Solemnidad
Nació en Betsaida; era hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Juan. Estuvo presente en los principales milagros obrados por el Señor. Fue muerto por el rey Herodes alrededor del año 42. Desde la antigüedad está muy difundida la persuasión de que Santiago había predicado el Evangelio en los confines de Occidente. Después de la invasión mahometana, el apóstol Santiago aparece venerado como cabeza refulgente de España y patrono de sus reinos cristianos. Estos proclaman en los siglos siguientes su gratitud por la protección del Apóstol en la defensa de la fe y de la independencia de la patria y por su asistencia en la acción misionera que contribuyó a propagar la Iglesia por todo el mundo. Su sepulcro en Compostela, a semejanza del sepulcro vacío del Señor en Jerusalén y de la tumba de san Pedro en Roma, atrae, hasta nuestros días, a innumerables peregrinos de toda la cristiandad. Los papas han concedido a su santuario un jubileo frecuente y otras gracias extraordinarias.
El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para SANTIAGO, APÓSTOL, PATRONO DE ESPAÑA el día de ayer, viernes, 25 de julio de 2025. Otras celebraciones del día: VIERNES XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO .
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, rey de los apóstoles.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
¡Qué hermosos son los pies
del que anuncia la paz a sus hermanos!
¡Y qué hermosas las manos
maduras en el surco y en la mies!
Grita lleno de gozo,
pregonero, que traes noticias buenas:
se rompen las cadenas,
y el sol de Cristo brilla esplendoroso.
Grita sin miedo, grita,
y denuncia a mi pueblo sus pecados;
vivimos engañados,
pues la belleza humana se marchita.
Toda yerba es fugaz,
la flor del campo pierde sus colores;
levanta sin temores,
pregonero, tu voz dulce y tenaz.
Si dejas los pedazos
de tu alma enamorada en el sendero,
¡qué dulces, mensajero,
qué hermosos, qué divinos son tus pasos! Amén.
Antífona 1: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Salmo 18 A
EL CIELO PROCLAMA LA GLORIA DE DIOS
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona
la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe,
a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Antífona 2: Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus acciones.
Salmo 63
SÚPLICA CONTRA LOS ENEMIGOS
Escucha, oh Dios, la voz de mi lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
escóndeme de la conjura de los perversos
y del motín de los malhechores:
afilan sus lenguas como espadas
y disparan como flechas palabras venenosas,
para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.
Se animan al delito,
calculan cómo esconder trampas,
y dicen: "¿quién lo descubrirá?"
Inventan maldades y ocultan sus invenciones,
porque su mente y su corazón no tienen fondo.
Pero Dios los acribilla a flechazos,
por sorpresa los cubre de heridas;
su misma lengua los lleva a la ruina,
y los que lo ven menean la cabeza.
Todo el mundo se atemoriza,
proclama la obra de Dios
y medita sus acciones.
El justo se alegra con el Señor,
se refugia en él,
y se felicitan los rectos de corazón.
Antífona 3: Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron su gloria.
Salmo 96
GLORIA DEL SEÑOR, REY DE JUSTICIA
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza el fuego,
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;
porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
V. Contaron las alabanzas del Señor y su poder.
R. Y las maravillas que realizó.
De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 18 — 2, 5
LOS APÓSTOLES PREDICAN LA CRUZ
Hermanos: El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de
perdición; pero para los que están en vías de salvación −para nosotros− es
fuerza de Dios. Dice la Escritura: «Destruiré la sabiduría de los sabios,
frustraré la sagacidad de los sagaces.» ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el
escriba? ¿Dónde está el sofista de nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios
en necedad la sabiduría del mundo?
Y como, en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció, por el camino de la
sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los
creyentes. Porque los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad
para los gentiles; pero, para los llamados −judíos o griegos−, un Mesías que
es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que
los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Y si no, fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo
humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo
necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del
mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la
gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que
cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él
vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros
sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así −como dice la Escritura− «el
que se gloríe, que se gloríe en el Señor.»
Por eso yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de
Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros
me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me
presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación
no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder
del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres,
sino en el poder de Dios.
R. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el
bautismo con que yo me voy a bautizar? * Contestaron: «Lo somos.»
V. El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con
que yo me voy a bautizar.
R. Contestaron: «Lo somos.».
De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Mateo
(Homilía 65, 2-4: PG 58, 619-622)
PARTÍCIPES DE LA PASIÓN DE CRISTO
Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo, diciéndole: Ordena que se siente
uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. ¿Qué les responde el Señor? Para
hacerles ver que lo que piden no tiene nada de espiritual y que, si hubieran
sabido lo que pedían, nunca se hubieran atrevido a hacerlo, les dice: No sabéis
lo que pedís, es decir: "No sabéis cuán grande, cuán admirable, cuán superior
a los mismos coros celestiales es esto que pedís." Luego añade: ¿Sois capaces
de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que
yo me voy a bautizar? Es como si les dijera: "Vosotros me habláis de honores y
de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. Éste no es tiempo de
premios, ni es ahora cuando se ha de manifestar mi gloria; la vida presente es
tiempo de muertes, de guerra y de peligros."
Pero fijémonos cómo la manera de interrogar del Señor equivale a una
exhortación y a un aliciente. No dice: "¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois
capaces de derramar vuestra sangre?", sino que sus palabras son: ¿Sois
capaces de beber el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: Que yo he de beber;
de este modo, la consideración de que se trata del mismo cáliz que ha de
beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más generosa. Y a su
pasión le da el nombre de "bautismo," para significar, con ello, que sus
sufrimientos habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo.
Ellos responden: Lo somos. El fervor de su espíritu les hace dar esta respuesta
espontánea, sin saber bien lo que prometen, pero con la esperanza de que de
este modo alcanzarán lo que desean.
¿Qué les dice entonces el Señor? El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os
bautizarán con el bautismo con que yo me voy a bautizar. Grandes son los
bienes que les anuncia, esto es: "Seréis dignos del martirio y sufriréis lo
mismo que yo, vuestra vida acabará con una muerte violenta, y así seréis
partícipes de mi pasión. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me
toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi
Padre." Después que ha levantado sus ánimos y ha provocado su
magnanimidad, después que los ha hecho capaces de superar el sufrimiento,
entonces es cuando corrige su petición.
Los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Ya veis cuán
imperfectos eran todos, tanto aquellos que pretendían una precedencia sobre
los otros diez, como también los otros diez que envidiaban a sus dos colegas.
Pero —como ya dije en otro lugar— si nos fijamos en su conducta posterior,
observamos que están ya libres de esta clase de aspiraciones. El mismo Juan,
uno de los protagonistas de este episodio, cede siempre el primer lugar a
Pedro, tanto en la predicación como en la realización de los milagros, como
leemos en los Hechos de los Apóstoles. En cuanto a Santiago, no vivió por
mucho tiempo; ya desde el principio se dejó llevar de su gran vehemencia y,
dejando a un lado toda aspiración humana, obtuvo bien pronto la gloria
inefable del martirio.
R. Éstos son los que a su paso por este mundo plantaron con su sangre a la
Iglesia; * bebieron el cáliz del Señor y se convirtieron en amigos de Dios.
V. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
R. Bebieron el cáliz del Señor y se convirtieron en amigos de Dios.
Se dice el Te Deum
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.