Oficio de Lectura - MIÉRCOLES XXII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de mañana, miércoles, 3 de septiembre de 2025. Otras celebraciones del día: SAN GREGORIO MAGNO, PAPA Y DOCTOR DE LA IGLESIA .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

Pues busco, debo encontrar;
pues llamo, débenme abrir;
pues pido, me deben dar;
pues amo, débeme amar
aquel que me hizo vivir.
¿Calla? Un día me hablará.
¿Pasa? No lejos irá.
¿Me pone a prueba? Soy fiel.
¿Pasa? No lejos irá:
pues tiene alas mi alma, y va
volando detrás de él.
Es poderoso, mas no
podrá mi amor esquivar;
invisible se volvió,
mas ojos de lince yo
tengo y le habré de mirar.
Alma, sigue hasta el final
en pos del Bien de los bienes,
y consuélate en tu mal
pensando con fe total:
¿Le buscas? ¡Es que lo tienes! Amén.

Salmodia

Antífona 1: También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.

Salmo 38

SÚPLICA DE UN ENFERMO

La creación fue sometida a la frustración..., pero con la esperanza de verse liberada (Rm 8, 20).

I

Yo me dije: "vigilaré mi proceder,
para que no se me vaya la lengua;
pondré una mordaza a mi boca
mientras el impío esté presente".
Guardé silencio resignado,
no hablé con ligereza;
pero mi herida empeoró,
y el corazón me ardía por dentro;
pensándolo me requemaba,
hasta que solté la lengua.
"Señor, dame a conocer mi fin
y cuál es la medida de mis años,
para que comprenda lo caduco que soy".
Me concediste un palmo de vida,
mis días son nada ante ti;
el hombre no dura más que un soplo,
el hombre pasa como una sombra,
por un soplo se afana,
atesora sin saber para quién.

Antífona 2: Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.

II

Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda?
Tú eres mi confianza.
Líbrame de mis iniquidades,
no me hagas la burla de los necios.
Enmudezco, no abro la boca,
porque eres tú quien lo ha hecho.
Aparta de mí tus golpes,
que el ímpetu de tu mano me acaba.
Escarmientas al hombre
castigando su culpa;
como una polilla roes sus tesoros;
el hombre no es más que un soplo.
Escucha, Señor, mi oración,
haz caso de mis gritos,
no seas sordo a mi llanto;
porque yo soy huésped tuyo,
forastero como todos mis padres.
Aplácate, dame respiro,
antes de que pase y no exista.

Antífona 3: Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás. (T. P. Aleluya).

Salmo 51

CONTRA LA VIOLENCIA DE LOS CALUMNIADORES

El que se gloría, que se gloríe en el Señor (1 Cor 1, 31).

¿Por qué te glorías de la maldad
y te envalentonas contra el piadoso?
Estás todo el día maquinando injusticias,
tu lengua es navaja afilada,
autor de fraudes;
prefieres el mal al bien,
la mentira a la honradez;
prefieres las palabras corrosivas,
lengua embustera.
Pues Dios te destruirá para siempre,
te abatirá y te barrerá de tu tienda;
arrancará tus raíces
del suelo vital.
Lo verán los justos, y temerán,
y se reirán de él:
"mirad al valiente
que no puso en Dios su apoyo,
confió en sus muchas riquezas,
se insolentó en sus crímenes".
Pero yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en la misericordia de Dios
por siempre jamás.
Te daré siempre gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fieles:
"Tu nombre es bueno".

Lecturas

Primera Lectura

Del libro del profeta Amós 3, 1-15

VISITA DEL SEÑOR A SAMARÍA Y BETEL

Escuchad, israelitas, esta palabra que dice el Señor a todas las tribus que saqué de
Egipto:

«A vosotros solos os escogí entre todas las familias de la tierra; por eso os tomaré
cuentas de todos vuestros pecados.»
¿Caminan juntos dos que no se conocen? ¿Ruge el león en la espesura sin tener presa?
¿Grita el cachorro en la guarida sin haber cazado? ¿Cae el pájaro al suelo si no hay una
trampa? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado? ¿Suena la trompeta en la ciudad
sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una desgracia en la ciudad que no la mande el
Señor? No hará cosa el Señor sin revelar su plan a sus siervos los profetas. Ruge el león,
¿quién no temerá? Habla el Señor, ¿quién no profetizará?
Pregonad en los palacios de Asdod, decid en los palacios de Egipto: «Reuníos contra los
montes de Samaría, contemplad el tráfago en medio de ella, las opresiones en su
recinto.» No supieron obrar rectamente -oráculo del Señor-, atesoraban violencias y
crímenes en sus palacios. Por eso, así dice el Señor: «El enemigo asedia el país, derriba tu
fortaleza, saquea tus palacios.»
Así dice el Señor: «Como salva el pastor de la boca del león un par de patas o un trozo
de oreja, así se salvarán en ese día los hijos de Israel que habitan en Samaría, con el
borde de una litera y un cobertor de Damasco. Escuchad, testimoniad contra la casa de
Jacob -oráculo del Señor, Dios de los ejércitos-. El día en que tome cuentas a Israel por
sus pecados, le pediré cuentas por los altares de Betel: los salientes del altar serán
arrancados y caerán por tierra; derribaré la casa de invierno y la casa de verano, se
arruinarán las arcas de marfil, desaparecerán los grandes palacios.» -Oráculo del Señor-.

Responsorio Am 3, 2; Mt 23, 31-32

R. A vosotros solos os escogí entre todas las familias de la tierra; * por eso os tomaré
cuentas de todos vuestros pecados.
V. Sois hijos de los asesinos de los profetas; a vosotros, pues, toca colmar la medida de
vuestros antepasados.
R. Por eso os tomaré cuentas de todos vuestros pecados.

Segunda Lectura

Del comentario de Orígenes, presbítero, sobre el evangelio de san Juan
(Tomo III, 20: PG 14, 370-371)

CRISTO HABLABA DEL TEMPLO DE SU CUERPO

Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Los amadores de su propio cuerpo y
de los bienes materiales -se deja entender que hablamos aquí de los judíos-, los que no
aguantaban que Cristo hubiera expulsado a los que convertían en mercado la casa de su
Padre, exigen que les muestre un signo para obrar como obra. Así podrán juzgar si obra
bien o no el Hijo de Dios, a quien se niegan a recibir. El Salvador, como si hablara en
realidad del templo, pero hablando de su propio cuerpo, a la pregunta: ¿Qué signos nos
muestras para obrar así? responde: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Sin embargo, creo que ambos, el templo y el cuerpo de Jesús, según una interpretación
unitaria, pueden considerarse figuras de la Iglesia, ya que ésta se halla construida de
piedras vivas, hecha templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, construido
sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular el mismo Cristo
Jesús que, a su vez, también es templo. En cambio, si tenemos en cuenta aquel otro
pasaje: Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro, parece que la unión
y conveniente disposición de las piedras en el templo se destruye y descoyunta, como
sugiere el salmo veintiuno, al decir en nombre de Cristo: Tengo los huesos descoyuntados.
Descoyuntados por los continuos golpes de las persecuciones y tribulaciones, y por la
guerra que levantan los que rasgan la unidad del templo; pero el templo será restaurado,
y el cuerpo resucitará el día tercero; tercero, porque viene después del amenazante día de
la maldad, y del día de la consumación que lo seguirá.
Porque llegará ciertamente un tercer día, y en él nacerá un cielo nuevo y una tierra
nueva, cuando estos huesos, es decir, la casa toda de Israel, resucitarán en aquel solemne
gran Domingo en el que la muerte será definitivamente aniquilada. Por ello, podemos
afirmar que la resurrección de Cristo, que pone fin a su cruz y a su muerte, contiene y
encierra ya en sí la resurrección de todos los que formamos el cuerpo de Cristo. Pues, de

la misma forma que el cuerpo visible de Cristo, después de crucificado y sepultado,
resucitó, así también acontecerá con el cuerpo total de Cristo formado por todos sus
santos: crucificado y muerto con Cristo, resucitará también como él. Cada uno de los
santos dice, pues, como Pablo: Lo que es a mi, Dios me libre de gloriarme si no es en la
cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mi, y yo para
el mundo.
Por ello, de cada uno de los cristianos puede no sólo afirmarse que ha sido crucificado
con Cristo para el mundo, sino también que con Cristo ha sido sepultado, pues, si por
nuestro bautismo fuimos sepultados con Cristo, como dice san Pablo, con él también
resucitaremos, añade, como para insinuarnos ya las arras de nuestra futura resurrección.

Responsorio 1 Co 6, 19-20; Lv 11, 43.44

R. Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habita en vosotros; por tanto, no os
pertenecéis a vosotros mismos, pues habéis sido comprados a precio muy alto; * glorificad
y llevad a Dios en vuestro cuerpo.
V. No contaminéis vuestra vida: sed santos, porque yo soy santo.
R. Glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo.

Oración

Oremos:

Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor
de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en
nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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