNO AL DIOS CREADOR
El que es de Cristo es una criatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado (2 Co 5, 17).
Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.
Extiendes los cielos como una tienda,
construyes tu morada sobre las aguas;
las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento;
los vientos te sirven de mensajeros;
el fuego llameante, de ministro.
Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas;
pero a tu bramido huyeron,
al fragor de tu trueno se precipitaron,
mientras subían los montes y bajaban los valles:
cada cual al puesto asignado.
Trazaste una frontera que no traspasarán,
y no volverán a cubrir la tierra.
De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
en ellos beben las fieras de los campos,
el asno salvaje apaga su sed;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto.
Antífona 2: Alégrate y goza, hija de Jerusalén: mira a tu Rey que viene. No temas, Sión, tu salvación está cerca.
Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre.
Él saca pan de los campos,
y vino que le alegra el corazón;
y aceite que da brillo a su rostro,
y alimento que le da fuerzas.
Se llenan de savia los árboles del Señor,
los cedros del Líbano que él plantó:
allí anidan los pájaros,
en su cima pone casa la cigüeña.
Los riscos son para las cabras,
las peñas son madriguera de erizos.
Hiciste la luna con sus fases,
el sol conoce su ocaso.
Pones las tinieblas y viene la noche,
y rondan las fieras de la selva;
los cachorros rugen por la presa,
reclamando a Dios su comida.
Cuando brilla el sol, se retiran,
y se tumban en sus guaridas;
el hombre sale a sus faenas,
a su labranza hasta el atardecer.
Antífona 3: Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no tardará.
III
Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
Ahí está el mar: ancho y dilatado,
en él bullen, sin número,
animales pequeños y grandes;
lo surcan las naves, y el Leviatán
que modelaste para que retoce.
Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes;
escondes tu rostro, y se espantan;
les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras,
cuando él mira la tierra, ella tiembla;
cuando toca los montes, humean.
Cantaré al Señor mientras viva,
tocaré para mi Dios mientras exista:
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.
Que se acaben los pecadores en la tierra,
que los malvados no existan más.
¡Bendice, alma mía, al Señor!
V. Levantaos, alzad la cabeza.
R. Se acerca vuestra liberación.
Del libro del profeta Isaías 14, 1-21
MUERTE DEL TIRANO Y LIBERACIÓN DEL PUEBLO
El Señor se apiadará de Jacob y preferirá todavía a Israel, los afincará en el solar de
ellos, y se les juntarán forasteros, que serán incorporados a la casa de Jacob. Tomarán a
otros pueblos y, llevándoselos a su lugar, se los apropiará la casa de Israel sobre el solar
del Señor como esclavos y esclavas. Harán cautivos a sus cautivadores, y dominarán sobre
sus tiranos. Entonces, cuando te haya calmado el Señor de tu disgusto y tu desazón y de
la dura servidumbre a que fuiste sometido, dirigirás esta sátira al rey de Babilonia. Dirás:
¡Cómo ha acabado el tirano, cómo ha cesado su arrogancia! Ha quebrado el Señor la
vara de los malvados, el bastón de los déspotas, que golpeaba a los pueblos con saña
golpes sin parar, que dominaba con ira a las naciones acosándolas sin tregua. Está
tranquila y quieta la tierra toda, prorrumpe en aclamaciones. Hasta los cipreses se alegran
por ti, los cedros del Líbano:
«Desde que tú has caído en paz, no sube el talador a nosotros.»
El seol, allá abajo, se estremeció por ti saliéndote al encuentro; por ti despierta a las
sombras, a todos los jerifaltes de la tierra; hace levantarse de sus tronos a los reyes de
todas las naciones. Todos ellos responden y te dicen:
«¡También tú te has vuelto débil como nosotros, y a nosotros eres semejante! Ha sido
precipitada al seol tu arrogancia al son de tus cítaras. Tienes bajo ti una cama de gusanos,
tus mantas son gusanera.
¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a tierra,
dominador de naciones! Tú que habías dicho en tu corazón:
«Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré
en el Monte de la Reunión, en el extremo norte. Subiré a las alturas del nublado, me
asemejaré al Altísimo.
¡Ay!: al seol has sido precipitado, a lo más hondo del pozo.» Los que te ven, en ti se
fijan; te miran con atención:
«¿Ese es aquél, el que hacía estremecer la tierra, el que hacía temblar los reinos, el que
puso el orbe como un desierto, y asoló sus ciudades, el que a sus prisioneros no abría la
cárcel?»
Todos los reyes de las naciones, todos ellos yacen con honor, cada uno en su morada.
Pero tú has sido arrojado fuera de tu sepulcro, como un brote abominable, recubierto de
muertos acuchillados, arrojados sobre las piedras de la fosa, como cadáver pisoteado. No
tendrás con ellos sepultura, porque tu tierra has destruido, a tu pueblo has asesinado. No
se nombrará jamás la descendencia de los malhechores. Preparad a sus hijos degollina por
la culpa de sus padres: no sea que se levanten y se apoderen de la tierra, y llenen de
ciudades la haz del orbe.
R. Ya está a punto de llegar su hora, sus días no tardarán. El Señor se apiadará de Jacob
* y volverá a escoger a Israel.
V. El que ha de venir vendrá y no tardará, y ya no habrá temor en nuestra tierra, porque él
es nuestro salvador.
R. Y volverá a escoger a Israel.
De los comentarios de Eusebio de Cesarea, obispo, sobre el libro de Isaías
(Cap. 40: PG 24, 366-367)
UNA VOZ GRITA EN EL DESIERTO
Una voz grita en el desierto: «Preparad un camino al Señor, allanad una calzada para
nuestro Dios.» EL profeta declara abiertamente que su vaticinio no ha de realizarse en
Jerusalén, sino en el desierto; a saber, que se manifestará la gloria del Señor, y la
salvación de Dios llegará a conocimiento de todos los hombres.
Y todo esto, de acuerdo con la historia y a la letra, se cumplió precisamente cuando
Juan Bautista predicó el advenimiento salvador de Dios en el desierto del Jordán, donde la
salvación de Dios se dejó ver. Pues Cristo y su gloria se pusieron de manifiesto para todos
cuando, una vez bautizado, se abrieron los cielos y el Espíritu Santo descendió en forma
de paloma y se posó sobre él, mientras se oía la voz del Padre que daba testimonio de suHijo: Éste es mi Hijo, el amado; escuchadlo.
Todo esto se decía porque Dios había de presentarse en el desierto, impracticable e
inaccesible desde siempre. Se trataba, en efecto, de todas las gentes privadas del
conocimiento de Dios, con las que no pudieron entrar en contacto los justos de Dios y los
profetas.
Por este motivo, aquella voz manda preparar un camino para la Palabra de Dios, así
como allanar sus obstáculos y asperezas, para que cuando venga nuestro Dios pueda
caminar sin dificultad. Preparad un camino al Señor: se trata de la predicación evangélica
y de la nueva consolación, con el deseo de que la salvación de Dios llegue a conocimiento
de todos los hombres.
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén.
Estas expresiones de los antiguos profetas encajan muy bien y se refieren con
oportunidad a los evangelistas: ellas anuncian el advenimiento de Dios a los hombres,
después de haberse hablado de la voz que grita en el desierto. Pues a la profecía de Juan
Bautista sigue coherentemente la mención de los evangelistas.
¿Cuál es esta Sión sino aquella misma que antes se llamaba Jerusalén? Y ella misma
era aquel monte al que la Escritura se refiere cuando dice: El monte Sión donde pusiste tu
morada; y el Apóstol: Os habéis acercado al monte Sión. ¿Acaso de esta forma se estará
aludiendo al coro apostólico, escogido de entre el primitivo pueblo de la circuncisión?
Y esta Sión y Jerusalén es la que recibió la salvación de Dios, la misma que a su vez se
yergue sublime sobre el monte de Dios, es decir, sobre su Verbo unigénito: a la cual Dios
manda que, una vez ascendida la sublime cumbre, anuncie la palabra de salvación. ¿Y
quién es el que evangeliza sino el coro apostólico? ¿Y qué es evangelizar? Predicar a todos
los hombres, y en primer lugar a las ciudades de Judá, que Cristo ha venido a la tierra.
R. Ha venido el Precursor del Señor, acerca del cual el mismo Señor da este testimonio: *
«Entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie mayor que Juan Bautista.»
V. Es éste un profeta, y más que un profeta, es aquel de quien dice el Salvador:
R. Entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie mayor que Juan Bautista.
Se dice el Te Deum
Oremos:
Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu
Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría
divina para que podamos participar plenamente de su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.