Nació el año 1521 en Nimega (Güeldres, actualmente Holanda). Estudió en Colonia y entró en la Compañía de Jesús. Fue ordenado sacerdote el año 1546. Destinado a Alemania, desarrolló una valiente labor de defensa de la fe católica con sus escritos y predicación. Publicó numerosas obras, entre las cuales destaca su Catecismo. Murió en Friburgo, de Suiza, el año 1597.
El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para San Pedro Canisio, presbítero y doctor de la Iglesia el día de ayer, domingo, 21 de diciembre de 2025. Otras celebraciones del día: DOMINGO IV DE ADVIENTO .
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
La pena que la tierra soportaba
a causa del pecado, se ha trocado
en canto que brota jubiloso,
en labios de María pronunciado.
El sí de las promesas ha llegado,
la alianza se cumple, poderosa,
el Verbo eterno de los cielos
con nuestra débil carne se desposa.
Misterio que sólo la fe alcanza,
María es nuevo templo de la gloria,
rocío matinal, nube que pasa,
luz nueva en presencia misteriosa.
A Dios sea la gloria eternamente,
y al Hijo suyo amado, Jesucristo,
el que quiso nacer para nosotros
y darnos su Espíritu divino. Amén.
Antífona 1: Mirad, viene ya el Rey excelso, con gran poder, para salvar a todos los pueblos. Aleluya.
Salmo 23
ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que como hombre sube al cielo (S. Ireneo).
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
— ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
— El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
— Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
Antífona 2: Alégrate y goza, hija de Jerusalén: mira a tu Rey que viene. No temas, Sión, tu salvación está cerca.
Salmo 65
HIMNO PARA UN SACRIFICIO DE ACCIÓN DE GRACIAS
Este salmo habla de la resurrección de Cristo y de la conversión de los gentiles (Hesiquio).
I
Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: "¡Qué temibles son tus obras,
por tu inmenso poder tus enemigos te adulan!"
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres:
transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna eternamente;
sus ojos vigilan a las naciones,
para que no se subleven los rebeldes.
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
Oh Dios, nos pusiste a prueba,
nos refinaste como refinan la plata;
nos empujaste a la trampa,
nos echaste a cuestas un fardo:
sobre nuestro cuello cabalgaban,
pasamos por fuego y por agua,
pero nos has dado respiro.
Antífona 3: Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no tardará.
II
Entraré en tu casa con víctimas,
para cumplirte mis votos:
los que pronunciaron mis labios
y prometió mi boca en el peligro.
Te ofreceré víctimas cebadas,
te quemaré carneros,
inmolaré bueyes y cabras.
Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.
Si hubiera tenido yo mala intención,
el Señor no me habría escuchado;
pero Dios me escuchó,
y atendió a mi voz suplicante.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.
7, 7-16. 22-30
FELICIDAD DE LOS JUSTOS EN DIOS
Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé
la piedra más preciosa, porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena, y, junto a ella,
la plata vale lo que el barro. La quise más que a la salud y la belleza, y me propuse
tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables;
de todas gocé, porque la sabiduría las trae, aunque yo no sabía que ella las engendra a
todas. Aprendí sin malicia, reparto sin envidia y no me guardo sus riquezas; porque es un
tesoro inagotable para los hombres: los que lo adquieren se atraen la amistad de Dios,
porque el don de su enseñanza los recomienda.
Que me conceda Dios saber expresarme y pensar como corresponde a ese don, pues él
es el mentor de la sabiduría y quien marca el camino a los sabios. Porque en sus manos
estamos nosotros y nuestras palabras, y toda la prudencia y el talento.
En efecto, la sabiduría es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, móvil,
penetrante, inmaculado, lúcido, invulnerable, bondadoso, agudo, incoercible, benéfico,
amigo del hombre, firme, seguro, sereno, todopoderoso, todovigilante, que penetra todos
los espíritus inteligentes, puros, sutilísimos.
La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento, y, en virtud de su pureza, lo
atraviesa y lo penetra todo; porque es efluvio del poder divino, emanación purísima de la
gloria del Omnipotente; por eso nada inmundo se le pega. Es reflejo de la luz eterna,
espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad.
Siendo una sola, todo lo puede; sin cambiar en nada, renueva el universo, y, entrando
en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas; pues
Dios ama sólo a quien convive con la sabiduría. Es más bella que el sol y que todas las
constelaciones; comparada a la luz del día, sale ganando, pues a éste lo releva la noche,
mientras que a la sabiduría no la puede el mal.
R. Supliqué, y se me concedió la prudencia; * Invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos.
V. En caso de que alguno de vosotros se vea falto de sabiduría, que se la pida a Dios, que da generosamente y sin echar en cara, y él se la dará.
R. Invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos.
De los escritos de san Pedro Canisio, presbítero
(Edición O. Braunsberger, Petri Canisii Epistulae et Acta, I, Friburgo de Brisgovia 1896, pp. 53-55)
UNA PLEGARIA DE SAN PEDRO CANISIO
San Pedro Canisio, llamado con razón el segundo apóstol de Alemania, antes de
marchar para este país, y recibida la bendición del Papa, tuvo una profunda experiencia
espiritual, que describe él mismo con estas palabras:
«Tuviste a bien, Pontífice eterno, que yo encomendase solícitamente el efecto y la
confirmación de aquella bendición apostólica a tus Apóstoles del Vaticano, que tantas
maravillas operan bajo tu dirección. Allí sentí un gran consuelo y la presencia de tu gracia,
que me venía por medio de tales intercesores. Pues me bendecían y confirmaban mi
misión a Alemania, y me pareció que me prometían su favor como a apóstol de Alemania.
Ya sabes, Señor, cómo y cuántas veces pusiste aquel día Alemania en mis manos, esa
Alemania que había de ser mi preocupación constante y por la cual deseaba vivir y morir.
Tú, Señor, me ordenaste, finalmente, beber del caudal que manaba de tu santísimo
corazón, invitándome a sacar las aguas de mi salvación de tu fuente, Salvador mío. Lo que
yo más deseaba es que de ahí derivaran torrentes de fe, esperanza y caridad, en mi
persona. Tenía sed de pobreza, castidad y obediencia, y te pedía que me purificaras y
vistieras por completo. Por eso, tras haberme atrevido a acercarme a tu dulcísimo corazón,
calmando en él mi sed, me prometías un vestido de tres piezas con que cubrir mi alma
desnuda y realizar con éxito mi misión: las piezas eran la paz, el amor y la perseverancia.
Revestido con este ornamento saludable, confiaba en que nada habría de faltarme, y que
todo acontecería para tu gloria.»
R. Un letrado que entiende del reino de los cielos * es como un padre de familia que va
sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.
V. En corazón sensato habita la sabiduría, aun en medio de necios se da a conocer.
R. Es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.
Oremos:
Señor, Dios nuestro, que fortaleciste a san Pedro Canisio con la virtud y la ciencia para salvaguardar la unidad de la fe, concede a la comunidad de creyentes perseverar en la confesión de tu nombre, y a todos los que buscan la verdad, el gozo de encontrarte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.